El tren como metáfora
Los ferrocarriles están de moda. Además de ser medios de transporte fundamentales, son parte de la historia del país, y han sido también objeto de ocurrencias presidenciales, como la de su absurda venta y desmantelamiento como sistema público de comunicación por parte de Ernesto Zedillo en 1995[1] o de su actual impulso como puntal de un proyecto cuestionable desde no pocas aristas, y más aún: los trenes son una metáfora pertinente sobre la situación que hoy el Instituto Nacional de Antropología e Historia está atravesando.
En un tren, los vagones, articulados unos con otros, conforman su columna horizontal, pasiva, dependiente en todos sentidos, arrastrada por una locomotora. Sin embargo, ésta no se manda sola: sigue una vía fija, un camino de fierro definido donde los rieles, apoyados en durmientes y adecuados a las particularidades del terreno, concretan la orientación de la ruta. Tienen una dirección y un sentido. En esas condiciones, los viajeros pueden desentenderse de la conducción y disfrutar del paisaje, departir, dormir, leer, beber, importunar al vecino, jugar dominó, realizar actividades de diverso tipo e intensidad mientras se les lleva, lo que sigue siendo uno de los atractivos, sin duda, de viajar por tren.
Once de enero de 1957: el conductor Ezequiel Luna agradece de corazón el haber salvado la vida al caerse de la cabina de la locomotora 531. Fuente: http://retableros.blogspot.com/2008/07/los-ferrocarriles-en-mxico.html
De ahí que ante el ejercicio profesional de preguntar –esencial de nuestro oficio como investigadores– quepa interrogarnos: ¿Es el INAH un vagón, y en su caso, de qué tren? ¿O es locomotora y en qué ruta? ¿Quién, en los hechos, lo conduce? Y sus integrantes ¿Se encuentran almacenados en la sección de carga? ¿Son pasaje cuya función es ocuparse de sí mismos? ¿O participan en el diseño, mantenimiento y actualización de la maquinaria, de la vía y de su sentido? o ya en un sentido más amplio, ¿Quién determina hoy la ruta de la cultura en el país, o mejor, quién determina la función del Estado en torno a ella?, ¿los vagones?, ¿el pasaje?, ¿los bultos transportados?, ¿los durmientes?, y a su vez ¿hay una sola ruta? ¿Quién o quiénes, para quién o quiénes y para qué fin se traza esa ruta o el itinerario a seguir?
Esto es, luego de ochenta años de servir al país a través de sus diversas vicisitudes políticas (SNPICD-INAH, 2019) ¿se tiene claro cuál es el proyecto que corresponde al INAH conducir? ¿Y lo puede hacer, si acaso se encuentra enganchado a un convoy de conducción errática o incierta?
Aun sin la experiencia de haberse trepado a un ferrocarril, no porque no alcanzara boleto, sino porque no existían aun en su época, el pintor flamenco Pieter Brueguel nos brinda otra imagen relativa a nuestra materia de reflexión que constituye además una advertencia de aquello que debemos evitar: se trata de “La parábola de los ciegos”, pintada en 1568 e inspirada en ciertas palabras que habría afirmado Jesucristo (Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo), a lo que el pintor quiso dar su propia lectura: que cada cual reconozca su propia ceguera… y desde luego, es importante no seguir la de los demás (Fulwood Lampkin, en: https://historia-arte.com/obras/la-parabola-de-los-ciegos).
Fuente: https://historia-arte.com/obras/la-parabola-de-los-ciegos
Y es que, como bien se sabe en la teoría de la complejidad, es más relevante la dirección que la magnitud. Así, la magnitud de los recursos asignados a una tarea (léase presupuesto) aunque necesaria, importa menos que la dirección misma del proceso (esto es, su conducción y sentido).
Lo anterior viene al caso en el proceso de recorte de fondos federales destinados al Instituto Nacional de Antropología e Historia, que no se inicia en el actual sexenio: constituye una política transexenal originada en administraciones previas a la actual, a la que se añadió la puntada presidencial, en 2015, de retirar al INAH de su adscripción a la Secretaría de Educación Pública, para asignarlo a una nueva dependencia: la Secretaría de Cultura.
Ambas medidas, y en particular su continuidad, forman parte del nodo problemático que hoy enfrenta la Institución.
El acatamiento
Se puede entender que la relevancia de una institución como el INAH sea materia no siempre comprendida a cabalidad o incluso ni medianamente por funcionarios ajenos a la misma; es más: cabe preguntarnos cuál es la relevancia de la institución desde la perspectiva de la población en general. En todo caso y de manera inmediata, lo que resulta incomprensible es que, desde la misma institución, no se pongan en evidencia, como bien se puede y debe, de manera categórica y eficaz, los hechos y argumentos irrebatibles ante la tarea, crítica y determinante, de generar conciencia al respecto entre funcionarios de gobierno y legisladores.
Sin esa conciencia clara, proveniente de una fundamentación evidenciable a lo largo de tantos años de trabajo del INAH en sus diversos ámbitos (SNPICD-INAH, ibíd.), no existen condiciones objetivas para la defensa de su presupuesto, como no sean las que emanen de la acción articulada de sus propios trabajadores, funcionarios, estudiantes y grupos sociales.
