038 - Julio - Agosto 2015

Editorial: En torno a la detección de una célula operativa del Estado Islámico operando en México

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Dicen los entendidos que hay que evitar los adjetivos, que basta describir con precisión las situaciones para que sea el lector quien los coloque ahí donde le surjan espontáneamente.  Sin embargo, eso no siempre es fácil, en particular, cuando los adjetivos fluyen sin sosiego al momento de describir algunos hechos. De modo que, a riesgo de ser nosotros los adjetivados, sigue lo que sigue.

El 22 de julio del  2015, un bulldozer arrasó vestigios arqueológicos cuya conservación había sido expresamente solicitada por vecinos de Tlaltizapán, quienes mediante peticiones escritas y avaladas con numerosas firmas, fundamentaron su preocupación por el patrimonio cultural de su pueblo[1].  Se trata de un episodio con más de lo mismo, una enorme muestra del camino de la indignación creciente, aunque sea minúscula al lado de las tragedias cotidianas mayores en este país, porque todo está ligado en este verdadero crimen organizado, el constituido por la necrofilia que permea los corazones de plástico (made in USA) de muchos funcionarios y parásitos.


Logo actualizado propuesto para la Coordinación Nacional de Arqueología

La acción tempranera de la máquina, ese 22 de julio, era el colofón de una negociación virtual, en la cual varios funcionarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no sólo hicieron caso omiso a la atenta petición de los vecinos de Tlaltizapán, sino que procedieron de manera sorpresiva, cuando las pláticas no habían concluido y se mantenían aun con la idea de una posible resolución consensada. Al fin y al cabo, era cosa de adecuar el proceso para desviar el trazo carretero. Nada que no se pudiese concretar habiendo voluntad de diálogo.

Pero no la hubo. Era la voluntad de la población o la de la empresa constructora de una autopista. Eso, en el marco de los megaproyectos que se instauran en el país bajo la premisa de un “desarrollo” excluyente y desequilibrado que tiene carácter “preferente”. Y ésta voluntad es la que se impuso mediante la solícita actuación de la fracción más opaca, rastrera, retardataria y autoritaria (piense el lector en otros calificativos) del Instituto Nacional de Antropología e Historia. La imposición tuvo vía libre y la soberbia displicente y el servilismo facilitaron el camino a un proyecto decidido y puesto en práctica al margen de la población, pero no al margen de la zona arqueológica.


Imagen posible sobre las próximas relaciones armónicas entre el INAH y las comunidades

Y es que no se ha entendido el mensaje: la gente sobra. En particular, la que siente y piensa, la digna, la que aspira a un futuro luminoso, la que no mendiga identidad de los “medios de comunicación” ni la compra en los negocios. Para el poder y sus asociados menores, no debiera de haber gente, al menos no esa, que se sale del modelo de obediencia y resignación decretado, que se ha creído el cuento del respeto a la vida, el cuento de los valores y de que el cielo se construye hoy, ese cuento subversivo de la autonomía y de la altura de miras, de no arrastrarse; en suma, esa leyenda mítica de la convivencia para beneficio de todos y todas.


Representación tallada de herramienta arqueológica,
con jeroglíficos, utilizada en Mesopotamia
en el período preclásico tardío

Los escándalos aparecen no sólo en el ámbito nacional, sino en casa. Caterpillar opera no sólo en Palestina, sino en Tlaltizapán, exhibiendo con desmesura y cinismo la incompetencia técnica y el desprecio hacia las comunidades como parte del ejercicio de un “rescate arqueológico” que no redime, ni recupera, ni repara nada, y que ha llenado de vergüenza e indignación a numerosos arqueólogos y no arqueólogos.  

El perpetrador inmediato y directo de la destrucción, un operador de maquinaria, forma parte de una cadena, donde cada eslabón le echa la culpa a los demás. Sólo falta el cambio climático como culpable. Un “arqueólogo” da su anuencia especializada sin entender, ni pretender hacerlo, el interés y la perspectiva de los pobladores, tan inexistentes para él como para toda la estructura en la cual se protege: un Consejo Nacional de Arqueología y una Coordinación Nacional de Arqueología que le generarían y generan arqueos de indignación y de profunda repugnancia a los maestros mismos de la arqueología mexicana, consagrando el atropello en aras de una academia de pacotilla.  


