2, Octubre de 2011

Los hornos de carbón y “el monte” en Huitzilac

Para varios antropólogos, el aprovechamiento del bosque se reduce a cierta  explotación forestal (madera, leña y carbón vegetal), obviando el hecho de que  el campesino de altura frente al monte, multiplica con él sus interrelaciones, más allá de su economía familiar, y de su saber y experiencia sobre los ciclos reproductivos de la flora y fauna de montaña, silvestres e inducidos, domesticados o no. En general, los estudios antropológicos sobre el Norte o el Oriente de Morelos, han sido demasiado influenciados por determinados modelos interpretativos sobre la economía campesina y su horizonte milpero, así como a su subordinación al mercado interior que es parcialmente acorde con su lógica real. La caracterización de esta franja de la población rural carece de consenso. Adscribirlos como campesinos forestales o con otro término convergente borra muchas veces su identidad o tradición étnico-cultural. El caso que nos ocupa es el de los pobladores alteños de Huitzilac, en particular los que se inscriben en la relación con el monte y en particular con la producción de carbón vegetal, muy venida a menos en las últimas décadas.

 

 

Un campo semántico escindido

A partir del siglo XVI las poblaciones, tanto indígenas como españolas, o en su defecto mestizas, redefinieron sus relaciones con la naturaleza bajo el orden y dominio colonial. Las representaciones de occidente no siempre se pudieron ensamblar con las amerindias, tampoco sus prácticas culturales. La mirada occidental sobre el bosque, llamado también selva o montaña, reprodujo una tradición de miedo asociada a seres maravillosos y malignos, según lo ha documentado con erudición Jean Delumeau. La ambivalencia cultural hispana frente al bosque, por los recursos que les brindaba y los temores que despertaba, incidieron en su horizonte de sentido.


Foto de Ricardo Melgar, 1999

El bosque es un término de uso moderno en el castellano, no se registra con anterioridad a 1490 y forma parte de un préstamo lingüístico emparentado con el catalán y el francés al decir del filólogo Joan Corominas (1983). En el país Vasco, José Homobono (1991) dice que se le llama basoa y que representa el caos en el imaginario social, poseyendo su propio guardián mitológico (Guaeko), entre otros seres maravillosos, que regulan las estrategias de apropiación de recursos. Los rituales de protección movilizan simbólicamente fragmentos o elementos del bosque. El uso actual del término castellano se enlaza con otros términos: monte, montaña y selva. Y en la España contemporánea, el antropólogo Carmelo Lisón, menciona que casi no se usa en Galicia y que el entorno que presunta designa es sustituido por categorías nativas  como: fraga, carballeira, soto (castañar), etc. Y según sus particularidades se pueden identificar las presencias de los seres míticos y maravillosos; así el trasno gusta del soto al amparo de la nocturnidad para golpear los castaños y cortarles sus ramas a golpe de hacha. En función de ello recupera los rituales de protección.

Huitzilac no es ajeno a estas tradiciones foráneas, que en parte se explican por el desarrollo a lo largo de ocho décadas de fraccionamientos campestres y de un número creciente de migrantes avecindados en ellos. Lo anterior, ha constituido una veta negativa de depredación del monte y ha generado una crisis en el imaginario social. Las contraídas poblaciones nativas de origen nahua, han alterado sus relaciones con el monte y sus recursos, sumándose a la onda depredadora del circuito mercantil a través de la tala indiscriminada, la producción de carbón y la extracción de tierra. La pobreza y el desarraigo frente a las tradiciones culturales nativas de una franja importante de las nuevas generaciones, las ha inducido a cumplir un papel depredador. Para algunas familias de origen nahua, el monte ya no es la zona liminar hacia la matriz terrestre, aunque se muestran recelosos sobre la presencia del Señor del Monte y de otros seres extraordinarios. Recordamos un testimonio tomado a finales de los noventa, en esa zona fronteriza del monte entre Coajomulco y Tres Marías. Una familia mantenía en cautiverio a un venado contra el parecer de vecinos y comuneros y contra la prescripción del Señor del Monte, cuando comenzaron sus integrantes a contraer una extraña enfermedad, decidieron soltarlo para recuperar así la salud. El equilibrio y el respeto en las relaciones del hombre con la naturaleza, constituye un valor en crisis, que otrora cautelaba  dicho personaje mitológico.


