31, Mayo-Junio de 2014

Gregorio Sosenski y su archipiélago letrado: Los epígrafes en su libro póstumo acerca del General Francisco J. Múgica

El libro América Latina y México en los albores de la guerra fría. El general Francisco J. Múgica y sus últimos combates en defensa de la Revolución (2013)de Gregorio Sosenski fue presentado por vez primera hace unos días en el auditorio de la Universidad Autónoma del Estado Morelos (UAEM). Participaron como comentaristas dos distinguidos académicos del posgrado en estudios latinoamericanos: Horacio Cerutti Gulbderg y Raquel Sosa Elízaga, a los que sumó el suscrito. Tuvimos como moderadora y principal artífice de este evento a Laura Bensasson. Una presentación a modo de homenaje al autor, quien falleció hace algunos años en la ciudad de Cuernavaca, todavía en ejercicio docente en la UAEM, fue por su anterior obra acera del General Múgica, galardonado con el Premio Nacional de Historia que en ese entonces otorgaba el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana.  

Fuimos convocados a expresar nuestros pareceres acerca de esta obra muy documentada y oportuna que versa acerca de los años grises del Estado y la sociedad mexicana, que ingresaba al curso de la guerra fría de manera subalterna al liderazgo de los Estados Unidos de Norteamérica y resentía al mismo tiempo el primer gran ciclo de desmantelamiento de la Revolución mexicana. El protagonista principal del libro es el general michoacano Francisco J. Múgica, quien había vivido en otro tiempo una temporada en su finca de Palmira, en el borde de la ciudad de Cuernavaca, colindante con la de su compañero y amigo Lázaro Cárdenas.

En general, los trazos biográficos certeros y redondos que nos ofrece Gregorio acerca del revolucionario biografiado, dan cuenta simultáneamente de los contornos y signos del poder contrarrevolucionario al que combatió hasta sus últimos días. Nos referimos al papel cumplido por la élite política veracruzana representada por Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortínez.

La obra refiere cómo los veracruzanos en el poder cumplieron -cada uno a su manera- con muchas líneas de continuidad entre sí, una modernización a costa de algunas obras que parecían perdurables legadas por los años de la institucionalización de la Revolución mexicana. Ese legado, que había sido moldeado y normado por las obras de los presidentes sonorenses y el michoacano Lázaro Cárdenas estaba en cuestión en la agenda gubernamental desde un sexenio anterior. El autor del libro da cuenta de qué manera el camino al poder a favor del clan regional veracruzano fue cribado en el curso del sexenio del poblano Manuel Ávila Camacho, coincidente con la dramática Segunda Guerra Mundial.

En este artículo nos permitimos realizar una lectura heterodoxa de este libro, ubicándonos en sus bordes, en apariencia, fragmentarios, con la finalidad de ofrecer una cartografía disidente basada en los paratextos con especial referencia a los epígrafes distribuidos como entradas de cada uno de los cinco capítulos.

 

Primera entrada

Los paratextos consignados en las portadillas o solapas, hablan del autor y de sus agradecimientos a todos los que le brindaron apoyos diversos para su investigación. Los agradecimientos nos recuerdan que el trabajo intelectual de un autor queda inserto en una compleja malla de relaciones sociales significativas, de lo que se desprende que toda obra expresa un particular tejido social. Destaca la calidez y valor de la información testimonial y documental brindada por trece miembros de la familia extensa del General Múgica. La fuerza de la oralidad en la investigación le permitió dotar al autor de los elementos necesarios para presentar con trazos fuertes la personalidad y los quehaceres del General, también sus humanas debilidades. Destacan también el apoyo de los documentalistas y bibliotecarios de los fondos y acervos consultados, así como los ofrecidos de manera parcial o integral por veinticinco académicos adscritos a diversas universidades y ramas del saber.

Desde otro campo de significación sobresalen los dos apretados párrafos dedicados a presentar al autor, por sus señas de vida y quehaceres académicos y políticos. Gregorio se hizo para las disciplinas humanísticas, gracias a su exilio y su probada tenacidad y compromiso con todo emprendimiento que decidía asumir.  Este paratexto me da pie para hablar desde mi propia experiencia y relación con el autor.

