18, Febrero de 2013

Agujeramos o agujeramos: los caminos para conseguir lo que se quiere. El caso de la Minera La Esperanza Silver en el cerro El Jumil, municipio de Temixco, Morelos

Toda situación de amenaza o franca agresión ponen en evidencia la fortaleza o debilidad de las estructuras, de las instituciones y de las personas que son sometidas a su embate.

Hay fortalezas y debilidades heredadas, ajenas en algún grado a la voluntad humana y, sin embargo, otras muchas son construidas socialmente, incluidos aquellos desastres que obedeciendo a condiciones naturales en su inicio, derivan sin embargo de responsabilidades estatales e institucionales en materia de prevención, en negligencia frente a los riesgos, por una atención simulada, selectiva, o por franco abandono respecto a los pobladores afectados.

 

Tomemos el ejemplo del terremoto que sacudió la ciudad de México en septiembre de 1985. En esos días, en la zona de multifamiliares de Tlaltelolco, los efectos del sismo resultaron devastadores porque el movimiento telúrico fue potenciado por la corrupción: incidió en obras ya vulneradas desde su edificación, gracias a la venalidad de las empresas constructoras, que burlaron las estipulaciones mínimas estructurales requeridas por ley para garantizar la seguridad de sus habitantes.

Las iniciativas de extracción sistemática de recursos por parte de empresas de minería a tajo abierto están poniendo de relieve ahora debilidades y fortalezas que han de ser motivo de análisis, porque es ahí que podemos incidir. La precariedad laboral de las comunidades y la propia precariedad de los colectivos sociales y académicos están funcionando justamente como las varillas delgadas y los endebles cimientos de aquellos edificios que se derrumbaron en septiembre de 1985.

Y como entonces, poco podemos esperar de aquellos gobiernos que vegeten en el autismo o militen activos en franca servidumbre, actuando como coadyuvantes en un proceso de afectación múltiple de alcances inauditos, como es el inherente a las iniciativas de la megaminería tóxica. Un poco de historia basta para entender que no se puede esperar que la codicia se limite a sí misma. Necesita ser enfrentada con determinación, competencia técnica y organización.

Me refiero a continuación a hechos ocurridos en el transcurso de la pasada gestión directiva del INAH a nivel nacional, en un proceso que, confiamos con fundamento, será atendido de manera responsable por la actual administración del Instituto.

El 28 de julio del 2008, un compañero investigador adscrito a la Sección de Arqueología del Centro INAH Morelos, entregó el peritaje con dictamen que le fuera encomendado expresamente a él y a otra colega por el entonces director de nuestro centro de trabajo, como resultado del recorrido de superficie llevado a cabo en los terrenos de referencia del proyecto de minería a tajo abierto de la empresa canadiense “Esperanza Silver” (“La Esperanza 2ª fase”), mismos que ocupan el cerro “El Jumil” y aledaños en el municipio de Temixco, conurbado con Cuernavaca.

El dictamen referido establece claramente la existencia de vestigios arqueológicos relevantes en dicho cerro, como parte del conjunto arqueológico de Xochicalco, del que dista cerca de tres kilómetros en dirección este, comunicando expresamente la improcedencia de llevar a cabo trabajos de explotación minera ahí, debido a la pérdida de patrimonio arqueológico que dicha iniciativa extractiva implica.


Vista del cerro El Jumil desde el museo de Xochicalco. Nótense los caminos abiertos ya por la empresa minera en la fase de exploración. Foto: P. Hersch M.

La zona analizada, de acuerdo con los arqueólogos que la estudiaron en esa ocasión, consta de dos componentes en el cerro de El Jumil: en su cima hay vestigios de construcciones, restos de pisos de estuco, nivelaciones para habitaciones de alto rango social, accesos definidos y plataformas formadas y divididas por muros secos o tecorrales hasta una zona de pie de monte medio. El costado sur y este de la cima se encuentra además rodeado por lo que fue una muralla. En una nivelación a pie de monte hacia el oeste, encontraron a su vez basamentos de piedra de planta cuadrangular, con restos de muros en sus cuatro costados, con base en muros hechos con cementante de cal, así como una división que al mismo tiempo es un acceso, y dos plataformas inferiores hacia el oeste. Sobre la segunda plataforma son visibles restos de elementos arquitectónicos de un juego de pelota, en apariencia sin cabezales, con un eje longitudinal norte-sur, mientras hacia el oeste se observa una tercera plataforma. Los dos basamentos superiores están rodeados por un paramento que puede haber sido una plataforma acondicionada para  una función de amurallamiento de dimensiones no definidas.

