Bernardo Baytelman, Jorge Angulo y Alfredo Barrera en los antecedentes del Jardín Etnobotánico en Cuernavaca
- Detalles
-
Categoría de nivel principal o raíz: Ediciones
-
Creado: Miércoles, 01 Febrero 2012 06:00
-
Publicado: Miércoles, 01 Febrero 2012 06:00
-
Escrito por Paul Hersch Martínez
-
Visto: 10316
Muy aparte de otros factores decisivos relacionados
con su indiscutible capacidad académica, Beco Baytelman tuvo
–como condición natural privilegiada-
ese tipo de simpatía que se asemeja tanto al carisma de los líderes.
Sin esa simpatía y esa atracción directa sobre las personas,
sus investigaciones no habrían alcanzado
la enorme gama de información abierta y espontánea que las caracterizan.
La sola simpatía y el atractivo carismático
no son en realidad bastantes para el antropólogo.
Ninguno de estos dos libros hubiera sido posible si Beco –como todos sabemos-
no fuera un estudioso serio y un poeta excelente.
Ser poeta, en su caso, significó dos cosas fundamentales
para la transmisión de la experiencia antropológica.
Un modo atractivo de expresión; directo e intuitivamente plasmado.
Pero, sobre todo, mirar el mundo y descubrir sus ángulos insólitos
Eliana Albalá
Hace ya meses, una nublada mañana, me encontré en mi centro de trabajo con unas viejas y desfondadas cajas de cartón expuestas al aire libre, conteniendo papeles polvosos, delgaditas copias al carbón de las que ya no vemos y documentos originales, con sus grapas oxidadas y sus folders con huellas de clips manchados; todo ello, arrumbado desordenadamente, en su camino sigiloso y expedito, desde una bodega hacia la basura. Con poco respeto por el polvo y con la curiosidad que a veces nos depara alguna sorpresa, me percaté de que esa “basura” no lo era -lo cual no ha de extrañarnos en un mundo donde lo valioso no es valioso, lo desechable no es desechable, lo hueco está relleno y lo relleno resulta hueco, etcétera-. En una institución dedicada en buena parte a la historia, alguien medio desmemoriado pero dotado de alguna función, decidió que los papeles viejos estorban y hay que deshacerse de ellos. Recogí algunos de esos papeles amenazados por la incuria y lo que sigue es en parte efecto de ello. Ahí, en la basura, encontré algo de la historia del Jardín Etnobotánico. La desmemoria institucional no es muy loable que digamos, sea o no engendrada por la negligencia. No era por cierto el primer episodio de ese tipo de incuria: en otros tiempos, los encargados de la biblioteca decidieron tirar a lo baboso –o digámoslo técnicamente- despatrimonializar la documentación depositada ahí sobre el movimiento del 68, entregada por el desaparecido colega Pablo Mayer, así como parte del material etnográfico del antropólogo Luis Miguel Morayta.
Leer más: Bernardo Baytelman, Jorge Angulo y Alfredo Barrera en los antecedentes del Jardín Etnobotánico en...