El año 1993, conocí al doctor Gregorio Sosenski en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM por mediación de Susy -su hija- a quien había tratado como distinguida alumna de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos. Ella me pidió que le permitiese una entrevista formal a su padre, dada mi condición de coordinador del posgrado de la misma área en ese momento. Por otra vía, la de las redes del exilio latinoamericano, me informé de que el padre de Susi era un prestigiado médico argentino nacionalizado mexicano y que había emprendido un quinquenio atrás una nueva aventura académica a más de medio siglo de su existencia: la licenciatura en historia gracias al programa de educación a distancia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.  Llegó el día y hora del encuentro con Gregorio,  dialogamos y hubo empatía mutua. Gregorio quería una opinión sobre su interés en seguir la maestría en estudios latinoamericanos y se la di, su prospecto personal prometía, considerando su experiencia y su sensibilidad política cribada al paso por algunos países de la región, así como sus variadas y copiosas lecturas. Lo anterior, había potenciado la calidad de su segunda carrera profesional en plena madurez, solventando su deseo de profundizar sus conocimientos y sobre todo la investigación histórica en la maestría. Lo favorecieron además su modo disciplinado de investigar, ordenar y clasificar sus materiales académicos en el área de medicina, ahora proyectados sobre un horizonte caro a las disciplinas humanísticas. Le fascinaba la historia latinoamericana y quería seguir estudiando, investigando, afilando su crítica sobre la historiografía oficial mexicana.


General Francisco J. Múgica
http://www.nevadaobserver.com

Gregorio, al ingresar al posgrado tenía ya la idea de investigar la vida del General Francisco J. Múgica, centrándose en su « exilio » político durante el régimen de Ávila Camacho. Me tocó acompañarlo como su asesor de tesis. Gracias a Gregorio descubrí a este personaje político tan crítico y cercano a la fibra popular, entre la revolución mexicana y la institucionalización priista. Múgica había sido casi borrado por completo por la historiografía oficial de la Revolución mexicana. Y Gregorio pretendía darle la visibilidad y el lugar que consideraba, le había sido escamoteado, entre las fobias políticas de sus adversarios con poder y el desdén reiterado de los académicos seducidos por seguir las huellas e itinerarios de los grandes y legitimados caudillos de la Revolución.

La pasión de Gregorio por biografiar a Múgica fue desbordante, quizás lo que más le costó procesar autocríticamente al autor fue su propia idealización del personaje. Exploró paralelamente a su biografiado la historia social de Baja California Sur, la cual generó un borrador voluminoso de más de mil cuartillas a espacio y medio. Esa primera parte en realidad era otra tesis y la tuvimos que sacrificar para quedarnos únicamente con las ochocientas cuartillas restantes, esas sí dedicadas al gobierno de Múgica en el horizonte fronterizo calisureño y que en examen de grado recibió todos los honores. Consideró, como se lo dije a Gregorio en su momento y ahora a sus dos hijas, legatarias de sus escritos, que dicho texto merece publicarse, se trata de una historia social regional, destinada a llenar otro vacío historiográfico.

Más tarde vino la tesis doctoral, que continuó con éxito la cala sobre Múgica, incorporando esa distancia que su esposa y algunos amigos y colegas le reclamábamos. El general revolucionario se hizo más humano, sin perder su lugar en la historia mexicana de esos años broncos que no se agotaron con la Revolución. Pero Gregorio no se contentaba con ello, convirtió a Múgica en ícono de su propia lucha ideológica contra la historiografía oficial de la Revolución mexicana.