Frente a ese reto, resulta lamentable que antes de generar una confluencia de esfuerzos con los propios trabajadores y población para la defensa del INAH, sus funcionarios directivos han optado por minimizar, eludir e incluso descalificar las exigencias de congruencia básica que plantean sus mismos trabajadores y estudiantes, a fin de preservar la integridad de la institución.
Algo que puede explicar esta desafortunada decisión de enfrentar las condiciones adversas en solitario, ha sido la aceptación prácticamente incondicional, en los hechos más que a nivel discursivo, de esos recortes sistemáticos y progresivos, y de los efectos de la actual adscripción del INAH a una dependencia carente de proyecto y conducción como es la Secretaría de Cultura, lo que ha adquirido ya un alcance inédito en la historia del Instituto. El acatamiento del INAH a esa estructura y a su alcance, a costa del mismo, está, en los hechos, a la vista.
Cabe en ese sentido mencionar, respecto a la estructura a la cual se encuentra adscrito el INAH y heredada mecánicamente por el Presidente López Obrador, que la Secretaría de Cultura quedó en evidencia, en su cuestionable conducción y proyecto, a propósito del reciente segundo informe de gobierno 2019-2020, donde sin desglosar su presupuesto, se mencionó un total modificado de gasto de 10,685.5 millones de pesos, de los cuales se desembolsaron 5,277.8 millones, esto es el 49.39%, y donde destacó a su vez la falta de explicaciones sobre el ejercicio de sus facultades, la inexistencia de una política cultural definida y la falta también de explicación sobre el proyecto “Los Pinos-Bosque de Chapultepec”, el cual ha sido señalado como una “propuesta sin proyecto ni plan maestro que justifique y regule la pertinencia, diseño, costo y licitación de las intervenciones que se realizarán en el bosque” (González, 2020:67).
Lenguaje corporal: la titular de Cultura en el extremo izquierdo y a su lado, en contrastante postura, el coordinador del proyecto “Los Pinos-Bosque de Chapultepec” (imaginando acaso lo que hará con los 3,508 millones de pesos del presupuesto de egresos de la Federación que le han sido programados para 2021, mientras otro de los funcionarios lo mira tal vez con envidia). Fuente: Foto de Benjamín Flores, Proceso 2288, septiembre 6 de 2020
En ese marco, la situación por la que atraviesa el INAH no se debe soslayar, aunque no falte quien, dentro y fuera de la institución, considere que todo aquello que no sea la anuencia tácita a esos recortes, a esa adscripción y a sus consecuencias evidentes, y que implique por tanto cuestionar irregularidades, expresa “conservadurismo”, se inscribe como parte de la sin duda insidiosa y falaz campaña mediática que añora las pasadas administraciones del robo, el abuso y el entreguismo que motivaron los categóricos resultados electorales del 2018, o se trata de un gratuito ánimo de “confrontación”, cuando precisamente desde el conocimiento de la relevancia y trascendencia del INAH, eludir las evidencias de incoherencia es encubrirlas, y soslayar esas políticas de continuismo y precarización es admitirlas, confrontando ciertamente así, en cambio, el sentido y la viabilidad misma de la institución desde esa perspectiva miope y timorata.
La continuidad
Los recortes al presupuesto del INAH se han dado desde antes del inicio del presente sexenio. Como efecto de su continuidad, la institución viene arrastrando de sexenios atrás un déficit de recursos que obliga sistemáticamente a gestionar extensiones y fondos insuficientes, incluidos los denominados “autogenerados”, provenientes del ingreso a zonas arqueológicas y museos que siempre se le han escatimado. La gama de efectos de ese proceso de precarización ha incluido la agudización a su vez de otras insuficiencias de larga data; sin embargo, pese a ello, el INAH ha mantenido en términos generales una presencia significativa y un alto nivel de productividad en sus ámbitos de responsabilidad, lo que puede explicarse en buen grado por la identificación de muchos de sus trabajadores con el sentido mismo de la institución, y de la percepción positiva de ciertos sectores de la sociedad al respecto.
Viñeta de Andrés Rábago, El Roto (reproducida con su autorización)
Sin embargo y de manera paradójica, estos recortes y otras medidas de precarización (SNPICD-INAH, ibíd) se han instaurado a pesar de una creciente necesidad de acciones y de presencia al INAH en todas sus ramas y disciplinas, por efecto de nuevos retos y problemas resultantes de la dinámica demográfica del país, de sus procesos de urbanización y desplazamiento de la frontera agrícola, de las implicaciones socioculturales propias de era actual, de los complejos y acelerados procesos tecnológicos de transformación cultural, de la afectación a las condiciones de vida de su población, de los impactos antropogénicos en los territorios que inciden en su diversidad biocultural, e inclusive de graves contingencias, como las sísmicas. Todo ello implica requerimientos de personal y recursos a una institución holística que conjuga necesariamente ámbitos y escenarios muy diversos. Así, desde tiempo atrás (Hersch, 2013) la estructura operativa del INAH se ha visto presionada a tal grado, que muchas de las responsabilidades críticas de la institución han ido recayendo en personal que trabaja en condiciones contractuales de alta precariedad en sus diversas áreas de investigación, conservación, difusión, docencia, atención al público, mantenimiento, logística, administración y otras, como si el sentido y la responsabilidad mismos de la institución fuesen a su vez transitorios, eventuales o contingentes.
