Higiene pública, excretas y alcantarillados. Cuernavaca, Morelos, en la década de los treinta

 

En julio de 1930, una nota firmada por el Presidente del Consejo Municipal, Juan G. Ferrer, advirtió a los vecinos de Cuernavaca que se abstuvieran “de seguir arrojando basuras en la vía pública”, en tanto que el camión del servicio de limpia funcionaba ya de manera “eficiente”. Su idea no sólo era recordarles que se abstuvieran de seguir “arrojando basuras en la vía pública” sino indicarles que las depositaran “en botes petroleros” para que al momento en que el camión de limpia pasara anunciándose “por el frente de sus casas” con “la campana ocurran a echarlas en el expresado camión”, pues de lo contrario “se le aplicará la pena a que diere lugar”[1], la cual podría traducirse en multas. [2]

La declaración de Juan Ferrer al iniciar la década de los treinta del siglo veinte, se distancia por mucho de lo que por siglos fue una costumbre.[3] Sus palabras se inscriben en la reorganización que en ese periodo se hizo de los Servicios Sanitarios Coordinados en los Estados y Territorios, que fueron parte de las políticas de homogeneizar y uniformar a nivel nacional todo lo relacionado a salud, higiene o servicios sanitarios.

Antes de continuar con las implicaciones que se derivan de las declaraciones del Presidente del Consejo Municipal de Cuernavaca, es necesario esclarecer que el término “basura”, incluso hasta el último tercio del siglo XIX, aludía prioritariamente a excretas humanas. Asimismo subrayar que gran parte de las políticas urbanas nacionales pusieron su atención en alejarlas de la ciudad por medio de desagües, caños, atarjeas, alcantarillados, etcétera. En aquel tiempo, toda ciudad que se pretendiera moderna debía abocarse a la tarea de ordenar el espacio y comportamientos de la población según los preceptos de la higiene pública.

Al igual que otras muchas ciudades de la República[4], en Morelos se incrementó la difusión y enseñanza sobre las normas higienistas que debían aprender y practicar los ciudadanos. Las notas oficiales morelenses de entonces refieren a la Ley sobre Servicios Públicos Sanitarios que aludían a vacunas, prevención, certificados de defunción o a servicios de parteras pero no incluían nada relativo a los basureros, a los desagües o a los desechos depuestos por la ciudad.


Contenedor de basura, Mercado Adolfo López Mateos, Cuernavaca. Foto: Marcela Dávalos.

En Morelos, debido a las repercusiones de los movimientos revolucionarios y al desvanecimiento de su Ayuntamiento (la institución encargada del gobierno de la ciudad), fue hasta 1930, luego de las “elecciones democráticas” y de que se reconstruyeran los “poderes constitucionales”, cuando los asuntos del orden civil urbano fueron nuevamente atendidos.[5] Cómo o hasta dónde se construyó el sistema de higiene pública y en particular la red de desagües en la ciudad de Cuernavaca, remite a la historia de un orden territorial y legislativo.

Varios eventos refuerzan la idea de que la década de los treinta fue clave respecto a la atención, construcción e inversión de la ingeniería sanitaria en Cuernavaca. Las notas periodísticas subrayaban que en Cuernavaca se “notaba” una “verdadera fiebre de reconstrucción pues por todas partes se levantan edificios, se nivelan calles y se urbanizan lugares que anteriormente nadie utilizaba más que como tiraderos de basura.”[6] Como ejemplos, según el periódico oficial Morelos Nuevo, tenemos la construcción del rastro (que fue “demolido” por el Ayuntamiento Constitucional, a fin de levantar otro con “todos los departamentos que la higiene y el confort”); la construcción del “desagüe” y la “nivelación” hacia la calle de Zarco”; la creación de la Penitenciaría, el Hospital Civil, el canal de Tenango (obra de irrigación), la carretera Alpuyeca Michapa; la limpieza de “canales en el Estado”, como el de “La Viuda” o el “proyecto de construcción de tres partidores sobre el canal del Molino”, entre otros.[7]

De tal modo, al periodo de gobierno de Vicente Estrada Cajigal se le ha considerado “la época reconstructiva” del Estado de Morelos, pues bajo su administración  fue “transformada por completo esta Entidad Federativa, al grado de que figura actualmente entre las más progresistas y adelantadas del país” en adquisiciones para el “servicio público”.[8] En 1930 también se creó la “Unidad Sanitaria Cooperativa” en la calle de Hidalgo No. 20 con “despachos bien amueblados, clínica dental, salas de operaciones, laboratorios, sala de conferencias con un pequeño aparato de cinematógrafo, departamento de higiene, cuarto de baño, etcétera, con el fin de “combatir las enfermedades contagiosas tanto en los adultos como los menores…”[9]

