20, Abril de 2013

Ojo de Agua y una violencia que crece como espiral

Este jueves 14 de marzo, la violencia siguió causando estragos entre la inerme población de Ojo de Agua, apenas a 30 kilómetros al norte de la Ciudad de México. Un asalto a parroquianos y personal del café “Cacao”, Bulevar Ojo de Agua esquina con Manzana, aumentó el temor/terror de nuevos y renovados ataques de una delincuencia que se desplaza en esta población, parte del Municipio  Tecámac, con total impunidad, como fue la percepción de los asaltados: entraron dos personas y pidieron servicio; posteriormente, una tercera inició el asalto bajo el grito, “Aquí ya nos llevó la chingada”. Amagaron al cajero del café, entraron a la cocina y despojaron de sus pertenencias al personal, por igual a los clientes del establecimiento bajo la amenaza: “Estamos ansiosos por matar a al que se oponga”. Por fortuna imperó la calma en los robados y no hubo desgracia que lamentar, pero no siempre es así.

Eran las 10.05 de la noche cuando estos tres individuos iniciaron el atraco; al despojo de dinero, relojes, celulares, esclavas, se sumó la actitud cínica de quienes, al amparo de la impunidad, actúan con prepotencia pues todavía comieron unos sándwiches que habían solicitado los clientes. Con toda la calma, de quienes  se desplazan sin temor  alguno, salieron caminando; atraco y comilona en un lapso de cinco minutos. Unos segundos transcurrieron y pasó una patrulla: se les dio santo y seña “por ahí van, se dieron la vuelta”; la policía siguió su camino de frente. La percepción inicial de parroquianos y personal del café se convirtió en certeza: policía y delincuencia actúan con intereses similares; la delincuencia se muestra soberbia pues no hubo ni habrá castigo policiaco; ¿cuál es la delincuencia organizada y cuál la desorganizada? ¿en qué barrio, plaza, bulevar, se llevará a cabo el siguiente atraco? ¿Si la policía se sigue de largo a quién acudir o tomar la ley por propia mano?

No es nuevo este clima de violencia en la zona y en todo el Estado de México. Hace apenas unos días nos enteramos del secuestro de dos jóvenes, entre 13-15 años: los delincuentes entraron la escuela y se las llevaron bajo la mirada impotente de otros(as) niños, jóvenes, maestros y autoridades del recinto escolar. Actualmente, por lo menos en Ojo de Agua, las escuelas están cerrando sus puertas, los directores aclaran a padres que no hay problema si niñas y niños no acuden al recinto escolar. Pareciera más grave la delincuencia en Santa María Chiconautla y Ciudad Cuauhtémoc pues los pobladores denuncian, con fotos, la desaparición de más de diez menores de edad, entre 15-17 años. Apenas el miércoles 13 y el jueves 14, la población  bloqueó la carreta federal libre México-Pachuca. Exigen a  las autoridades más seguridad en las escuelas, por temor a que sus hijos(as) sean secuestrados. Gracias a la detención de un delincuente, a punto del linchamiento, la policía liberó a una joven secuestrada.

Ante la indiferencia o complacencia de policías, jueces y de quien “imparte justicia”, la población enfurecida, además de ese bloqueo a la carretera federal, lanzó una bomba molotov a una de las unidades policiacas y, según la nota de La jornada (15 de marzo) “sustrajo un fusil AR-15”. Este hostil ambiente ha provocado un ausentismo elevado en las escuelas, por temor de que sus hijos sean secuestrados. La onda expansiva obligó a la empresa operadora del Mexibus a suspender el servicio de Central de Abastos  en Ecatepec, a Ojo de Agua, Tecámac, por los daños causados en las estaciones Las Torres, Benito Juárez y Cuauhtémoc Norte. Ante la ausencia de seguridad, las diversas poblaciones comentan la posible creación de guardias civiles pues, para ellos ha sido clara impotencia del Estado y unos aparatos de seguridad que se muestran apáticos o infiltrados por el llamado crimen organizado.

El caso de estas poblaciones mexiquenses expresa algo más que la espiral violenta  del “crimen organizado”. Si bien hay un seguimiento puntual de una “Narcoguerra” en el Estado de México, como lo ejemplifica Proceso (No. 1892, 3 de febrero 2013), las manifestaciones de la actual delincuencia evidencian ya una ausencia del llamado Estado de derecho; es decir, una capitulación de sus preceptos como la protección a la ciudadanía. De esto hoy se aprovechan vagos, delincuentes comunes, un lumpenaje que ha crecido al amparo de esa delincuencia mayor y que se ha percatado de la ausencia de leyes que los castiguen, de que es momento de actuar ante la ausencia/impotencia de un Estado panista priísta o el que sea, que por decenios  ha permitido o tolerado la consigna neoliberal  “dejar pasar dejar hacer” pero que hoy se le pude revertir; siempre y cuando, la hoy inerme ciudadanía, tome en sus manos su propia seguridad, se organice y decida por sus propio destino. El Estado mexicano renunció, desde hace rato,  de ser garante de la seguridad ciudadana; a lo que nunca renunciará es a mantener privilegio y monopolio de la violencia.