La gama de situaciones problemáticas que el INAH enfrenta hoy, obliga a fundamentar su defensa como institución no sólo esencial para el país, sino particularmente necesaria en este momento histórico, en que los retos de convivialidad y de sentido, de futuro como colectividad, de ordenamiento territorial, de ubicación y arraigo, de responsabilidad hacia el futuro y de ponderación histórica en ese marco se han agudizado. Y es que la situación crítica que atravesamos en términos ambientales y socioeconómicos no denota solamente insuficiencias técnicas, sino vacíos de sentido que si bien, por supuesto, no recaen en una sola institución ni sólo en el Estado, éste parece no percatarse a cabalidad de que cuenta con instituciones como el INAH que aportan referentes en el afrontamiento de estos retos, muchos de ellos inéditos.
Pareciera que nuestros pueblos, originarios o no, por efecto de la colonialidad, la mercantilización a ultranza y el patriarcado persistentes, por la tónica dominante de los medios de comunicación, por las insuficiencias educativas y en particular por las condiciones de inseguridad, precariedad económica y desesperanza, no tuvieran capacidad alguna de proyectar su propio futuro, de imaginar un presente mejor, y se vieran necesitados de proyectos ajenos e inconsultos, a ser impuestos al margen de su voluntad y de su interés. Esta impostura se traduce en una pregunta clave, soterrada históricamente: ¿Cuáles son los proyectos de nuestra gente? Y es que, como todo joven debiera saberlo, si las personas (como las colectividades) carecen de un proyecto propio, acabarán subordinadas a un proyecto ajeno. Esa es una lección de vida y a la vez es una lección de nuestra historia.
Sin embargo, la función central del INAH, que remite al proyecto de una nación pluricultural es, para muchos, asunto del pasado, no del futuro. Y el problema básico no es sólo que se malentienda o desconozca la relevancia crítica de una perspectiva antropológica e histórica para la vida del país, entendida como la vida de sus habitantes, sino las consecuencias concretas que implica la continuidad de esa lectura limitada del país y de su población en las políticas públicas, lo que las vulnera, al prescindir de un proyecto propio orientado al bien común, resultando así funcionales a la crisis multifacética de hoy.
La expresión presupuestaria de una visión limitada y limitante
Confirmando esa doble continuidad transexenal ya referida del INAH, de recortes y de su adscripción a una limitada y a la vez limitante Secretaría de Cultura, nos topamos con la nueva propuesta de egresos de la Federación para el 2021, presentada recientemente. La distribución diferencial de recursos que plantea, lleva de inmediato a preguntarse, inevitablemente, por los criterios seguidos y su origen, y de entrada, por la responsabilidad jurídica y profesional de los funcionarios directivos del INAH y de la mencionada Secretaría en ese proceso. Las cifras son contundentes, pero queda aún la posibilidad –si media la convicción y no el acatamiento a ultranza– de una negociación fundamentada que reconozca la pertinencia, el cometido y el potencial de la institución.
En una primera aproximación general, el proyecto de egresos de la Federación planteado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para el 2021, concede preminencia a rubros esenciales en el campo de la salud y la educación, así como a rubros relativos a programas sociales cuyo análisis no es objeto de esta reflexión. En lo que corresponde a las dependencias del Poder Ejecutivo, los términos de prioridad y orden descendente en cuanto al porcentaje del presupuesto asignado a cada rubro ello se presenta en el Cuadro 1.
Cabe mencionar que el Cuadro 1 no cubre rubros de gasto propuestos para 2021 correspondientes al Poder Legislativo, al Judicial y órganos autónomos, ni incluye entidades como el INE, PEMEX, CFE, IMSS o el ISSSTE[2].
En otra aproximación (Cuadro 2), se puede analizar brevemente la distribución diferencial entre los recursos financieros aprobados para el 2020 y los planteados para el 2021, contrastando lo asignado a ciertos rubros, considerados aquí como significativos: un bloque conteniendo a la Guardia Nacional, Defensa Nacional y Marina, en orden decreciente en cuanto al porcentaje de diferencia respecto al año en curso; un segundo bloque, correspondiente a tres de los megaproyectos sexenales, el Tren “Maya”, el Aeropuerto Felipe Ángeles y la Refinería de Dos Bocas, en ese mismo orden decreciente, luego la Secretaría de Turismo y finalmente la Secretaría de Cultura.
Independientemente del diverso monto de las asignaciones, todos los rubros seleccionados en el cuadro anterior tuvieron un incremento, siendo el menor de ellos el de la Secretaría de Cultura. En el primer bloque (que no incluye las asignaciones a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana)[3], destaca el aumento mayor a la Guardia Nacional (21.8%); en el segundo, notoriamente, el incremento al Tren “Maya”, disparado al 1,351.5%, que es el mayor de todo el cuadro; en tanto, comparando el incremento entre las secretarías de Turismo y Cultura, al primero se le asigna un incremento del 645% contra un 3.4% asignado a Cultura. Esta notoria diferencia obedece a que, de los 38,600 millones de pesos asignados a Turismo, 36,000 están destinados también al Tren “Maya” (Puga, 2020a y 2020b), lo que sumaría un total de 72,288 millones asignados a dicha obra. También en términos absolutos, la Secretaría de Cultura ocupa en esta aproximación el último lugar en el monto de fondos asignados. Así, cabe preguntar ¿qué entienden por “cultura” los funcionarios que determinan las asignaciones? ¿con qué criterios o parámetros se estructura el proceso de prelación entre dependencias ante el presupuesto a ser asignado?, y ¿cómo se refleja en estas cifras (esto es, no discursiva ni retóricamente) la responsabilidad crítica de sensibilizar a dichas instancias y funcionarios respecto a la relevancia del INAH y de otras dependencias escindidas de la Secretaría de Educación Pública y adscritas a la Secretaría de “Cultura”?