No obstante el fortalecimiento del gobierno morelense y del restablecimiento del Ayuntamiento de Cuernavaca en la década de los treinta[10], el tema sobre el que estamos enfocando aquí la atención, que es la construcción del sistema de limpieza urbano y de manera particular los desagües y acequias, aparece muy veladamente. Por el contrario, hay demasiados elementos que nos permiten suponer que en Cuernavaca la recolección de las excretas domésticas no se desechaban por vía de alcantarillado, sino por medio de letrinas, fosas sépticas y otros métodos análogos de los que hay referencias desde inicios del siglo XX.[11]

Lo anterior apuntaría a un estado –y a una ciudad-  que optó por emplear sistemas de recolección no solamente distintos a los de otras urbes mexicanas, sino paralelos a los preceptos ordenados por las instancias federales, tales como la Secretaría de Salubridad y Asistencia creada por el presidente Manuel Ávila Camacho en el año de 1943.[12] En suma, esto llevaría a suponer que los preceptos y normatividades que rigieron como criterio de modernidad para otras ciudades, no aplicaron en Morelos y en particular para Cuernavaca.

 

LA REFORMA SANITARIA EN CUERNAVACA

Debido a la extensión de esa trama, aquí centraré la atención en los asuntos que vinculan a la basura con el alcantarillado y los desagües en la capital del estado de Morelos. Desde los carros y métodos para recogerla hasta la disposición de espacios para depositarla, pasando por su incineración, establecimiento de compostas y hornos de quemado, así como la fuerza de trabajo que participa en su recuperación y separación, todos son factores que remiten a procesos históricos vinculados a resistencias sociales, legislaciones, conflictos o disputas de mercado, entre otros. Ese sistema de limpieza, compuesto por tuberías o albañales que reciben las aguas al interior de las viviendas y las conducen a las alcantarillas y atarjeas que a su vez desembocan en los emisores en donde se procesarían los desechos con plantas depuradoras, es un sistema que tiene una larga historia. El pasado de los desechos, de la basura, es la narración de cómo las grandes ciudades construyeron sistemas para recolectar los desperdicios humanos que, hasta las primeras décadas del siglo XX, referían a desechos orgánicos 


Obras de drenaje en la calle de Arteaga, noviembre de 1943. Fuente: cortesía de Andrés Cerda González, La Cuernavaca de ayer, H. Ayuntamiento de Cuernavaca 1997-2000, 1999, p. 24.

Esta historia corre paralela a la de la geometría urbana, pero también a la de décadas en las que la basura aludía, en su inmensa mayoría, a materia orgánica.  Asimismo, el orden urbano corre paralelo a la creación de un sistema de salud público y a un concepto de modernidad que infirió el inicio de la civilización urbana al abastecimiento de agua potable[13] y la construcción de un sistema de limpieza: construcción de atarjeas, cañerías, letrinas, basureros, etcétera. Este modelo, que desde el siglo XIX y la mayor parte del XX la historiografía remitió al modelo francés haussmaniano, ha sido cuestionado por su incapacidad de que sus costosas obras cubrieran las expectativas del conjunto de los habitantes; es decir, la distancia histórica ha evidenciado que sus políticas no tuvieron alcance en muchos de los perímetros urbanos e incluso que diversas urbes optaron por otros métodos.[14] El siglo XX consolidó el que la higiene se asociara al uso del agua.[15] 

Así, que en 1930 el Presidente del Consejo Municipal de Cuernavaca llamara a que la población dejara de seguir arrojando basuras en la vía pública, nos conduce a reflexionar sobre la historia de la basura en esta ciudad. Sus declaraciones remiten a la capital del estado de Morelos, pero también a una extensión mucho mayor. Qué hacer con la basura, cómo procesarla o a quién consignarla, habla de las políticas y formas en que se han delineado y ordenado los territorios urbanos. La basura en Morelos es una de las puntas del “iceberg” que décadas después de que el Sr. Ferrer hiciera aquellas declaraciones, resultara ser Morelos, como parte de un extenso territorio (constituido a raíz de los proyectos de descentralización propuestos durante la década de los ochenta del siglo XX[16]), denominado “la corona de ciudades”; extensión geográfica de la que sólo mencionaremos que se conformó “por los estados de Puebla, Estado de México, Ciudad de México, Hidalgo, Tlaxcala y Morelos”.