General Francisco J. Múgica.
http://www.jornada.unam.mx/

Gregorio descubrió en el curso de su investigación que la vida pública no podía disociarse de la privada, aunque debía aprender a trazar los límites de lo permisible y publicable. La suya propia merece ser tomada en cuenta a modo de homenaje. La imagen proba del Gregorio docente, activista político y sindical y amigo generoso, guardaba una línea de continuidad con su papel de padre y esposo protector. ¿De dónde sacaba fuerzas Gregorio para multiplicarse y mantener la coherencia frente a los compromisos de la vida y del trabajo académico? Mucho tuvo que ver Ana Correa, su compañera de exilio. Ella fue su sostén a pesar de ese cáncer que la fue consumiendo día a día. Juntos, como médicos, bregaron contra la enfermedad hasta su sentido deceso. Cada éxito académico de Gregorio, cada momento gozoso familiar, tenía algo de deuda explícita con Ana. Había algo de sublimación y algo de pena. Deberse a sus dos hijas paliaba su ruda soledad. Vísperas de su partida, mi esposa y yo lo visitamos en su casa, estaba animoso, detallamos la mesa redonda para dar cuenta del triunfo de Evo Morales y sus resonancias mexicanas y latinoamericanas. Nos habíamos comprometido a abrir una mesa redonda al respecto. Conseguimos fecha y lugar en el auditorio del Palacio de Cortés. La víspera, lo llamé y no respondía el teléfono, vivía solo. Muy de mañana insistí y no contestaba la llamada. Horas más tarde me enteré que había fallecido el día anterior, quizás una o dos horas antes de mi fallida llamada. Perdimos a un colega y a un amigo. Perdimos a un historiador.

Gregorio reaparece en escena académica y en nuestra memoria gracias a este libro póstumo. Las 486 páginas de esta voluminosa y significativa obra, comprenden cinco capítulos, los cuales cubren los últimos años del general Múgica durante el sexenio priísta vivido entre fines de 1946 y 1952, bajo la égida de  Miguel Alemán Valdés (Sayula de Alemán, Veracruz; 29 de septiembre de 19001 – Ciudad de México; 14 de mayo de 1983). Múgica había concluido con dignidad su papel de gobernador del territorio de Baja California Sur, a pesar del hostigamiento de que fue objeto por parte del régimen de Avala Camacho. A partir de su retorno a su terruño primordial, Michoacán, libró sus últimas contiendas políticas.  El general sobrevivió al sexenio de Alemán y coadyuvó a frenar su soñada reelección, pero no a desactivar la hegemonía del ala veracruzana del PRI. Le tocó ver el inicio del mandato de Adolfo Ruiz Cortines y constatar que seguiría el mismo cauce de su predecesor de cara a la  guerra fría, es decir, de subalternización de la política mexicana al dictado imperial y la profundización del giro contrarrevolucionario, para decirlo con las palabras de Múgica y de Gregorio Sosenski.

 

Entre la dedicatoria y los epígrafes

Un libro, muchas veces dista de ser concebido como un despliegue argumental, racional y frío en aras del culto positivista de la objetividad. El trabajo de investigación como el de la exposición de resultados, la escritura pues, tiene que ver con la cotidianidad y con los vínculos que posibilitan su realización. Hay algo de ofrenda íntima, muy familiar, en esta obra de Gregorio condensada en la dedicatoria a su familia migrante: « A Bernardo y a Sonia. A mi amada e inolvidable Anita. A Susana, Paula y Sebastián ». 


Portada del libro La cuarta frontera de Baja California
y el gobierno surpeninsular del General Francisco J. Múgica.
México: INAH, 2001.

Cada capítulo va precedido por epígrafes, en total suman veintinueve, una cifra bastante elevada que muestra la importancia que ellos tenían para Gregorio. Antes de formular algunas preguntas y respuestas tentativas es pertinente hacerse dos preguntas: ¿De qué tradición vienen los libros con epígrafes? y ¿qué función cumplen en las obras? Muy pocos saben que la tradición del epígrafe es un producto letrado de la modernidad cribado en el campo intelectual inglés en la segunda mitad del siglo XVIII. A comienzos del siglo XIX fue aceptado con entusiasmo en los medios intelectuales franceses y poco más tarde en otros países, extendiéndose dicha práctica a los intelectuales españoles y latinoamericanos. En ese proceso los epígrafes transitaron de las novelas a los productos de otras disciplinas como la filosofía, la economía y la historia. Víctor Hugo hizo notar algo más sobre su lugar y función al escribir que los: « epígrafes extraños y misteriosos que aumentan singularmente el interés y dan más fisonomía a cada parte de la composición ».

 El epígrafe es una partícula de ideas, en parte ajena y en parte reapropiada. Es una especie de satélite extraño que gira en torno a la obra. Responde a algo más que un criterio estético, habla del autor a través de la palabra de otro. A diferencia de la cita, el epígrafe se ubica arbitrariamente, dice y no dice. Puede referir una identidad intelectual cargada de autoridad en el campo cultural o consignar la fuerza de sentido de un autor no identificable. En uno y en otro caso, sus palabras son provocadoras, tienden a suscitar en los lectores preguntas o reflexiones, a veces solventar nuevos pareceres.