Candidato a arqueólogo entrenándose para demostrar sus habilidades prácticas en examen por concurso de oposición a los vestigios de culturas antiguas rescatables

Nos preocupa, no menos, enterarnos que el “arqueólogo” de limitadas entendederas y agente de la Caterpillar Inc., resulta ser, nada menos, que el representante nacional del INAH ante la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para todo lo relacionado con los actuales proyectos de infraestructura carretera en el país. Así.  Este funcionario que se ha faltado al respeto a sí mismo, en realidad no es más que un apéndice más de un dispositivo depredador que es preciso identificar y desmontar.

¿Cuántas depredaciones oficializadas faltan aún por concretarse en el proceso de construcción de la autopista Siglo XXI?

¿Cómo se puede ir más allá si en casa no hay un poco de orden?

¡Por una Arqueología al servicio de los Pueblos!

 

Ayotzinapa

A un año de los hechos de Ayotzinapa, incluimos para nuestros amables lectores en este número el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para su consulta, así como los vínculos para acceder a las declaraciones de los padres de los alumnos. Otras palabras sobran.

Informe Ayotzinapa

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Disponible para descarga gratuita en:
http://enelvolcan.com/informe_ayotzi.pdf

Postura de padres (vídeo):  
https://www.youtube.com/watch?v=UlmW0msPjuU

Respuesta de padres (noticias):
http://aristeguinoticias.com/0109/mexico/contrainforme-integro-de-padres-de-ayotzinapa/

http://desinformemonos.org.mx/2015/09/informe-de-ayotzinapa-desenmascara-al-gobierno-federal-intelectuales-y-periodistas/

http://www.animalpolitico.com/2015/09/la-verdad-historica-de-la-pgr-se-convirtio-en-la-mentira-historica-padres-de-ayotzinapa/

Alternativas al sector turístico: desarrollo local y procesos de autonomía

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Introducción

A partir de la ruptura del modelo económico de bienestar en México, los cambios y las modificaciones que ha realizado el Estado a las políticas públicas han sido muchos, en la línea argumentativa de dar continuidad al desarrollo económico del país, encaminándolo con rumbo a la privatización, bajo un orden capitalista subsumido al modelo neoliberal; las reestructuraciones constitucionales, legales, normativas y políticas, han gestado acciones para incorporar al mercado recursos naturales y territorios de uso común; concretando procesos de despojo de bienes mayoritariamente en comunidades rurales e indígenas.

Este texto refiere la implementación de la actividad turística en México, caracterizando el contexto bajo el cual se propone como alternativa de desarrollo; posteriormente, se enuncian algunos enfoques disciplinarios que han abordado las problemáticas que esta actividad conlleva; en seguida, se plantean los puntos propuestos a discusión; primero: la adecuación de la estrategia en torno al discurso político y económico del momento, sin que ésta implique cambios necesarios con base en las demandas sociales. Segundo: la producción social del espacio bajo esquemas de contradicción con el capitalismo que lleva implícito el desarrollo turístico. Tercero: la configuración de sujetos autonómicos como construcción social de territorios alternos al capital, vislumbrando a los mismos como formas de emancipación y libertad, elemento indispensable para garantizar un verdadero desarrollo local y/o endógeno. 

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Antecedentes de Turismo en México

Desde sus inicios en los años 60s, la Organización Mundial del Turismo (OMT) plantea para los entonces llamados países subdesarrollados, tomar al turismo como una opción de desarrollo, enunciando entre sus supuestos beneficios: la baja inversión de capital por la captación de inversión extranjera, la explotación de los recursos naturales y culturales como principal atractivo, la generación de empleos y, aunado a ello, la oportunidad de un acercamiento con los países desarrollados, a fin de obtener de ellos conocimientos y estrategias para finalmente lograr asemejarse a estos.

Finalmente, al Estado mexicano parece haberle convencido la estrategia planteada por la OMT, ya que pese a la forma en que esta ha ido modificándose y permeando en programas sectoriales, políticas publicas, o incluso, instaurándose en la creación de organismos gubernamentales, a lo largo de los años, la estrategia de desarrollo turístico, ha priorizado históricamente la trasformación de zonas rurales, con el fin de potencializarlas turísticamente.


Bahia de Banderas. Fuente: www.mexicocarrental.mx

Como señala Benseny (2007), durante los años sesenta el Estado se abocó a la planificación del turismo, creando centros integralmente planificados.