Los hallazgos reportados en esa ocasión en el cerro El Jumil corresponden a un conjunto arquitectónico destinado a usos de tipo cívico-ceremonial y casas habitación para población de alto rango social con acceso restringido y baja densidad poblacional. El área limita con la poligonal de la Zona Arqueológica de Xochicalco.

Luego de estudiar la zona, los investigadores facultados por el INAH establecieron entonces que en los terrenos del proyecto de minería a tajo abierto denominado “La Esperanza”, existen dos componentes arqueológicos fundamentales: una zona de arquitectura mayor destinada a población de alto rango social ubicada en la cima del cerro El Jumil y un segundo sector, formado por áreas de producción de alimentos con unidades habitacionales aledañas y cercanas a zonas de cultivo. Señalaban además que el cerro El Jumil se encuentra en línea recta y tiene una visual con la Zona Arqueológica de Xochicalco.

Asimismo, los arqueólogos destacan que el cerro El Jumil es una tercera poligonal de la zona arqueológica de Xochicalco, esto es, forma parte de dicha zona, con una forma de pentágono irregular que abarca la totalidad del cerro, en el cual, concluyen, debido a la presencia, volumen y visual de la zona de monumentos, no es posible llevar a cabo trabajos de explotación minera debido al daño y en su caso, la pérdida del patrimonio arqueológico.

Bueno, pues eso informaron por escrito los colegas arqueólogos en 2008. Y les firmaron su oficio de recibido.  Sin embargo, al parecer, a la empresa canadiense no le gustaron esas conclusiones y entonces, apoyada o no por quien estaba entonces o después a cargo de la Delegación Morelos del INAH, recurrió directamente a la ciudad de México… para tramitar ahí una realidad arqueológica más conveniente para sus planes.

Lo que sigue resulta altamente sintomático: no sabemos dónde quedó la bolita, pues resulta nada menos que el informe referido “se perdió”, en virtud del animismo que se asoma en nuestros giros idiomáticos y funciona para atribuir responsabilidades al clima o a la casualidad, como cuando exclamamos: “se me cayó” o “se me hizo tarde”, pues el informe de marras tuvo la ocurrencia de perder-se: se extravió el muy irresponsable.  ¿Tendremos acaso un caballo de Troya en la propia institución que invisibiliza lo que afecta al gran capital minero?

Resulta que no existe el informe para la misma institución que lo recibió y que encomendó el estudio realizado; lo que equivale a inferir que no existe quien lo generó, no es relevante lo que hizo, ni su palabra y esfuerzo tienen valor alguno. En tanto, continuó el proceso de trámite de la minera, en el transcurso del cual ha obtenido ya dos dictámenes favorables del Instituto, de acuerdo con la manifestación de impacto ambiental encargada por la propia empresa canadiense, en una alternativa del INAH que permite la explotación condicionada a recomendaciones que, desde la perspectiva de varios arqueólogos de nuestro mismo centro de trabajo, resultan técnicamente cuestionables.

La respuesta del INAH, al menos de acuerdo con lo que se señala en la manifestación de impacto ambiental de la misma empresa, delimita tres áreas que no deben de ser destruidas por la minera, separadas entre sí, como consta en el mapa que sigue, donde se representan en color rosa;  la ubicada al sur es contigua al “Tajo 2”, la ubicada al norte es contigua nada menos que al “Patio de lixiviados”, de forma tal que estamos frente a un curioso y original monumento híbrido, un nuevo modelo de integración funcional de nuestro presente y nuestro pasado, que conjuga en una misma unidad física dos elementos emblemáticos: la irrelevancia de los autóctonos vivos, manifiesta en la modernidad depredadora radical, con la gloria de los autóctonos difuntos, presente en la antigüedad civilizatoria del Epiclásico:


Ubicación de las zonas delimitadas (en rosa)  con vestigios arqueológicos, aisladas en su emplazamiento dentro del conjunto de la mina a tajo abierto de El Jumil. Manifestación de Impacto ambiental, Esperanza Silver de México, 2012.