Esas preguntas vuelven a surgir ahora intensificadas ante el cuadro 3, que presenta la contrastación entre algunos rubros significativos del presupuesto de egresos 2021 al interior de la Secretaría de Cultura. Ahí se puede apreciar no sólo que, en contraste con el bajo porcentaje de incremento global a dicha dependencia, de 3.4% (Cuadro 2), el porcentaje diferencial asignado al INAH es además negativo, de menos 2.5%. Como si eso no bastara, un nuevo proyecto, el del “Complejo Cultural Bosque de Chapultepec”, tiene un monto asignado de 3,508 millones de pesos, lo que lo ubica entre lo destinado al INBAL y lo asignado al INAH. De hecho, hay que destacar que ese monto equivale al 25.98% (la cuarta parte) del presupuesto total previsto para el Ramo 48 (Cultura) en el ejercicio 2021 (Quiroga, 2020)
La lectura de esta asignación es crítica, considerada como un “capricho muy costoso”:
Podemos afirmar por adelantado que este sexenio (en materia presupuestaria para el Ramo 48 de Cultura) está terminando… con la reorientación del gasto, con la focalización al centro del país, con apostar todo al prestigio de un solo artista (Gabriel Orozco) en detrimento de toda la comunidad cultural y siendo prospectivos con que no van a dejar a Chapultepec a la mitad, podemos ver lo que le espera al resto de los sectores de Cultura para los próximos años. Este proyecto está pasando y pasará por encima del INAH, del INBAL, de las instituciones longevas que soportan a la cultura (Lara, citado en Quiroga, 2020)
Son las instituciones, como el INAH y el INBAL las que más han salido perjudicadas, sobre todo porque los más agraviados serán sus trabajadores, desde investigadores hasta artistas y gestores…El presupuesto debería estar aplicado a las instituciones culturales, es decir, al INAH, al INBAL, al desarrollo de los proyectos que tienen… Reducirles el presupuesto es ir en contra de la historia, de su preservación, así como de los investigadores que se dedican a difundirla, a fomentar la creación… (Lara, citado en Muñoz, 2020)
A su vez, el Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (Moccam) caracterizó al presupuesto de egresos de la Federación asignado a Cultura en los siguientes términos:
Mientras el presidente y múltiples funcionarios anuncian que los recortes obedecen a la lógica de primero los pobres y al sostenimiento de los programas sociales, el gasto público en un solo megaproyecto (Chapultepec) en la capital en un año de recesión, ante las numerosas exigencias de la comunidad artística del país para reactivar la vida cultural y apoyar a los artistas desempleados, es una insensatez y una ofensa (Rivera, 2020)
El apoyo a los más desprotegidos no debe estar condicionado a restarle presupuesto a ámbitos indispensables para la vida libre y democrática del país, como salud, derechos humanos, cuidado del medio ambiente, ciencia, deporte, arte y cultura. Ésa es una falsa dicotomía: los ciudadanos no debemos renunciar a ningún derecho para satisfacer ningún otro, mucho menos para financiar un proyecto faraónico e innecesario, especialmente en medio de una crisis como la que vivimos actualmente… (Rivera, 2020)
Y es que en contraste con el costoso capricho ya referido, los órganos desconcentrados y otras entidades de la Secretaría de Cultura han sido sometidos a un recorte muy significativo en la propuesta para 2021, no sólo al INAH (-2.5%) e INBAL (-1.65%), sino a IMCINE (-19.43%), Radio Educación (-4.67%), al Centro de Capacitación Cinematográfica (-17%), a los Estudios Churubusco (-17.7%), al Canal 22 (-16.46%), a Indautor (-8.58%), así como Festivales, Fomento a la Lectura, PAICE y PACMyC (Rivera, 2020).
En tanto, el analista Carlos Lara concluye:
Este proyecto (Complejo Cultural Bosque de Chapultepec) sólo hará que se voltee a ver más al centro del país, cuando lo que se requiere es detonar y generar un dinamismo a diferentes zonas de la República, como se había planteado inicialmente en el gobierno... Se decía que este trabajo iba a ser digno de acupuntura, pero no es así, porque lo que hicieron fue poner todas las agujas donde no hay dolor, que es Chapultepec, donde además hay oposición de los vecinos, pero al igual que el Tren Maya, pasan por encima de las comunidades originarias, de los planes parciales y de los derechos ambientales. Es la decisión de una sola persona y eso se me hace más lamentable que el presupuesto en sí...