Uno de sus instrumentos fueron los llamados polos de desarrollo, basados en el crecimiento de una sola actividad económica.

“Así, por decreto se señalan los puntos de interés turístico donde se determinan los sitios propicios para desarrollar los grandes complejos, llamados megaproyectos o polos de desarrollo: Cancún en Quintana Roo, Ixtapa Zihuatanejo en Guerrero Bahía de Banderas en Nayarit.” (Real, Madera y Olivarria, 2010: 4)

Intentando garantizar una oferta de alto impacto, el gobierno a través de sus instituciones, favoreció un acelerado crecimiento de sector empresarial, incrementando las inversiones privadas en los servicios turísticos y destinando capital del Estado a la mejora de infraestructura.  


Gustavo Díaz Ordaz. Fuente: www.sinembargo.mx

En 1970 se creó el fideicomiso Bahía de Banderas, siendo el primero en el país con finalidades turístico-habitacionales y en el cual tenían participación los campesinos; éste les permitiría realizar otras actividades diferentes a la agricultura, sin embargo, solo fungió como un instrumento del Estado para concluir la expropiación de tierras, su función era intermediaria; Estado-inversionistas.

El 10 de noviembre del mismo año, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, por decreto de expropiación, declara de utilidad pública el desarrollo habitacional y turístico, en los terrenos que circundaban la Bahía de Banderas, ubicado en las costas de Nayarit y Jalisco.

La expropiación abarco 4,236 has. del municipio de Compostela, comprendiendo 140 km. de playa a lo largo del litoral nayarita, afectando a los ejidos de Sayulita e Higuera Blanca; con radio de acción o efecto directo a los programas agrícolas, ganaderos, pesqueros, industriales, educativos y de vivienda popular de 60 mil has., las tierras expropiadas en conjunto pasaron a ser patrimonio del fideicomiso Bahía de Banderas (Real, Madera, Olivarria, 2010) (Fonseca, 2009)

Posterior al decreto, la primera acción emprendida por el gobierno fue legalizar la tenencia de tierras ejidales como propiedad privada y segundo modificar la Constitución Mexicana para permitir a los capitales extranjeros obtener terrenos en costas de México.

Así, instituciones crediticias se dieron a la tarea de adquirir terrenos para vender posteriormente certificados de participación inmobiliaria a particulares, tanto nacionales como extranjeros, lo que permitía a los  capitales privados invertir en forma directa, clara y dentro de la ley. Por consiguiente:

“(…) los pobladores cambiaran de tipo de actividad, así de agricultores o pescadores pasaron a ser trabajadores de la construcción, agroindustria y de servicios, y no siempre en las mejores condiciones laborales, ya que, sobre todo en la industria eran pocas las ocasiones para poner en práctica los conocimientos, debido que se traía personal especializado” (Real, Madera, Olivarria, 2010: 4-8)

El cambio de posición de los pobladores locales en las relaciones de producción fue evidente, estos dejaron de ser los propietarios del territorio, para convertirse en empleados que apoyaran la consolidación del nuevo polo turístico, planificado por el Estado.

Bajo este esquema de orden capitalista, se han introducido en el mercado territorios y bienes comunes utilizados desde tiempos ancestrales por comunidades y poblaciones rurales, despojándolos de espacios geográficos que conforman en la mayoría de los casos, su medio de subsistencia económica y su reproducción cultural.

“En la década de los noventa llegó a Punta Mita una inversión privada de tipo Turístico-condominial, la inmobiliaria DIME adquirió 688.5 has. y a efecto de darle posesión del predio, fue necesario desalojar la comunidad de pescadores asentados en la playa Corral del Risco la cual quedó incluida en el predio ya comprado”  (Fonseca, 2009 pp. 9-10)

Pese a que durante más de 40 años en Nayarit las inconformidades de las poblaciones locales se han hecho manifiestas por la privatización de territorios y se han acumulado quejas contra el Fideicomiso Bahía de Banderas, existen acontecimientos en ese estado, que continúan desarrollándose con características similares a los hechos históricos.

Tal es el caso de dos acuerdos, firmados en 2011 por Juan Rafael Elvira Quesada, (Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales), donde se concesionaba para desarrollar un megaproyecto turístico, una superficie en la playa del Rey de 999, 640. 85 metros cuadrados; a Desarrollos Turísticos del Rey S.A. de C.V. y Desarrollos Turísticos Aramara S.A. de C.V., de quienes no se encontró registro de inscripción en el Registro Público de la Propiedad y del Comercio de Nayarit. (Tello, 2011).