La empresa, en este proceso, encuentra allanado el camino para iniciar la explotación de tajo abierto próximamente, si no se toman en cuenta las graves y múltiples consecuencias cabalmente previsibles en diversos órdenes. De hecho, la Manifestación de Impacto Ambiental encargada por la empresa minera publica un curioso gráfico, reproducido a continuación, donde el INAH aparece caracterizado en el extremo superior derecho, el cual corresponde a las instancias con mayor grado de poder en la región y con mayor afinidad al proyecto minero (nótese resaltado en un círculo rojo a rayas), compartiendo ese estamento con las autoridades comunales del poblado vecino de Tetlama, ya bastante motivadas por la empresa para acceder a la explotación, gracias a la precariedad de las condiciones de vida y de trabajo existentes en la zona, y a la oferta que ha hecho ya –de acuerdo con comuneros de la localidad- de centros de salud, un hospital, una escuela preparatoria, caminos y otros servicios públicos que al menos hasta el día de hoy debieran de ser brindados a la población como responsabilidad del Estado. Hasta la piadosa restauración del templo entró al paquete


Ubicación del INAH (destacada añadido en punteado rojo, arriba a la derecha) en la percepción empresarial minera de las fuerzas políticas en la región. Manifestación de Impacto ambiental, Esperanza Silver de México, 2012.

Tal como sucedió en el proceso mercantil-electoral del año pasado, donde la precariedad económica y educativa construida con celo para sectores significativos de la población resultó muy conveniente para el comercio de sufragios, la precariedad de las poblaciones aledañas resulta harto funcional para las iniciativas mineras de tajo abierto, porque posibilita la compra de voluntades ya acosadas por la carencia de oportunidades laborales, por el abandono de la agricultura de subsistencia, por la falta o insuficiencia de servicios básicos y por la cuidadosa y sistemática desinformación.

Con el antecedente de la investigación referida, varios investigadores solicitamos recientemente información al INAH, recibiendo entonces una relación de los estudios arqueológicos llevados a cabo por nuestra institución a propósito de la iniciativa minera, donde no figura, en absoluto, alusión alguna al estudio y dictamen realizados en 2008.

La iniciativa minera, ya muy avanzada en sus trámites, resulta preocupante para quien no tenga intereses económicos o políticos puestos en ella, pues presenta varias vertientes de afectación estrechamente relacionadas entre sí, cuya magnitud y severidad en sus implicaciones es previsible técnicamente en el campo ambiental, sociocultural, económico, epidemiológico… y arqueológico.

Hay que añadir otro elemento de relevancia a considerar, y es que las concesiones mineras de La Esperanza Silver en torno al Cerro del Jumil abarcan 15,025 hectáreas, divididas en 7 secciones colindantes entre sí. Esto implica que el Jumil es simplemente la punta de la flecha de la iniciativa y que el proyecto global involucra directamente a diversas comunidades –entre ellas la colonia Las Palmas de Alpuyeca y los asentamientos de Xochicalco , Unidad Morelos y Xochitepec- al abarcar concesiones del subsuelo incluso debajo de asentamientos humanos actuales, como se puede ver en el siguiente mapa.  Por increíble que parezca, la concesión “Esperanza V” abarca formalmente el subsuelo de la zona arqueológica de Xochicalco, reconocida por la UNESCO como  “Patrimonio de la Humanidad”.


Delimitación de las concesiones Esperanza I a VII en Morelos, con el cerro El Jumil al centro. Nótese la vecindad inmediata con zonas urbanas de alta densidad y con el aeropuerto Mariano Matamoros, y hacia el oeste la ubicación de la zona arqueológica de Xochicalco en el centro mismo de la concesión “Esperanza V”. Manifestación de Impacto ambiental, Esperanza Silver de México, 2012.