El epígrafe fue con el tiempo migrando de lugar en la estructura de los libros. Pasó de la portadilla o pestaña del libro, a ubicarse únicamente en ese espacio intermedio entre la dedicatoria y el prólogo. Más tarde, penetró otros lugares, pudo incluso cerrar una obra. Todo lector cuidadoso y exigente no dejará de interrogarse sobre todos y cada uno de los epígrafes usados en la obra. 

Los epígrafes dependerán en parte del género escritural en que se inscribe el libro que nos interesa. Estos textos breves, tomados en calidad de préstamo de otros autores, expresan algo acerca de las preferencias ideológicas, teóricas o políticas de quien las eligió. Usualmente son juicios o pensamientos que pueden cumplir o no, una función rectora en el tratamiento del capítulo o de la obra en su conjunto, incluso suplir de manera admonitoria o conclusiva la palabra del autor. Los epígrafes poseen una compleja función relacional. El epígrafe representa la vía corta y directa entre el autor y el lector, gracias al epigrafiado. Gregorio, al elegir los ocho epígrafes de su primer capítulo asume la función tradicional del epigrafista frente a los epigrafiados y sus pensamientos. Sin embargo, considerando que el destino del epígrafe es el lector, deberemos develar su carácter no siempre consciente de auténtico epigrafario.[1] La lectura de la obra de Gregorio me deja pensando si los epígrafes deben ser vistos únicamente como paratextos y no como un subgénero que queda encapsulado por otro. Tema a escudriñar y debatir. En otro trabajo hemos documentado cómo en algunas obras relevantes del pensamiento político latinoamericano, la ideología « encapsula », como si fuera una matrioska a un mito, a una utopía o a ambos.


Gregorio Sosensky y su esposa Ana Correa. Buenos Aires, 1968.

Pasemos ahora a dar cuenta de Gregorio como epigrafista convencido, sin salirnos de su obra. Sus veintinueve epígrafes hablan en su conjunto de nuestro autor en cuatro campos diferenciados pero que guardan en el pensar, en el sentir que signa la escritura de Gregorio Sosenski vasos comunicantes. Únicamente presentaremos alguno de los epígrafes utilizados en cada uno de los campos, a manera de ejemplo. Con la finalidad de no contaminar a los lectores con nuestros pareceres, dejaremos a la vista, y en diálogo abierto y triangular al autor, al epigrafiado y al epígrafe. Que cada quien reflexione y se pregunte a su manera.

El primer campo, da cuenta parcial de sus presupuestos, estrategia historiográfica y deudas intelectuales. En este caso el corpus es mucho más rico. Sin embargo, estos epígrafes no deben ser desdeñados, fueron elegidos conscientemente por el autor:

 

«Hay personajes que se vuelven intocables, pero para los historiadores no pueden haber intocables. La historia es un proceso constante, hay que estar revisando, no hay verdades ni obras definitivas, es un trabajo de aproximaciones sucesivas»

Paul Garner, 2003.

 

«Así la historia de los grandes hombres comenzó a compartir sus espacios con la historia de los seres anónimos y de los antihéroes, anteriormente excluidos de la historiografía tradicional»

Graciela de Garay.

 

«El pasado nunca cambia, pero la forma en que lo entendemos cambia constantemente.»

Museo Nacional del Indio Americano.

 

El segundo campo aglutina a los epígrafes que prefiguran historiográficamente el modo particular de abordar el análisis del periodo alemanista:

«Hay un enorme tarea de reconstrucción por delante, que desde mi punto de vista, está asociado con los problemas de no atreverse a decir la verdad, heredados de los años 50».

Alejandra Moreno Toscano

 

El tercer campo nos remite a la palabra del general Múgica. Se han aglutinado sus pensamientos, independientemente del lugar que Gregorio les asignase en los capítulos de la obra:

- «Ninguna idea revolucionaria puede vivir dentro de la idea capitalista; quienes piensan que el progreso material es revolución están falseando todo; los que sueñan con compaginar la prosperidad material con el viejo ideal están soñando cómplices de esa falacia».

- «Tú que has sido desde tu mocedad un socialista convencido, te pliegas al anodinismo de un partido liberal de circunstancias en cuya convocatoria se halla claramente no trata ninguna tendencia socialista y socializante, dando así un espectáculo por años».