La superficie concesionada, comprende uno de los 5 sitios sagrados del pueblo Wixarika[1], denominado TateiHaramara, el cual está representado por 2 piedras blancas (TateiWaxieve y TateiYukawima) y se localiza en la Isla del Rey, frente al puerto de San Blas, Nayarit.(CDI, 2010)


Campo de golf en Punta Mita. Fuente:www.golfworldresorts_com

En 2007, la Unión Wixarika de Centros Ceremoniales de Jalisco, Nayarit y Durango A.C. había obtenido por parte de la Secretaria del Medio Ambiente y Naturales (SEMARNAT) un permiso transitorio para poder instalar un templo de ceremonia, el cual solo tuvo vigencia de un año, posterior a este, se les exigió un pago bimestral para poder seguir haciendo uso del predio, que durante todo la historia de su pueblo, formó parte de sus bienes comunes.

Durante 2013, el gobierno federal firmó un acuerdo por el que se entregaron 8.3 hectáreas en San Blas a los indígenas, sin embargo, la mayor parte de la Isla del Rey está concesionada, incluso el sitio sagrado figura hoy como un elemento de plusvalía para los terrenos que circuncidan el área geográfica.

 

Alternativas desde la academia: Diversidad de enfoques

El modelo económico de acumulación ha encontrado en el sector turístico, desde algunas décadas atrás, un nuevo eje para su expansión geográfica y su reproducción espacial, apropiando nuevos territorios y generado al mismo tiempo múltiples problemáticas sociales, las cuales en los últimos años han asumido la necesidad de tratarse bajo un enfoque sistémico y multidisciplinario, contraponiéndose a lo que inicialmente asumía a la actividad turística bajo intereses meramente económicos.

Partiendo entonces, de la preocupación por construir alternativas y/o descifrar los procesos que impactan desde distintas vertientes a las poblaciones o comunidades locales, en las cuales interviene la actividad turística; se han generado investigaciones sociales económicas y antropológicas.

Desde una perspectiva socioeconómica Femke Van, (2013) analizar el impacto del crecimiento del turismo residencial sobre el mercado inmobiliario, el desplazamiento, la exclusión y los cambios espaciales locales en la provincia de Guanacaste, costa noreste de Costa Rica. Realiza un análisis cuantitativo, concluyendo que el turismo residencial, es una importante expresión de la globalización mediante las inversiones transnacionales, se enfoca en transferencia de tierras y en el desarrollo inmobiliario, por lo que puede tener un impacto sobre el acceso a la misma, entre algunos grupos de la población, generando exclusión por el aumento de predios y casos por la privatización.


Integrantes de la Unión Wixarika. Fuente: www.cronicadesociales.org

Una situación parecida en México abordan Real, Olivarría y Madera (2010); presentan como problemática la internacionalización del turismo en el estado de Nayarit, a partir de la implementación del modelo; polos de desarrollo, a través del cual se priorizo en el Estado la captación de inversiones principalmente trasnacionales, y se optó por la  modernización de zonas rurales, repercutiendo en la disminución de actividades tradicionales y dentro del ámbito local, estatal y regional, transformando aspectos económicos, sociales y políticos.

El objetivo de este trabajo fue analizar las modificaciones que ha sufrido el estado de Nayarit, desde la implementación de los polos de desarrollo. Se utiliza el método histórico para desarrollar el trabajo, concluyendo que el proceso de transformación turística del Nayarit no ha tomado ni mínimamente en cuenta a las comunidades locales, en aspectos sociales, históricos, culturales ni económicos, por lo que la mayoría de estas, sufrieron impactos negativos; como encarecimiento de la vida, despojo materia y cultural y violación a los derechos humanos, sin que se vislumbrara a corto y mediano plazo una mejora en sus condiciones de vida.  