Las iniciativas mineras a tajo abierto se encuentran sólidamente cuestionadas en la actualidad, y no por un “fundamentalismo antiminero” que países como Costa Rica o Turquía y estados como Minnesota y California en Estados Unidos las han prosrito totalmente de sus territorios. Sin embargo, del amplio conjunto de efectos nocivos previsibles en la iniciativa que nos ocupa, tomemos aquí sólo lo que corresponde a la dinámica que el INAH ha seguido ante la iniciativa minera. Esto es, los empresarios mineros hacen lo que les corresponde, en plena coherencia con la ilimitada irresponsabilidad del modelo económico dominante, pero hemos de preguntarnos qué hacemos nosotros; veamos en qué sentido la mina de tajo abierto colindante con Xochicalco revela procederes institucionales contradictorios, que ameritan atención y corrección.

No es coherente que las investigaciones encomendadas por el INAH a sus propios especialistas desaparezcan. O tal vez sí, pues estamos enterados de que André Breton se fue de México porque aquí no tenía nada que hacer, en el reino donde lo surreal es sano costumbrismo.  Sin embargo, la perspectiva de quienes trabajan para el INAH en sus delegaciones regionales seguramente tiene algo que aportar a la institución; las investigaciones encomendadas debieran tomarse en cuenta o al menos rebatirse, no ignorarse llanamente; vaya, en el ejemplo que nos ocupa, ni espacio en un archivo alcanzó el citado informe.

¿Cuál es entonces el sentido o razón de ser de las Delegaciones o Centros Regionales del INAH?

¿Cómo es que el trabajo académico de sus integrantes es luego irrelevante en situaciones tan delicadas como la que nos ocupa?

Los investigadores que realizaron el peritaje arqueológico en el Cerro el Jumil no tuvieron siquiera la posibilidad de una respuesta a su estudio, ni formal ni informal, ni de los funcionarios ni de sus propios colegas que luego fueron enviados para analizar la zona desde la ciudad de México.

Las objeciones múltiples a la mina deben de ser atendidas y no son banales: se trata de un asunto de interés público y además significativo, emblemático, dada la cantidad de propuestas de explotación que están en juego en todo el país. La interrelación de factores y su trascendencia hace que el asunto no sea de competencia exclusivamente arqueológica.

Se requiere clarificar categóricamente, tanto a los arqueólogos del INAH, como a los académicos y trabajadores del Instituto y a la sociedad misma, cómo es que la explotación minera en el Jumil, municipio de Temixco, NO afectará a la Zona Arqueológica de Xochicalco, dadas las vibraciones que se generarán al dinamitar reiteradamente el cerro, cuando el subsuelo es de material inestable y con cavernas, entre las cuales se encuentra su observatorio astronómico; cómo es que se decide que la zona arqueológica ubicada en el Jumil NO forma parte del conjunto arqueológico de Xochicalco, de modo que su afectación, sea o no condicionada, NO lo afecta en su dimensión integral; ha de demostrar categóricamente cómo condicionar a la empresa minera a que separe entre sí las áreas con vestigios arqueológicos y las circunscriba en colindancia con el hueco extractivo que realizará la empresa canadiense NO constituye un despropósito múltiple: cómo es que NO atenta a la integridad de la zona arqueológica en su conjunto, cómo es que NO aísla los vestigios irremisiblemente, haciendo impracticable cualquier obra ulterior de estudio, recomposición o visita; cómo es que NO condena esos vestigios desligados a su propia afectación física irreversible, en virtud de las explosiones contiguas inmediatas que se llevarán a cabo; cómo es que NO pasa por alto el principio de zonas de amortiguamiento periférico que de manera sistemática se establecen en la delimitación de las zonas arqueológicas.

Es preciso que se clarifique a su vez cómo es que la mina a tajo abierto NO va a alterar irremisiblemente la perspectiva visual desde Xochicalco o bien, bajo qué criterio dicha alteración resulta irrelevante, o cómo es que favorece de alguna manera a la zona de Xochicalco el hecho de que aparezca ahora el enorme hueco pretendido de la mina de tajo abierto, conspicuo, monumental, imponente, visible desde la entrada misma del museo de sitio desde su mirador oriente y notoriamente desde la misma zona arqueológica.