 En el contexto de esa década se ubican varias políticas de salud pública en el estado. Que el Periódico Oficial del Estado de Morelos destinara un apartado titulado “Sección de Higiene”[17], forma parte de una política federal que era dirigida desde el Departamento de Salubridad Pública. En su Sección de Propaganda y Educación Higiénicas se escribió sobre Paludismo, Higiene, Basureros, Abastecimiento de agua potable, instauración de Hospitales, Rastros, tareas del Departamento de Salubridad Pública, Códigos Sanitarios, etcétera. En una de sus secciones, titulada “La Basura”, se incluyó una larga exposición destinada a educar a la población con descripciones sobre el nocivo rol que los “desechos de nuestra alimentación y desperdicios de todas clases…así como el polvo” como causa de “olores nauseabundos”, “peligros y enfermedades”. Esa década también se fortaleció la pugna contra insectos, como las moscas que fueron señaladas “un serio peligro”, un “foco de infección, un manantial de enfermedades”. Esa década, que atendió particularmente a la pedagogía higiénica, recurrió a imágenes y ejemplificaciones didácticas: las moscas son temibles porque “tienen predilección por pararse en toda clase de inmundicias, en las heridas supuradas, en los cadáveres de animales y aún de personas, pueden llevar en las patitas los microbios de enfermedades tan graves como la fiebre tifoidea, la disentería y el cólera.”[18] Estos discursos, además de difundir una concepción moderna de la salud y de los desperdicios, se tradujeron en prácticas cotidianas tales como políticas de registro, vigilancia o campañas de salud que apuntaban a promover la salud, en tanto “cada hombre sano” se traducía en “una fuerza impulsora de la Nación hacia el progreso”[19]

De modo que las notas publicadas en los treinta del siglo veinte nos permiten hacer proyecciones socio-históricas, así como comparaciones del proceso de urbanización y construcción del sistema de higiene pública en Cuernavaca y algunos poblados de Morelos. Esto se proyecta también en otra de las notas publicadas en el Periódico Oficial del Estado de Morelos de 1933, que prometía que “Cuernavaca tendrá pavimentos así como drenajes y banquetas”, para lo que se establecerían “nuevos procedimientos legales” a partir de “la Ley” que dio “vida a las Juntas de Mejoras Materiales”. La nota subrayaba que esas leyes, entre otros aspectos, buscarían cómo financiar las mejoras materiales urbanas. Por ello hizo una  “convocatoria, llamando a los hombres de empresa para que vengan a Cuernavaca y presenten proposiciones”.[20] Más allá de que es necesario investigar quiénes conformaban esas Juntas de Mejoras Materiales y a quiénes comprendía la convocatoria cuando llamaba a “los hombres de empresa”, lo singular es que la nota refiere a que dicha Junta de Mejoras Materiales presentó presupuestos de varias “zonas” de la ciudad y algunos poblados del Estado.[21]

Esas mejoras materiales no fueron generalizadas para todo el estado de Morelos. Por la Memoria de las labores del Departamento de Salubridad Pública de 1933, sabemos que “el Servicio de Ingeniería Sanitaria” llevó a cabo “una inspección” nacional “de los diversos sistemas de saneamiento empleados” desde el “punto de vista sanitario.” El texto señalaba que como en muchas poblaciones de la República Mexicana no era posible “por las condiciones económicas de las mismas, que se lleven a cabo obras de saneamiento compuestas de colectores y atarjeas que conduzcan las aguas negras fuera de la población”, se enviaron a los diversos gobiernos estatales “modelos de fosas sépticas o plantas de depuración biológica” con el fin de que suplieran “a los colectores y atarjeas”. Es decir, se planeaba que fueran una opción para “sanear lugares poblados que de otra manera continuarían con pozos negros o con fecalismo al aire libre”, factores que eran vistos como “perjudiciales para la salubridad pública”. Por ello en esa Memoria quedó anotado que se habían “remitido modelos de excusados rurales” para que fueran instalados “en haciendas y lugares poco poblados”, así como “modelos de aljibes sanitarios” para que se construyeran en sitios en que no existía “otro sistema de abastecimiento de aguas potables.”[22]


Periódico Oficial del Estado de Morelos, Acervo histórico del Instituto Nacional de Salud Pública. Foto: Marcela Dávalos, Mayo de 2019.

