Número 70

75 que involucra la homogeneización nacional y el ocultamiento de una realidad de exclusión racista, detrás de una máscara de inclusión. Por su parte, Jumko Ogata (2020) opina que la narrativa del mestizaje denota antecedentes históricos racistas. La narrativa fundacional plantea que todos somos el resultado de una mezcla racial; sin embargo no podemos adoptar esta posición racista porque, en última instancia, todos somos mestizos. En el caso de los españoles, ellos se sentían la mejor raza, sin tomar en cuenta que, como todos los habitantes del mundo, surgen de mezclas. Tuvieron una dominación árabe por ocho siglos y mucha presencia de judíos, no había tal pureza en ellos. Además, su idea era blanquear a la población indígena. Nadie puede ser racista, porque todos somos producto de mezclas. Se conoce recientemente que, incluso los Homo Sapiens se mezclaron con los Neandertales. Ni en ese caso ni en ninguno se puede hablar de razas, y menos aún de razas puras. Es verdad que en el período de la Conquista ingresaron a la dieta mexicana materiales externos que enriquecieron la dieta tradicional, pero no la modificaron en su esencia. Se añadieron a la dieta el ajo, especias como el clavo, la canela, la pimienta negra; asimismo el cilantro, el orégano, la cebolla; también frutos y semillas, como el ajonjolí; carnes diversas y, muy especialmente, se añadió el uso de grasa animal para cocinar. Los nuevos materiales se asimilaron y enriquecieron la ingesta, pero se conservó siempre la dieta básica original, que no se modificó; la agregación de productos nuevos no la cambió en su esencia, entendiendo por esencia el conjunto de características permanentes que determinan a un ser o una cosa, y sin las cuales no sería lo que es este producto de larga tradición. Permanece porque es parte de la identidad que no cambia y se reproduce. En México, a pesar de los intentos colonizadores o modernizadores, en la comida hay muchos elementos “ancla” que no han cambiado y que se pueden rescatar. Tenemos como plataforma una cultura fuerte y una historia larga, una tradición que no se ha desvanecido a pesar de esos intentos. Diariamente comemos tortillas, chile, frijoles, calabazas y tomates, al igual que lo hacían nuestros antepasados hace miles de años. En el caso de la comida tradicional mexicana, considero que con la intervención española no se modificó la original, aunque sí hubo agregaciones de ciertos elementos; pero además, este proceso de incorporación-aceptación no fue inmediato. Debieron pasar muchas décadas, de hecho siglos, antes de que estos productos participaran plenamente en la comida de todos. Cito a Virginia Rodríguez (1965) que escribe: “Los pueblos reciben constantemente influencias ajenas que pueden hacer cambiar sus costumbres por algunos años. Unas son rechazadas y hasta olvidadas, pero otras logran fuerte arraigo… Sería el caso, en México, del uso de la grasa y de otros materiales, sin embargo, predominó la comida indígena en la hibridación alimentaria, comemos más maíz que trigo y más maíz que arroz” (p.25). Otro trabajo que nos pareció importante es escrito por Susana De France y Hanson A. Craig (2008), arqueólogos interesados en los cambios en las comidas originales de la zona Maya. Estudiando depósitos del siglo XVI, encontraron que en ciertos sitios de la región, como Ekbalam, se halló lo que ellos llaman fauna euroasiática, es decir, puercos y gallinas, muy temprano en el siglo XVI; asimismo, encontraron reducción en el uso de mamíferos originales, como el venado y el perro. Comentan que el comer perro se cambió por el consumo del puerco. Además, encontraron en sus excavaciones fauna no comestible, como caballos, burros o mulas. En cambio, en otros sitios, como Mayapán, perdura el consumo de venado y perro, y no se encontró fauna mayor en el siglo XVI. En este mismo siglo, en Cozumel, el principal comestible fue el perro. Lo antes comentado nos indica que hay pueblos, en lo que fue el México Antiguo, que no aceptaron de inmediato los comestibles que introdujeron los españoles. Fue un proceso que, como se ha dicho antes, tomó siglos para su aceptación, y no modificó los hábitos tradicionales.

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