Al enfocarse en Chapultepec se le está invirtiendo dinero donde menos se necesita, ya que tampoco cuentan con una justificación sociocultural entendible para seguir desarrollando ese proyecto… la única alternativa viable para hacer entender a las autoridades que otras instituciones deben ser igual o más de apoyadas que Chapultepec, es que se alce la voz... ¿Qué podría hacer la diferencia? Funcionarios con carácter, que digan ‘no podemos avalar esto, perdón’. Y no digo que se tiren al vacío o renuncien, pero sí levantar la voz. La secretaria de Cultura federal no lo va a hacer, ella es una empleada del presidente y así se asume… (negritas añadidas, Lara, citado en Muñoz, 2020)
Será pertinente conocer el parecer de los trabajadores académicos y no académicos del INAH al respecto, y en particular el de aquellos que se encuentran en condiciones de precariedad contractual, el de aquellos que por ello han quedado fuera de la institución, y el de los estudiantes de sus escuelas. No de menor relevancia será impulsar al respecto el debate al interior del INAH, y a su vez, involucrar en lo posible a las comunidades que, simple y llanamente, en una naturalizada exclusión, no figuran como interlocutoras en este asunto de interés público.
Fuente: Reporte Índigo: https://www.reporteindigo.com/piensa/cultura-sin-futuro-para-presupuesto-2021-austeridad-disminucion/
En una aproximación sucesiva, el Cuadro 4 focaliza al INAH en la continuidad de su progresiva precarización transexenal, presentando algunos elementos en la evolución de su gasto en el 2020 y sus perspectivas para el 2021, y ello sin tomar en cuenta la eventualidad de que se instaure de nuevo el brutal recorte del 75% del 23 de abril de 2020, que entonces fue calculado en 739 millones de pesos de acuerdo con la Dirección General del Instituto (26 de mayo de 2020)
El cuadro presenta la suma del gasto reportado en el INAH de enero a abril del año en curso, con la proyección del mínimo necesario de entonces a diciembre, resultando un cálculo de 4,751 millones de pesos considerados para el 2020, lo que se traduce en 931 millones menos que lo propuesto para el 2021. Está a la vista una nueva crisis o su agudización, en esta insuficiencia tan crónica como naturalizada.
Estas cifras fueron dadas a conocer el 26 de mayo por la Dirección General del INAH, pero no espontáneamente, sino por efecto de la oposición a los mencionados recortes del 23 de abril (Amador, 2020a y b; AAVV, 2020; Díaz y Piñón, 2020). Una importante reacción se concretó a partir de una carta propuesta por el colega Bolfy Cottom y presentada el 20 de mayo del 2020 por un grupo de investigadores del INAH y que alcanzó miles de firmas. A raíz de ello, el diario El Universal recabó la aguda opinión, de recomendable lectura, de Alfredo López Austin, Eduardo Matos, Antonio García de León, Rogelio Martínez Baracs y del mismo Cottom (Díaz y Piñón, 2020), aquí sintetizada:
El INAH, en sus 80 años, ha sido una institución indispensable en la construcción de los valores del pueblo mexicano. Sus esfuerzos han sido descomunales y sus resultados exitosos, pese a la proverbial precariedad de su presupuesto desde los sexenios anteriores. Ahora se pretende reducir dicho presupuesto a tales límites que convertirían esta benemérita y monumental institución en un inmenso organismo incapaz de operar. ¿Ahorraremos los mexicanos al mantener un ente gigantesco que no puede cumplir sus funciones? No entiendo esta política destructiva (A. López Austin)
No es con la presencia del coronavirus que desgraciadamente afecta al mundo, por lo que se merman los presupuestos, ya que desde el año pasado veíamos la afectación a la cultura y la ciencia… En fin, una errática política económica que viene desde antes… (E. Matos Moctezuma)
El recorte del 75% obliga a detener casi todo lo referente a investigaciones, trabajos arqueológicos, difusión cultural, restauración, mantenimiento de sitios y la actividad de los museos, incluida la seguridad… (tengo) la poca esperanza de que la actual administración modifique su política de golpeteo a la educación, la ciencia y la cultura: lo que menos hubiéramos esperado de un gobierno que se dice de izquierda... En sus 80 años el INAH ha realizado la función de salvaguardar del patrimonio cultural de México… es una institución que “puede y debe” reformarse, pero a través de una verdadera transformación... que no parta de los prejuicios religiosos que hoy predominan en el partido dominante y sus diputados, o de las fobias evangélicas del nuevo presidencialismo hacia todo lo que represente mejoramiento educativo, investigación, apego a la realidad y crítica científica (A. García de León)
El INAH casi siempre ha sido considerado por la clase política como algo prescindible… lamento que se dé la misma situación en un gobierno que se considera ‘diferente’ pero que en la práctica ha resultado más conservador y autoritario en muchos aspectos… el Instituto necesita un presupuesto digno que le ha sido escamoteado desde los gabinetes económicos del ‘periodo neoliberal’, que no ha concluido, sólo ha cambiado de narrativa; (necesita) reforzar campos de investigación que no giren solamente alrededor del turismo y con el fortalecimiento de los miles de sitios históricos y arqueológicos, de los cientos de museos, así como de las escuelas de restauración e investigación... Se trata de una institución pionera, que no merece el trato despectivo y sordo que se le está dando, ni la serie de golpes coordinados desde la Secretaría de Hacienda y por órdenes del Ejecutivo. Si estas instituciones se destruyen a machetazos y violando todo tipo de convenios y derechos laborales, como hoy se pretende desde las alturas del poder, costará décadas echarlas de nuevo a andar (A. García de León)
La reducción no se justifica por la presente pandemia. Es sumamente preocupante que el gobierno ataque con tanta saña las instituciones culturales del país… Vivimos en todo el planeta un proceso de aumento del poder de autócratas en muchas de las grandes potencias, México no es la excepción, y ya sabemos que el poder enloquece… Como en el siglo XVI, son varias las plagas que hoy atacan a los mexicanos. Ojalá pudiera regresar el respeto al pensamiento racional y al diálogo respetuoso, que es lo único que tal vez nos pueda salvar (R. Martínez Baracs)
Las escuelas están en una situación preocupante, es notoria la precariedad de la Escuela Nacional de la Antropología e Historia con problemas para contratación de profesores, no hay una plataforma que se pueda usar para completar el semestre. El mantenimiento de edificios y su vigilancia, eso no se detiene, eso tiene que seguir. Su conservación y restauración en algún momento tiene que retomarse, si no hay dinero, cómo se le hará… de los capítulos más castigados son los contratados por Capítulo 3000 (B. Cottom)
Estas apreciaciones, incluso, fueron hechas antes de darse a conocer el presupuesto de egresos para el 2021, que anuncia la agudización del difícil panorama para el INAH, de no generarse una respuesta enérgica y unitaria.
