Percibir, mirar y reflexionar sobre el otro, es mirar hacia nosotros mismos a través de la ventana de la humanidad.
Con el resto de la naturaleza compartimos el sentido de la percepción a través de los sentidos; pero solo nosotros miramos, es decir descubrimos los exteriores y podemos introducirnos en los complejos vericuetos del interior para descubrir sus componentes.
Pero solo quienes miran su propia imagen reflejada en el otro pueden cruzar la ventana del cuerpo y del espíritu para querer, conocer y accionar por el otro. Sólo de esta manera se puede tener intereses, afectos en el otro como en uno mismo.
Ventana de la casa de Hueyapan, Morelos. Foto de Rafael Gutiérrez
La arquitectura, como todas las ciencias puestas al servicio humano, dispone de la ventana como uno de los instrumentos significativos para llegar hasta el otro.
Ventana de la casa de Alpanocan, Puebla. Foto de Rafael Gutiérrez
Uno, al mirar desde la ventana descubre el mundo fascinante del otro en medio de diversos objetos. Este mundo es diferente de acuerdo a la forma como se estructura la sociedad. En las casas rurales, la mirada se encuentra con patios llenos de flores con las que por las tardes, cuando las faenas cotidianas han bajo su intensidad, la señora de la casa platica y observa los juegos de los niños; los productos del campo llegan a la casa de las más diversas maneras: en lomo de animales, en automotores o en el ayate del campesino, en su cara se refleja su satisfacción o su preocupación, por los resultados. Hoy el campesino preocupado no tiene tiempo para reconstruir su vida si el campo ya no lo alimenta: entonces lo abandona y alucinado por falsas sirenas tecnológicas, se lanza en busca de otras tierras. En el patio, todavía pululan por doquier los animales menores domésticos que aportan sus sonidos en escalas musicales diferentes, a la sinfonía rural. Más allá del patio, se observan algunos árboles frutales que todavía, despierta la inquietud de los jóvenes: los mayores guardan todavía, el recuerdo de las frutas tan variadas en otro tiempo, y todavía más allá, está el corral de animales grandes que también apoyan el costo de vida.
Las ventanas rurales todavía son el medio de comunicación con la vida social y quizá por eso llaman la atención de quienes van de paso.
En estos objetos podemos conocer, alguna manera, cómo es el otro y concluimos con que no es diferente de mí.
Esta vida y esta arquitectura tan simplificada, se encuentra ahora en proceso de extinción, como en proceso de extinción parece estar nuestra identidad cultural y nuestro Patrimonio. ¿Qué heredaremos a nuestros hijos y nietos? A lo mejor ellos ya no lo necesitan y las extensas ventanas de la vida urbana, exhibirán los objetos de clase que tiene su propietario: sala de piel, comedor neoyorkino y los títulos nobiliarios que muestra el pedigrí social.
Ventana de las casas de Zacualpan, Morelos. Foto de Rafael Gutiérrez
Verano septembrino de 2011