El objetivo de esa Memoria era reunir la información sobre la “Sanidad Federal” para el conjunto de los Estados, así como abastecer de fosas sépticas o plantas de depuración biológica a las zonas rurales, a fin de evitar el “fecalismo” y los “pozos negros”. La información para Morelos la hizo la “sección” encargada del Servicio de Sanidad, la cual se dividía en Delegaciones que hicieron diversas “campañas” para promover el uso de aquellos “modelos de fosas sépticas”; para prevenir contra enfermedades tropicales (como la oncocercosis); para promover la creación de Unidades sanitarias cooperativas, así como Servicios de Higiene Rural y Brigadas Sanitarias. Eso fue parte de una política federal que se propuso recolectar los datos de un aspecto del que “poco se sabía.”[23]

Para el Estado de Morelos lo que reportó la Memoria fue que se había “procurado instruir y educar” a la población “desde el punto de vista higiénico”, a fin de ver si era posible “nulificar sus costumbres inveteradas, tanto dentro de su hogar como en el seno de la sociedad en que viven.” Para ello, se desarrolló “una intensa labor de propaganda higiénica” a fin de “instruir a los habitantes sobre las enfermedades endémicas que los diezman, recalcando los innumerables peligros a que exponen dichas enfermedades”[24]

Los médicos consideraban que en Morelos la población tenía “costumbres inveteradas” y por ello era imprescindible educarlos. Esto sin duda se vinculaba a otra de las campañas de higiene pública que tomaron forma de pedagogía para ejemplificar y distinguir lo malo de lo sano: la campaña contra la uncinariasis. El Departamento de Salubridad la señaló como el “germen de la pereza”. Fue una enfermedad clasificada como “impedimento para la productividad en las regiones semitropicales y tropicales”, entre las que se hallaba el estado de Morelos.[25]

Esas epidemias fueron consideradas como “el exponente de la acción de la Ingeniería Sanitaria en el medio rural”, en donde la “contaminación e infección de suelos”, podría terminarse al emplear los modelos de letrinas ofrecidas por Salubridad[26]. Su promoción explicaba que como las excretas humanas eran “la fuente de infestación” y medio de propagación de “las heces de personas infectadas” que al contacto con “la piel o boca” la adquirían, el objetivo era extinguir esos “vehículos” que por medio del fecalismo al aire libre contaminaban el suelo, el agua o los alimentos con que insectos o roedores habían tenido contacto.

Así, en la década de los treinta del siglo pasado, a la educación higiénica, se sumaba el abastecer diversos “modelos de fosas sépticas”, plantas de depuración biológica”, “excusados rurales” o “aljibes sanitarios” como productos derivados de aquel nuevo saber que fue estratégicamente integrado al currículo universitario y considerado científico: la ingeniería sanitaria, a la que se le atribuyó el “saneamiento de suelos”[27]. Entre sus tareas estaba desinfectar los “suelos contaminados” y prevenirlos con “dispositivos adecuados” para la “eliminación de desechos humanos” que, “por tratarse generalmente de una tara rural”, implicaba “la construcción en grande escala de letrinas sanitarias” sobre las que debía hacerse una “labor educativa y difusión cultural para garantizar los objetivos del saneamiento.[28] Estas campañas fueron promovidas en folletines, libros, así como por medio de películas o cortometrajes.[29]

El Departamento de Salubridad Pública consolidó una Sección de Propaganda que daría a conocer “los beneficios de la higiene” y en difundir lo que consideraba que debía practicar la gente; sus campañas abarcaron desde la vacunación hasta la manera de vestir, pasando por el alcoholismo, el fecalismo al aire libre o los parásitos. Desinfectar; prevenir la contaminación causada por las excretas y educar sobre “taras rurales”, se tradujeron en campañas y pedagogías que apuntaron a un aspecto puntual: a que la población usara las letrinas que ofrecía Salubridad, a fin de que dejara las fosas “permeables” que solía autoconstruir.