¿Declaraciones, o conjunción de compromisos?
Como se ha visto ya, el presupuesto de egresos de la SHCP para el 2021 presenta una combinación de desequilibrios e insuficiencias que ameritan atención, tanto en términos generales como en cuanto a la Secretaría de Cultura y al INAH.
Esos desequilibrios e insuficiencias están ligados entre sí. La asignación del 25% del presupuesto para la Secretaría de Cultura destinado a un rubro cuestionable, como ya se mencionó, impacta responsabilidades esenciales de esa dependencia. En el caso del INAH, las asignaciones sugieren una profunda ignorancia respecto al origen y sentido de esta institución única en América Latina, y a su proyección definitoria de la mano de la educación pública. Como efecto de esos desequilibrios e insuficiencias, cada día se perfila con mayor claridad una perspectiva paupérrima de la cultura como mero espectáculo e insumo para el turismo. Y sí, el espectáculo y el turismo tienen su lugar, pero más de ochenta años del INAH demuestran que el patrimonio cultural es mucho más que eso; proyectan una pertinencia que sin embargo no es reconocida y que, por consiguiente, tampoco se expresa en términos de suficiencia presupuestaria. Y esto no se resuelve por la vía discursiva; se resuelve hoy conjuntando en la práctica, la autoridad que proviene de la experiencia y del potencial de todos los integrantes de la institución, con el involucramiento de la ciudadanía.
Así, no se puede desdeñar que la situación revela, a su vez, la necesidad de fortalecer algo que no es nuevo en el Instituto: la coparticipación de la sociedad en el cometido del INAH. Es a través de nuestro desempeño como trabajadores en sus diversos ámbitos –funcionarios incluidos–, en nuestras condiciones específicas de tiempo y espacio, que se define a menudo la calidad de los lazos de la institución con los diversos grupos poblacionales. Tal coparticipación se hace viable cuando nuestro trabajo proyecta al INAH como un medio para un fin compartido, y no como un fin en sí mismo, ni como una institución ajena al interés de la población o cuyo fin se puede concretar sin su concurso. Y es precisamente en momentos críticos como el actual que esta co-participación, y su inherente co-responsabilidad, resultan determinantes.
Por supuesto, a esa coparticipación no se llega si no se le identifica en su trascendencia y ello no se traduce en políticas institucionales concretas de inclusión y diálogo, como efecto, a su vez, de una perspectiva de contexto que reconozca que el “patrimonio cultural” y su investigación, conservación y difusión se encuentran permeados por procesos mercantiles, coloniales y patriarcales que han de ser caracterizados en su articulación y superados.
La proyección definitoria del INAH de la mano de la educación pública no es una figura retórica. Se concretó por años en su adscripción a la SEP. Lejos de ignorar la instrumentación política que de la institución se llevó a cabo en diversos sexenios, esa adscripción a la educación pública no era meramente su incorporación a una estructura organizativa, sino una definición de sentido. Sin embargo, ello no implicaba necesariamente una coparticipación social como co-responsabilidad en torno al cometido del INAH. Construir esa coparticipación implica en la práctica construir ciudadanía en el ámbito de la cultura; esto es, construir conjuntamente una sensibilidad operativa hacia el bien común. Ese cometido básico es esencialmente educativo. Y de ahí derivan múltiples expresiones; una de ellas es a su vez, por ejemplo, proyectar desde la difusión y divulgación una imagen que vaya más allá de la espectacularidad indudable de los hallazgos arqueológicos y que haga justicia a la enorme gama de temas y problemas que competen a la institución. Eso supone investigar, conservar y difundir con la población y no al margen de ella, explorando y creando conjuntamente y no al margen de sus trabajadores los términos, grados y alcances posibles de esa participación (Hersch, 2017).