Pero además, convendría precisar: ¿cómo es que el Instituto atiende en estos casos concretos la integridad del patrimonio cultural como tal?;  ¿cómo es que ese “patrimonio cultural”, en el caso de las iniciativas mineras de tajo abierto que en el país están proliferando, se puede reducir al patrimonio arqueológico, cuando evidentemente uno y otro no son sinónimos?; ¿cómo se sostiene que este tipo de afectaciones NO incide negativamente en el patrimonio cultural de la región al afectar la disponibilidad del agua, al contaminar mantos freáticos y ríos, al alterar veneros por las explosiones, al generar contaminación por el polvo, generado en partículas microscópicas sometidas a los vientos, al afectar la salud de los habitantes, al generar desechos venenosos?, y un largo y tóxico etcétera.

Y si el INAH acaso no tiene jurisdicción legal más que con el patrimonio arqueológico, entonces la pregunta a formular  –nada nueva tal vez- es, no por retórica, sino por su relevancia para el cometido institucional, si las leyes se han de adecuar a la realidad, o la realidad se ha de seguir adecuando a las leyes y a las limitaciones e intereses de quienes las interpretan.

Tampoco es coherente que el INAH en casos concretos como el que nos ocupa, siga sosteniendo y proyectando una visión parcial y atomizada de su objeto mismo de trabajo; esto es, que se desentienda de otras dimensiones esenciales de afectación del patrimonio cultural que no son estrictamente las de índole arqueológica.

En suma, las implicaciones ecocidas y etnocidas que no son objetivamente descartables en toda explotación de minería a cielo abierto, ¿son asuntos ajenos a nuestra responsabilidad institucional como investigadores y trabajadores del INAH?

En realidad, el tajo abierto a perpetrar, no está solamente dirigido a los cerros y montañas y subsuelos para transformarlos en harina buscando ese oro, plata y otros metales microscópicos a un costo desmesurado que no pagan las empresas y que no se puede tasar en dólares: la hendidura y la molienda están dirigidos al patrimonio biocultural, que en un sentido cabal involucra centralmente a nuestra población.  ¿A quién le toca defender ese patrimonio ante el embate neocolonial de una expoliación ahora modernizada tecnológicamente, aunque remita a un proceso histórico de larga data?

El INAH investiga, conserva y difunde el patrimonio cultural del país. Aproximadamente, en el caso de las iniciativas mineras, ¿cómo?

 

Referencias

Esperanza Silver de México. Manifestación de Impacto Ambiental, Modalidad Particular, Mina Esperanza, Tetlama, Morelos. Planeación y Proyectos de Ingeniería, S.C., Ordóñez Profesional, S.C., México, 2012. Disponible en internet: http://app1.semarnat.gob.mx/dgiraDocs/documentos/mor/estudios/2012/17MO2012M0005.pdf

Golder Associates. Preliminary Economic Assesment. Update 2011 Cerro Jumil Project. Technical Report.  Lakewood, Colorado, 2012.

González, L.; Hersch, P.; Sedano, C. y A. Ramírez. 2011. El respeto a nuestra tierra es Justicia. ¡No a las mineras!. Comisión de Salud, CRAC; INAH; UAEM; Mpio. de San Luis Acatlán,Guerrero. México, Proyecto Conacyt Clave 101990. PDF accesible en internet en: http://www.enelvolcan.com/el-cuexcomate/53-el-respeto-a-nuestra-tierra-es-justicia-ino-a-las-mineras

 

 

Consúltense también:

“Minería, comunidades y medio ambiente. Investigaciones sobre el impacto de la inversión canadiense en México”. FUNDAR, Centro de Análisis e Investigación, México, julio de 2002. [En Línea]: http://www.fundar.org.mx/mexico/pdf/mineria.pdf

“La megaminería a  cielo abierto no solucionará el problema del desempleo en la línea sur de la Provincia de Rio Negro”. Fundación Patagonia tercer milenio, Viedma, diciembre de 2011. [En Línea]: http://www.funpat3mil.com.ar/documentos/mineria_cielo_abierto.pdf

Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Esquel por el NO a la mina: http://www.noalamina.org/mineria-preguntas-frecuentes/mineria-general/iel-polvo-de-las-explosiones-mineras-es-peligroso

“La Minería y sus impactos”, Servicios en Comunicación Intercultural, Núm. 57, diciembre de 2004 [En línea]: http://servindi.org/pdf/Serv_57_Mineria.pdf

“Minería y cambio climático”, (29/03/10) [En línea]:
http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Mineria/mineria_y_cambio_climatico