Foto de Ricardo Melgar, 1999

 

El monte y el carbón en Huitzilac

El monte, para los lugareños de mayor edad conocedores del mismo y de sus usos, está en crisis. Don Gulfrano García en 1999 sentenció: “está terminado...lo han terminado”. El campo semántico nahua sobre el monte se ha contraído. Tépetl, a veces, es usado como sinónimo de monte, aunque refiere principalmente cerro, simbolizado como contenedor de agua. En sentido estricto, cerro y monte son diferenciados, más allá de su vinculación. Las referencias sobre los cerros varían según las localidades de adscripción, así por ejemplo, don Marino Cedillo, nativo de Coajomulco menciona al: Chichinatzin, Cihuatepetl, Huilotepetl, y el Xalitoxahuic (Cedillo, 2003:13). En cambio, desde Huitzilac se refieren al: Tezoyo, Tepeyahualco, Tuxtepec, Zacalocohaya, Mirador, Piedra Quila, Atexcapan,  Cuatepetl, Zempoala (Doncella), Alumbres y Manteca. Desde la localidad de Tres Marías los lugareños coinciden en que Tres Cumbres, es su punto de referencia.


Foto de Ricardo Melgar, 1999

Los contados carboneros de Huitzilac no recuerdan el vocablo náhuatl que designa al carbón. Les basta la palabra castellana para referirse a su materia de trabajo estacional. El carbón, más allá de sus valores de uso y de cambio, exhibe una dimensión cultural que orienta su proceso de producción y su simbólica presencia en algunos rituales. Recordemos además, que el carbón aparece en algunos mitos prehispánicos. Uno de ellos, de procedencia tzotzil, menciona que algunos hombres que sobrevivieron al diluvio, por comer carbón se convirtieron en monos.

Hacia 1746, Joseph Antonio de Villaseñor, nos ofrece una breve reseña demográfica de los pueblos de Huitzilac y Coajomulco, situados a 3 leguas de Cuernavaca, marcando para el primero la existencia de 242 “familias de indios” y para el segundo, 80 familias. Entre las tres principales actividades académicas figuraban los “cortes de madera” y las “crecidas porciones de carbón”, que conducen a México donde diariamente lo expenden (Villaseñor, 1746: XXXVII).

Manuel Mazari, en su mapa biológico y geográfico del Estado (1921) ubicó dos zonas productoras de carbón vegetal flanqueando tanto el lado noroeste de Tres Marías como su lado este. Cuando se construyó el campamento ferroviario de Tres Cumbres, localidad conocida como Tres Marías, la carga de carbón y de madera fue creciendo en el hinterland boscoso de Huitzilac, afectando su otrora riqueza biótica. Muchas especies arbóreas desaparecieron, sobreviviendo los pinos y encinos y algunas otras muy raleadas. El impacto depredador del bosque huitzileño se debió más a la tala que a la producción de carbón. Mazari en su controversial inventario de flora y de la fauna  del bosque alteño  de Huitzilac da algunas pistas sobre la contracción biótica durante las últimas nueve décadas. En el entorno de Coajomulco, se pueden todavía identificar las siguientes especies arbóreas: ocotl, oyametl, tamazkitl, llitl, tepetomatl, ahuatl, ahuacachili, cihuatli, copalcuahuitl, kuanextli, tehuetzpatlach, ixpepetz, kimich ahuatl, texcalahuatl, ahuapapatla, izmahitl, tepehuaxi, tonalcoxihuitl, texoco kuahuitl, capulcuahuitl, tzapocuahuit y zahualisca.

La escritura cartográfica de Mazari signó de norte a sur la presencia de las siguientes especies de árboles: roble, cedro blanco, pino y encino. Mazari, agregó a la floresta otras plantas: clarín de la selva, cardenal y no me olvides. Y en lo que respecta a las aves, reptiles e insectos menciona la presencia de: alondras, águilas reales, zopilotes reales, carpinteros reales, iguanas, axolotes, gavilanes polleros, canarios de siete colores, grillos, hormigas bravas, arañas (domésticas y mosqueras), pulgas y piojos. Las presencias de la fauna, parecen sugerir una cierta ambivalencia entre sus gustos y aprehensiones, mientras que sus ostensibles ausencias, revelan su lejanía e ignorancia.