El equipo directivo del INAH procede del sexenio previo, lo que tal vez ha propiciado, junto con otros factores, una continuidad transexenal que no vemos en otros rubros de gobierno. Esa continuidad es disfrazada mediante el reciclaje discursivo de términos supuestamente de “cambio”, lo que permite precisamente evitarlo, afectando así la misión para la cual fue creada la institución y está consignada en las leyes, pues lo contrario, cuidarla, es visibilizar, atender, responsabilizarse, aplicarse de manera competente, asumir su cometido como propio y en particular, construir anuencia y conciencia en torno a ello. La situación se puede enmarcar en el campo de la ética del cuidado[4].
Un manejo aislado y evasivo de esa precarización tiene graves implicaciones cuando además coincide con un momento crítico como el actual, en que la responsabilidad del INAH se topa de frente con intereses externos y políticas públicas que lo vulneran directa o indirectamente. Así, hay que tener el arrojo de elegir qué es lo fundamental y la disposición y capacidad para defender aquello que por ley constituye una obligación. Y lo anterior vale, sin duda y en su propio alcance, para todos los integrantes de la institución.
El INAH ha sido por décadas en el país un ordenador territorial, que reivindica la relevancia de la cultura en sus diversas expresiones y dinámicas, que visibiliza y pondera también no sólo a las culturas vivas sino a las poblaciones que las crean y recrean, y sin embargo, paradójicamente, constituye a menudo un obstáculo en un contexto ya evidente antes del inicio de este sexenio, marcado por la mercantilización y banalización del patrimonio cultural del país y la emergencia de proyectos multinacionales y financieros que pretenden (y en ocasiones logran) diseñar el mundo, ordenar las geografías y configurar territorios en función de sus intereses.
En esas condiciones, el INAH resulta incómodo a otras visiones del país y de su población, visiones que resultan ajenas a su cometido y su referente, si se le entiende como la relevancia histórica e identitaria de la diversidad cultural de la nación y por consiguiente de quienes la generan, actualizan y transmiten, y además, en su íntima imbricación y codependencia con su diversidad biológica.
Así, el momento para el INAH constituye un reto y exige definiciones. Y siendo en síntesis su objeto la integridad del patrimonio cultural, comprendido en la amplitud de su diversidad y alcance, la presión es creciente sobre su propósito central, por adecuarlo y hasta desfigurarlo, a fin de evitar que cualquier rasgo de coherencia con su cometido estorbe al acatamiento incondicional de políticas, intereses e inclusive ocurrencias que le son contrarios. De otra manera visto, el momento obliga a preguntarnos, una vez más, en cuanto al “patrimonio cultural” no sólo qué es lo que se protege, sino para qué y para quién.
Al ser el INAH escenario de tensiones además provenientes de fuentes externas, replantear preguntas esenciales no es un ejercicio superfluo. Sólo por esbozar una ínfima muestra de esas fuentes, tenemos la creciente tendencia de los gobiernos a tercerizar actividades que le serían propias a favor de firmas privadas, lo que da pie a que se involucren en las políticas públicas, inclusive en su diseño, incrementando así el poder de las corporaciones financieras (Crouch, 2012), o la irrupción de lo precario, lo discontinuo, lo impreciso y lo informal en el trabajo, transformando a la sociedad laboral en una sociedad de riesgo (Beck, 2019). Desde esa perspectiva contextual, cabe indagar cómo impactan de manera concreta en ese escenario (y de paso en las priorizaciones presupuestarias) procesos globales, como la mercantilización a ultranza, la colonialidad, la democracia no participativa y el patriarcado (Santos, 2016).
Ante ello, la defensa de la institución no consiste en declarar que se la defiende. Necesitamos llevar el análisis a otro nivel. Se trata de una tarea colectiva. Lejos de descalificar las demandas de coherencia respecto a la razón de ser de la institución, lo que implica reorientarlas en beneficio de la continuidad de aquello que se denuncia, lo que resulta imperativo es regresar al sentido mismo de nuestro trabajo. Y es que el patrimonio no es un recurso discursivo, ni su “integridad” un término útil. La precarización no puede ser negada o atemperada con malabarismos retóricos que degradan la palabra.
Esas grandes fuerzas e intereses que subyacen en la precarización transexenal del INAH no se enfrentan en abstracto: se concretan en nuestros propios espacios laborales y locales, en el frente de nuestras realidades inmediatas y cotidianas. La lucha por la estabilidad laboral en este tiempo, por la defensa de los territorios redimensionados, por la diversidad biocultural, de la resistencia frente al atropello en sus múltiples facetas, todo ello pasa también por la construcción de ciudadanía en el ámbito de la cultura. Ese es el nodo que necesitamos atender.
A pesar de todo y de todes, en sus muchos lustros de vida, el INAH no ha sido aún precarizado en su razón de ser, ni en el compromiso y la capacidad de buena parte de sus integrantes. Sin embargo, lejos del catastrofismo, su única pero indispensable carta hoy son sus propios trabajadores, esos que no están de paso y en cuya experiencia y convicción reside la urgente reivindicación de la noble e imprescindible misión del Instituto.