Local para reciclados durante la huelga de basureros en Cuernavaca, 2016, calle Cerritos. Foto: Ricardo Melgar

Los datos recolectados por los Servicios de Higiene Rural y Brigadas Sanitarias calificaban la insalubridad “del medio” y referían “al estado sanitario” en que se hallaban “los servicios privados, semipúblicos o públicos de saneamiento”; asimismo indagaba los sitios en que se originaban “factores determinantes en la transmisión de enfermedades”, a fin de que la ingeniería cumpliera con su “función especial”.[30]  De la Memoria de dichos Servicios llama la atención un punto: al dar cuenta de los avances de los distintos estados de la República, Morelos apenas aparece en los reportes y poco o nada refiere a mejoras en las obras sanitarias públicas.

La carencia referida para el estado de Morelos se manifestó diez años después. La Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia que publicó el “panorama general” del país “en función del índice de insalubridad”, reportó que Morelos estaba en los últimos lugares. Al referir a la insalubridad y a la contaminación de los poblados en función de crecimiento poblacional, la entidad ocupaba uno de los últimos lugares: “sobre el índice 80 anotado como general para toda la República, índice ya bastante elevado”, se señalaron a los Estados de “Aguascalientes, Campeche, Morelos, Chiapas, Coahuila”; y entre ellos destacaba Morelos, “con promedios más arriba de 80”: se registró “con el 92.44%[31]

El Departamento de Salubridad recalcaba la urgencia de que cada casa conectara sus albañales a los colectores y atarjeas como parte de las condiciones de saneamiento urbano.[32] Esas condiciones, que respondían a un modelo de urbe higienista apuntaban a homogeneizar comportamientos, ya fuese con tuberías y albañales o bien con fosas para las zonas rurales, pero la población debía interiorizar el daño social de las epidemias. No obstante, el estado de Morelos aparecía como una excepción.

Al referir la “intensa campaña” que el Departamento de Salubridad y otras instituciones[33] hacían por todo el país, se enlistó a Guanajuato, Guerrero, Querétaro y a ciudades como Puerto México, Mérida, Campeche,  Veracruz, Tepic, Huixtla-Chiapas, Puebla, Oriental[34], Valle de Mezquital-Tepeji del Río, Ixmiquilpan[35], Nuevo Laredo, Tampico, Agua Prieta, Morelia, San Luis Potosí, entre otros, sin embargo, Morelos no aparece en dicho reporte. ¿A qué se debió? ¿Acaso en Morelos la situación de “higiene pública se resolvió de manera singular? ¿Se prolongó en Morelos eso que los médicos calificaron como “costumbres inveteradas”, así como el uso de las “fosas permeables”, calificadas como inaceptables?


Contenedor de basura, Mercado Adolfo López Mateos, Cuernavaca. Foto: Marcela Dávalos.

Sin duda, para aquellos actores vinculados a la higiene los gabinetes sanitarios o letrinas eran la solución para las zonas alejadas de las ciudades. No obstante, llama la atención que entre las conclusiones de la Memoria de Salubridad se mencionara que “la mortalidad general en el medio urbano es mayor que en el rural, en consecuencia, la ingeniería sanitaria, aunque debe comprender en su acción ambos problemas, necesita atender preferentemente al del saneamiento urbano”. [36]  Esta afirmación, invita a preguntarnos si se deriva de las encuestas inacabadas con las que contaron aquellos médicos, es decir, si se debe a que en ciudades como Cuernavaca se recopilaron registros que en las áreas rurales fueron casi inexistentes, o bien si epidemias como la uncinariasis, por ejemplo,  no fueron factores de gran peligro, tal como lo señalaron los higienistas. Asimismo, a reserva de que queda pendiente una investigación sobre la extensión de desagües y alcantarillados construidos para las primeras décadas del siglo XX en Cuernavaca, lo anteriormente expuesto apunta a que en la capital de Morelos predominaron normas distintas a las proyectadas.

La década de los treinta del siglo XX fue un momento clave en la aplicación de esas políticas sanitarias. Cómo y en qué zonas de la capital de Morelos se construyó ese sistema de limpieza urbana no es del todo claro. Es decir, hacer la historia de esa infraestructura que serviría para desaguar las “aguas negras” o abastecer de agua potable a la población, así como del destino y acarreo a que debían sujetarse las basuras, es un pendiente a investigar. No obstante esto, diversas referencias dejan ver un acuerdo social que, hasta la actualidad, consensa el uso de las barrancas y fosas sépticas como parte importante del sistema de desagüe.[37] Cuernavaca y Morelos invitan por tanto a reflexionar sobre la posibilidad de un orden de salubridad urbano distinto al de la llamada “dictadura sanitaria”[38], es decir, apuntaría a suponer que la capital morelense podría haber apuntado a una opción distinta a la que predominó en gran parte de las capitales. El proceso histórico de Cuernavaca sugeriría, por tanto, mejorar el sistema de fosas sépticas, letrinas o uso de las excretas urbanas, es decir, dirigir la tecnología en parámetros alternativos para procesar las excretas urbanas.