Foto de Ricardo Melgar, 1999

Teresa Cedillo, originaria de Tres Marías, quien nació con el siglo XX, nos comunicó que la carga de carbón, leña y piedra destinada para su transporte en ferrocarril con destino a Cuernavaca o a la ciudad de México, se apilaba cerca del andén o en el parque San Juan: “Lo que se producía aquí era madera y carbón. El Carbón, antiquísimo, lo llevaban de Tres Marías, pa’ Cuernavaca y para México poquito. “

El consumo del carbón como combustible para el fogón de las casas de los diversos asentamientos del Municipio de Huitzilac fue muy importante hasta 1960, según lo acredita el Censo del mismo año. 690 casas que equivalen al 93 por ciento de las existentes, reportaron el uso de carbón o leña. (INEGI, VIII Censo de población y vivienda, 1960).

El carbón es un recurso generado por los huitzileños, aunque venido a menos durante el último cuarto de siglo. Don Gulfrano García nativo de Huitzilac, nacido en 1918 y muy versado en las tradiciones locales y productor de carbón nos informó en unas entrevistas realizadas en 1999 que los hornos se construyen durante la estación de secas, y aún durante el inicio o el final de la estación de lluvias: “estoy horneando un horno y si, no lo cuida uno se quema y hay que estarlo cuidando.” Testimonia que el número de carboneros es escaso en la actualidad, otra cosa era en “en la mera época del carbón”, cuando se llevaba la carga a caballo a la estación del ferrocarril en Tres Marías para que se revendiese en la ciudad de México.


Foto de Ricardo Melgar, 1999

Don Gulfrano nos mostró las diferentes fases del proceso de construcción de los hornos de carbón, la cual se inicia escogiendo un pequeño claro en el monte cercano a la fuente de abasto de leña de encino. El acopio y selección de ramas para el armado del esqueleto de la bóveda del horno, la elección de la entrada y los respiraderos está asociada a los vientos, el encubrimiento con barro que recubre el armazón de ramas, el acopio y corte de leña para alimentar el horno para la producción de carbón, la disposición dentro del horno de los leños, el uso de astillas de ocote para prender el horno, los turnos y días de vigilancia y observación de los hornos. Destacaremos la puesta ritual de una pequeña cruz en la bóveda del horno que cumple una función protectora frente a las amenazas del fuego y de los seres malignos o maravillosos. Algunas de las fotos ilustran parcialmente el proceso de construcción y funcionamiento.


Foto de Ricardo Melgar, 1999


Foto de Ricardo Melgar, 1999


Foto de Ricardo Melgar, 1999

 

Bibliografía

Cedillo Flores, Marino, Historia y tradiciones de San Buenaventura Coajomulco, México, INI, 2003.

Corominas, Joan, Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Madrid: editorial Gredos, 1993 (véase “Bosque”, p. 103).

Homobono, José Ignacio, “Ámbitos culturales, sociabilidad y grupo doméstico en el País Vasco” en: Antropología de los Pueblos del Norte de España, Madrid: Universidad Complutense y Universidad de Cantabria, 1991, pp.  83-114.

Lisón Tolosona, Carmelo, Antropología cultural de Galicia, Madrid: ediciones Akal, 2004.

Mazari, Manuel, 1968: Bosquejo Histórico del Estado de Morelos, Talleres gráficos de la Cámara de Diputados del Estado de Morelos, Cuernavaca.

Melgar, Ricardo, entrevista a doña Teresa Cedillo, Tres Marías, 17 de octubre de 1997.

__________, Entrevista a don Gulfrano García, Huitzilac, 13 de marzo de 1999.

Lomnitz-Adler, Claudio, 1979"; Clase y etnicidad en Morelos: Una nueva interpretación" en América Indígena, vol. XXXIX, núm.3, julio-septiembre, pp.439-475.

Villaseñor y Sánchez, Joseph, 1746: Theatro Americano. Descripción General de los Reynos y Provincias (edición en facsímile de los capítulos XXXVII, XLI y XLII, bajo el subtítulo "La Región de Morelos en 1746", nota de Valentín López), Summa Morelense.