Como integrantes del INAH, en términos inmediatos, la imperativa defensa de la institución implica una enérgica, fundamentada y conjunta demanda de recursos. Soslayar la precarización transexenal y no cuestionarla ni movilizarnos ante ello ahora, es aprobarla en la conformidad de la inercia y la parálisis. Denunciarla y rechazarla en este momento, no implica hacer a un lado el necesario proceso de democratización institucional, ni la reflexión sobre el papel necesario del INAH en la actual coyuntura, procesos que han de encabezar a su vez las demandas de integridad biocultural, de justicia laboral, de defensa de los territorios, de vinculación con las comunidades y de incidencia para afrontar los problemas de la nación ligados a su materia de trabajo, esencial para el país. Los plazos reclaman una respuesta pronta, eficaz y conjunta con los sectores sociales más cercanos a nuestro trabajo.
Fuente: http://retableros.blogspot.com/2008/07/los-ferrocarriles-en-mxico.html
Referencias
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- Amador, Judith (2020a), “Investigadores del INAH rechazan recorte a la investigación; su director lo avala”, Revista Proceso (Portal) abril 23, en: https://www.proceso.com.mx/627041/investigadores-del-inah-rechazan-recorte-a-la-investigacion-su-director-lo-avala
- _______ (2020b), “Víctima del covid-19, el INAH sufrirá un recorte feroz”, Revista Proceso (Portal) mayo 6, en: https://www.proceso.com.mx/628986/el-inah-sufrira-un-recorte-feroz
- Angel, Arturo (2020), “El próximo año militares tendrán más recursos; cae presupuesto para víctimas y polícía civil”, Animal Político, septiembre 9, en: https://www.animalpolitico.com/2020/09/presupuesto-guardia-nacional-militares-victimas-policia/
- Beck, Ulrich (2012) [1999], Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización. Barcelona: Paidós.
- Crouch, Colin (2012), La extraña muerte del neoliberalismo. Buenos Aires: Capital Intelectual.
- Díaz, Antonio y Alida Piñón (2020), “El INAH peligra si no se revierte recorte. El Instituto, que podría paralizarse, según investigadores, operará con menos de la mitad de su presupuesto para este año”, El Universal, junio 5, en: https://www.eluniversal.com.mx/cultura/piden-exentar-al-inah-de-recorte
- González Rosas, Blanca (2020), “El sector cultural necesita una nueva ética del trabajo”, Proceso, Num. 2288, septiembre 6, pp. 65-67.
- Hersch Martínez, Paul (2013), “Alrevesados andamos: La necesidad de aires nuevos en las instituciones académicas ante una encomienda crítica”, En el Volcán Insurgente, agosto, 24: 24-30, en: http://www.enelvolcan.com/ediciones/2013/24-agosto-2013
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- _______ (2019), “A 80 años”, febrero 11, Asamblea General, en: http://www.enelvolcan.com/81-ediciones/056-enero-marzo-2019/596-declaratoria-del-sindicato-nacional-de-profesores-de-investigacion-cientifica-y-docencia-del-instituto-nacional-de-antropologia-e-historia-por-su-80-aniversario
- Tronto, Joan (2013), Caring Democracy: Markets, Equality, and Justice, Nueva York: NYU Press.
[1] Como parte de ese proceso, de 1996 a 1998 Zedillo otorgó concesiones por entre 20 y 50 años al Grupo Ferroviario Mexicano (Ferromex), Grupo Acerero del Norte (Peñoles), Medios de Comunicación y Transporte de Tijuana, Grupo Triturados Basálticos (Tribasa) y por mil 400 millones de dólares a Transportación Ferroviaria Mexicana (TFM), asociada con la estadounidense Kansas City Southern Industries. Al dejar el gobierno, Zedillo participó en el Consejo de Administración de Union Pacific, miembro del Grupo Ferroviario Mexicano (GFM) formado también por Grupo México e Ingenieros Civiles Asociados (ICA), a quien le dio una concesión en 1997 para operar el Ferrocarril Pacífico Norte (Olvera, 2019, en https://www.sinembargo.mx/28-02-2019/3542485)
[2] Consúltese documento de EPLOC, en: https://eploc.mx/articulos/2020/09/09/paquete-economico-2021-presupuesto-de-egresos-de-la-federacion/
[3] No sobra considerar aquí otros rasgos destacables del presupuesto de egresos de la Federación para el 2021, a pesar de que en ningún rubro la dotación de dinero, como sabemos, garantiza per se su correcta aplicación. En cuanto a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), si bien se le asigna un incremento global del 4.84% (de 60,150 a 63,441.4 millones), disminuyen las asignaciones pretendidas al Sistema Penitenciario Federal (-0.7%), a la Coordinación Nacional Antisecuestros (-3%), a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV)(-4.7%), y también a las policías locales. En lo que respecta a la Procuraduría General de la República (FGR), como ente autónomo solicitó un pequeño incremento en su presupuesto, reflejado en un aumento a la Policía Ministerial (+2%), a la fiscalía especializada en investigar denuncias de corrupción (+8.6%) y a la fiscalía encargada de indagar denuncias por violaciones a derechos humanos (+5.4%), pero con reducciones en áreas particularmente críticas: a la Fiscalía Especializada en Investigación de Desapariciones Forzadas (-8.6%), a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de la Delincuencia Organizada (SEIDO) y al Centro Nacional de Análisis, Información y Combate a la Delincuencia (-7.2%) (negritas añadidas; Angel, 2020).
[4] El cuidado implica, desde esa perspectiva, un proceso que parte de la atención, entendida como visibilización, pero que abarca luego necesariamente responsabilidad, competencia, receptividad, organización (Tronto, 2013).