 

[1]    Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, Cuernavaca, Mor., 4ta época, 3 Julio de 1930

[2]    Una investigación pendiente para Cuernavaca es si en algún momento se hicieron visitas sanitarias para imponer multas a quienes tiraran basuras a la vía pública, que no introdujeran agua a las casas, los excusados no fueran provistos de agua o que los terrenos no fuesen cercados para evitar que se convirtieran en basureros. Esto se registró en la ciudad de México para las primeras décadas del siglo XX. Cfr. AGN, Fondo Salubridad Pública.

[3]    Para ejemplificarlo basta con referir al significado que el Diccionario de Autoridades de 1732 daba a la voz basura: “todo aquello que se arroja a la calle”.

[4]    Dr. Francisco de P. Miranda, “Evolución de la sanidad en México”,  Este trabajo fue publicado por el Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana en Marzo de 1930. Cfr. Salud Pública de México, Vol. 33, Núm. 5 (1991) http://saludpublica.mx/index.php/spm/rt/printerFriendly/5446/5757 Es una conferencia sustentada por el autor ante el Comité de Relaciones Culturales de los Estados Unidos con la América Latina cuando sustentaba la jefatura de la Oficina de Intercambio del Departamento de Salubridad Pública de México.

[5]    Alicia Hernández Chávez, Breve historia de Morelos, México, El Colegio de México/FCE/fideicomiso Historia de las Américas, 2002, pp. 190-191

[6]    “Cuernavaca contará con un excelente rastro”, Morelos Nuevo, Periódico Oficial del Estado de Morelos, Cuernavaca, Morelos, 17 de abril de 1932, p.3-4 Cfr. http://www.hndm.unam.mx/ Consultado 12/11/2019

[7]    En la nivelación de la calle participaron “una veintena de peones y albañiles”. Crf. “Cuernavaca contará…”, Morelos Nuevo… Op.Cit.

[8]    Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, en Cuernavaca, Morelos, 27 abril 1934 y  2 de Julio de 1933,  p. 2 y 3

[9]    Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, en Cuernavaca, Morelos, 27 sept 1931, p..3

[10]  Esto se refleja también en otros aspectos. No resulta casual que El Periódico Oficial del Estado de Morelos. Semanario Oficial del Gobierno de Morelos fuera editado hasta 1913 y que luego de dieciocho años volviera a publicarse con el nombre de Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos. Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos. Cuernavaca, Morelos, el 20 de septiembre de 1931. (Luego, en 1935, con Cárdenas cambia de título nuevamente Periódico Oficial. Órgano del gobierno del estado libre y soberano de Morelos).

[11]  Los médicos higienistas, al referir al “aislamiento y desinfección, en los casos de enfermedades contagiosas” para Morelos, anotaban la utilidad “para la desinfección de las letrinas”, del sulfato de cobre, el sulfato terroso (caparrosa), el cloruro de cal, etcétera”. Semanario Oficial del Gobierno de Morelos, Cuernavaca, Sábado 14 de Marzo de 1903, Tomo IX, Núm 11., P.2

[12]  Para 1938 se crea la Secretaría de Asistencia Pública; en 1943 ésta fue fusionada con el Departamento de Salud Pública para crear la Secretaría de Salubridad y Asistencia la cual mantuvo su nombre hasta 1985 cuando pasó a ser Secretaría de Salud.

[13]  La distribución del líquido fue una forma de control. Imponer prohibiciones, señalamientos, cancelaciones o supresiones de antiguas formas de usos del agua, entre otras cosas llevaron al drenado y sequía de lagos, lagunas o pantanos que muchas veces abastecían a poblaciones adyacentes.