- «¡Y todavía quieren prolongarse en el poder! ¡Con qué estímulo, con qué vergüenza, con qué dignidad pueden señalarnos un personaje que continúe el régimen establecido – régimen de ignominia, régimen de tiranía, régimen que ha salido de todas las normas, aún de las más simples – para perseverar en el poder. El Poder solo lo pueden tener hombres dignos: al pueblo solo lo pueden gobernar los hombres sanos y honestos[!]»

- «Nos hemos reunido en este recinto para hacer patente nuestro descontento con el régimen actual, que no es otra cosa que un régimen de imposición y que dentro de poco se convertirá en una dictadura peor que la de Porfirio Díaz…¿Es esto para lo que se hizo la Revolución y para lo que luchamos los hombres que somos fervientes defensores de ella y que vivimos en ese camino de la contra Revolución? Con tristeza, con coraje vemos el entusiasmo de los gobiernos por destruir la gran obra de la Revolución».

- «Ochenta y tres reformas se han hecho a la Constitución vigente para lograr y crear el clima esbozado y subvertir impunemente el sistema gubernamental convirtiendo el poder en instrumento de medro personal y medio eficaz para mantener un sistema opresivo en contra de la Nación. Consecuencia de ese hecho es la concentración del mando en las manos de una oligarquía fuertemente unida por espurios intereses…»

 

El cuarto campo es elocuente con respecto del poder del Estado, el intelectual crítico y la dialéctica del combate, entre los saldos de la victoria y la derrota:  

-«En la hora actual, estamos cada vez más en presencia de un Estado totalitario, castocrático, absoluto, embriagado de su poder, para el cual el hombre no cuenta.»

Víctor Serge, 1933.

 

- El intelectual en el que pienso tiene también ese deber: no debe hablar contra los enemigos de su grupo, sino contra su grupo. Debe ser la conciencia de su grupo. Romper las convenciones. De hecho, en los casos más radicales, cuando un grupo llega al poder por medio de una revolución, el intelectual incómodo es el primero en ser guillotinado o fusilado.»

Umberto Eco

 

-«Pero algo comienza a quedar cada vez más claro: no es cierto que perdimos nosotros y, sobre todo, no es cierto que ganaron ellos. La historia cuenta, la que hacemos hombres y mujeres, tiene aún mucho hilo que tejer y no acaba por adivinarse el dibujo ni el color que este gigantesco tapiz que la humanidad habrá de tener. Nosotros, y con nosotros muchos como nosotros, sabemos ya que, en todo caso, el color no es el gris que ahora imponen, ni el dibujo es solo dolor y muerte. Hay también otros muchos colores. Y hay también mucha esperanza ».

Subcomandante Marcos.

 


Gregorio Sosenski. Médico sin fronteras. Perú, 1970.

 

Cierre de palabras

A veces, un epígrafe puede encerrar algo más que un juicio, una ironía o una pregunta, una admonición, por ejemplo:

« Como homenaje al 50 [léase 60, RMB] aniversario del fallecimiento del general Francisco J. Múgica, que debe ser de combate y reivindicación de sus ideas, dedicamos esta investigación biográfica a la memoria del distinguido revolucionario, con el propósito que su pensamiento, su acción y su obra sean evocadas, estudiadas  y retomadas por las jóvenes generaciones, por los que se interesan en la historia de la Revolución mexicana, en la comprensión del curso seguido por ella y por los que se identifican con la perspectiva revolucionaria en México y América Latina. Su vida de inquebrantable fidelidad a la Revolución, servirá como ejemplo para enriquecer la historia revolucionaria con el fin de educar a las nuevas generaciones en el combate contra el oportunismo, la burocracia y la traición de la revolución ».

Gregorio Sosenski

 

Bibliografía

Genette, Gerard. Umbrales. México: Siglo Veintiuno, 2001.

Sosenski, Gregorio, América Latina y México en los albores de la guerra fría. El general Francisco J. Múgica y sus últimos combates en defensa de la Revolución, Morelia: Secretaría de Cultura del Gobierno de Michoacán y la Comisión Estatal del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana, 2013.



[1] Genette, Gerard. Umbrales. México: Siglo Veintiuno, 2001.