[14]  Es decir, hasta hace poco la historiografía consideró como universal a ese sistema de limpieza. No obstante ni el ritmo ni el grado en que lo adoptaron los países–cuando lo asumieron- fue distinto. Suponer la recepción positiva de las estrategias, políticas y “cirugía urbana que articulaba circulación, servicios y monumentos”, o comparar al modelo hausmaniano y ubicar como homólogos del barón francés a los directivos de las distintas “capitales latinoamericanas” resulta insuficiente, en tanto los ritmos de difusión de aquellos saberes médicos y prácticos circularon a velocidades diferentes según países, regiones y tiempos en las urbes latinoamericanas y del Caribe. Arturo Almandoz, Modernización urbana en América Latina. De las grandes aldeas a las metrópolis masificadas, Santiago-Chile, Fac. de Arquitectura, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, Colección Estudios Urbanos UC, 2013,  p.79

[15]  “…proyecto de decreto referente a las condiciones que en toda la República debe llenar el agua destinada al consumo doméstico en las poblaciones, desde el punto de vista químico y bacteriológico, de acuerdo con lo que previene el Artículo 278 del Código Sanitario…precisa las condiciones que debe tener un agua para ser potable…desde el punto de vista sanitario.” Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia, Tomo I, México, 1948, p. 344

[16]  María Fernanda Tomasini Padilla, “El espacio como contenedor de relaciones de poder. Un estudio sobre Alpuyeca, Morelos”, Revista Bitácora Arquitectura, No. 38, 2018, P.86 Consultado 17/10/2019 http://www.revistas.unam.mx/index.php/bitacora/issue/view/Poder

[17]  El Dr. Adolfo Arreguín era “Jefe de la Sección Editorial”, Cfr.  Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, Cuernavaca, Mor., 4ta época, 3 Julio de 1930, p.2

[18]  Dr. José Ruiz Montiel, “La Basura”, Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, Leyes, Decretos, Circulares y Disposiciones Federales, Cuernavaca, Mor., 4ta época, 3 Julio de 1930, p.4

[19]  Mensajero de Salud, Órgano del Servicio de Propaganda y Educación Higiénicas del Departamento de Salubridad Pública, México, D.F., Tomo 1, Núm 6, 1ero septiembre de 1922.

[20]  Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, Cuernavaca, Mor., 4ta época, 12 de Febrero de 1933

[21]  Morelos Nuevo. Periódico Oficial del Estado de Morelos, Cuernavaca, Mor., 4ta época, 12 de Febrero de 1933, pp. 4-6 (CFR. DEPARTAMENTO DE OBRAS PÚBLICAS).

[22]  Memoria de las labores realizadas durante el año fiscal Julio de 1932 a Junio de 1933, México,  imprenta del Departamento de Salubridad Pública, 1933 (El Dr. Alberto Jacqueminot estaba a cargo de la Unidad Sanitaria dependiente del Servicio de Higiene Rural de Cuernavaca), p.344

[23]  Memoria de las labores realizadas durante el año fiscal Julio de 1932 a Junio de 1933, México,  imprenta del Departamento de Salubridad Pública, 1933 (El Dr. Alberto Jacqueminot estaba a cargo de la Unidad Sanitaria dependiente del Servicio de Higiene Rural de Cuernavaca), Idem, p. 178

[24]  Memoria de las labores realizadas durante el año fiscal Julio de 1932 a Junio de 1933, México, imprenta del Departamento de Salubridad Pública, 1933, p. 258

[25]  Anne-Emanuelle Birn, “‘Revolución nada más.’ La campaña de la Fundación Rockefeller contra la uncinariasis en México durante la década de los años veinte”, en Curar, sanar y educar Enfermedad y sociedad en México, siglos XIX y XX, Claudia Agostoni (coordinación), México, Históricas Digital, Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Históricas/  Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, 2008, pp. 258-259, Consultado 01/05/2019 http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/ curar.sanar/494.html

[26]  “…Como alternativa al desalojo de excretas humanas, se han desarrollado los llamados baños secos, y que hay que diferenciarlos claramente de las letrinas comunes, donde las excretas se depositan directamente en un hoyo en el suelo.” David Carreño, Relaciones de sistemas de alcantarillado con cauces y barrancas en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, “Cap. 4, Las barrancas como elementos de valor urbano-ambiental de la ciudad de Cuernavaca”, Tesis Facultad de Ingeniería, UNAM, Abril de 2011, p.91 Consultado 26/10/2019 

http://www.ptolomeo.unam.mx:8080/xmlui/bitstream/handle/132.248.52.100/391/A5.pdf?sequence=56

[27]  Y es aquí en donde resalta el vínculo de enajenación entre el hombre y el suelo; su materia tangible más cercana, su “naturaleza” quedó en manos de la objetividad científica. Memoria de las labores realizadas durante el año fiscal Julio de 1932 a Junio de 1933, México, imprenta del Departamento de Salubridad Pública, 1933, pp. 206-207

[28]  Memoria de las labores realizadas durante el año fiscal Julio de 1932 a Junio de 1933, México, imprenta del Departamento de Salubridad Pública, 1933, pp. 207-208

[29]  Un ejemplo claro editado en la época es el Mensajero de Salud, Órgano del Servicio de Propaganda y Educación Higiénicas del Departamento de Salubridad Pública, México, D.F., Tomo 1, Núm 6, 1ero septiembre de 1922. Asimismo, una animación que refiere “a la construcción de una letrina y la explicación sobre lo benéfico de su uso” fue How Disease Travels?, Cfr. María Rosa Gudiño Cejudo, Educación higiénica y cine de salud en México. 1925-1960, México, El Colegio de México, 2016, pp.171-175.

[30]  Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia, Tomo I, México, 1948, pp. 194-195

[31]  Esta información está basada en los censos de 1921 y 1940.  Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia, Tomo I, México, 1948, P. 194

[32]  Entre líneas se vislumbran las costumbres anteriores a la construcción del sistema sanitario: las aguas negras “se reciben en pozos negros que existen en cada casa”; hay “aljibes y pozos que dan agua para el lavado de ropa”; “existe un sistema de drenaje para dar salida a las agua pluviales, el que consiste en pozos establecidos en las esquinas”; “el servicio de agua se hace por medio de aljibes y pozos de poca profundidad”; “las aguas residuarias son recibidas en pozos negros”; “se desaguan las lagunas, como la de los Amates “por ser un criadero de moscos anofélicos”; “en Tapachula” se cegaron varios pantanos por ser criaderos de moscos”. Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia, Tomo I, México, 1948, pp. 339-340

[33]  Entre ellas la Dirección General de Agua Potable y Alcantarillado DGAPA, que “tenía como función la construcción de los sistemas de agua potable y saneamiento en todo el país”, David Carreño, Relaciones de sistemas de alcantarillado con cauces y barrancas en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, “Cap. 5, Caracterización de los sistemas de alcantarillado del municipio de Cuernavaca”, Tesis Facultad de Ingeniería, UNAM, Abril de 2011, p.107. Consultado 26/10/2019

[34]  Aquí “se hizo un estudio” para la “instalación de fosas sépticas, como único medio económico para sanear el lugar, teniéndose en cuenta que la construcción de un colector y de atarjeas, resulta demasiado costosa para las posibilidades económicas del poblado”. Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia, Tomo I, México, 1948, p.340

[35]  Donde, por el “peligro que ofrecen las lagunas del Rancho de la Media Luna, por constituir, en tiempo de lluvias, criaderos de moscos anofélicos”, se ordenó “al dueño de dicho rancho la desecación de las lagunas”. El abastecimiento con pozos artesianos era común en pueblos y barrios cercanos a la ciudad de México. En el Norte existían “plantas de depuración” Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia, Tomo I, México, 1948, p.341-342

[36]  Memoria del Primer Congreso Nacional de Salubridad y Asistencia, Tomo I, México, 1948, pp. 190-209

[37]  David Carreño Nicolás, Relaciones de sistemas de alcantarillado con cauces y barrancas en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, Tesis para obtener el título dQe Ingeniero Civil, México, UNAM/Facultad de Ingeniería, 2011. Alicia Batllori Guerrero, Las barrancas de Morelos. Enfoque educativo para un cambio de comportamiento de los moradores, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, México, UNAM, 1999.  Juan Hernández Garduño, Evaluación de la actividad turística en un espacio urbano, caso de estudio: Barranca de Amanalco, Cuernavaca, Morelos, Tesis Maestro en Ciencias con especialidad en Medio Ambiente y desarrollo integrado,  IPN/Centro Interdisciplinario de Investigaciones y estudios sobre medio ambiente y desarrollo (CIIEMAD), 2008.

[38]  Cfr. Ernesto Aréchiga Córdoba, “Educación, propaganda o ‘dictadura sanitaria’. Estrategias discursivas de higiene y salubridad públicas en el México Posrevolucionario, 1917-1945”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, No. 33, Enero-junio 2007