En este mismo sentido Palafox, (2013) en su artículo “El turismo como eje de acumulación” revela el comportamiento de los grupos hoteleros turísticos internacionales y locales, en la zona del Caribe. Comprueba una hipótesis que sostiene, el nuevo rol que tiene la actividad turística como eje de acumulación y que como tal se ha establecido como plataforma para la reproducción del mismo modo de producción; para ello, la globalización económica por medio del libre mercado y la formación de cadenas productivas han contribuido a la formación de grupos turísticos internacionales, que se han expandido en las economías emergentes, a partir de construcción de infraestructura por parte del Estado, quien han facilitado la llegada y consolidación de estos grupos, quienes se apropian del territorio; expandiéndose y diversificándose a través de las Global Commodity Chains.

La socióloga Rhina Roux, (2008) representa un referente actual, de como el capital como forma de dominación, ha revelado en la violencia, el despojo y la destrucción de la comunidad natural, en una constante histórica, concluyendo que la globalización es la actualización de la violencia secular de la modernidad capitalista, ya que incorpora al capital territorios, naturaleza, trabajo y conocimiento, bajo métodos de robo y depredación descritos desde un inicio por Marx;  nos habla de una acumulación por despojo, refinada hoy, por las innovaciones científico tecnológicas. 

Entrando en materia antropológica Agustín Ávila (2013) profundiza el tema del despojo, valorizando la importancia de los saberes tradicionales de los pueblos originarios; expone la forma en que estos están siendo desplazados por las expansiones de dominio y enriquecimiento mediante la destrucción y el saqueo de la naturaleza, su trabajo sustenta la perdida de la memoria histórica, tras despojar a los pobladores de sus formas habituales de vida, y los espacios territoriales que les permiten reproducirlas.

Así mismo Alicia Castellanos, Jesús Antonio Machuca (Coordinadores del Seminario sobre Antropología y Turismo) y María de la Paloma Escalante, desde sus líneas de investigación han realizado esfuerzos por hacer que el trabajo antropológico mitigue y aporte soluciones al tema de alteridad y turismo.

Desde la corriente crítica, sus análisis se ubican en los procesos de reconfiguración de los espacios geográficos intervenidos turísticamente, el despliegue de identidades y las implicaciones de ello en los cambios culturales, pasando por una cuestión tanto simbólica como estructural.

 

Adecuación de la estrategia en torno al discurso contemporáneo: sin cambios en el rumbo político y económico de México.

Las reflexiones en torno a la actividad turística, tanto en México como en otros países de América, han ido modificándose, acorde con el discurso internacional, así mismo este permea el diseño estratégico que se debe seguir en materia de desarrollo. Es por ello que así como cuatro décadas atrás se tomo como opción a los polos de desarrollo, desde el 2002, en México el tema de la sustentabilidad ha invadido las agendas públicas sectoriales, emergiendo la propuesta de Turismo de Naturaleza.

Integrada a la teoría del desarrollo sustentable sus premisas buscan: la preservación de la naturaleza, la generación de riqueza y el desarrollo social a través de la responsabilidad intergeneracional, sin embargo, la sustentabilidad que plantea esta nueva modalidad turística, es una retórica de la globalización, en la que prevalecen los intereses empresariales sobre los comunitarios, teniendo como una constante para la oferta; la exclusión social y la apropiación de recursos locales.

La realidad, llamada anteriormente; polos de desarrollo, o actualmente; turismo de naturaleza, no es tan divergente la una de la otra, ya que se conducen bajo patrones muy semejantes; los destinos turísticos son homogeneizados por grupos turísticos, con la finalidad de proveer al turista los espacios y productos mejor enlazados con el discurso contemporáneo.

En ambos casos el papel protagónico del desarrollo queda muy lejos de las poblaciones receptoras de turismo; anteriormente se encontraba en las trasnacionales, actualmente en Asociaciones Civiles, pero finalmente en muy pocos casos bajo las formas y condiciones de diseño y organización comunitaria.


Campesinos. Fuente: www.biodiversidadla.org

La diferencia radica en la forma en que el discurso hegemónico se implanta, pues se presenta ahora tal como lo mencionan Dachary y Arnaiz, (2009): “un modelo creado por los recolonizadores y sus organismos trasnacionales no bélicos –las ONG para reconquistar los pueblos aun no integrados, generando una perspectiva ideológica y no realista” (citado en Pérez et. al., 2011:232). Se busca convertir en guías de turistas y camareros de hoteles a todos aquellos que han producido y reproducido su territorio como espacio vital, enlazándolo culturalmente con las actividades primarias; “ofreciendo a estos, lo que se les niega cuando se trata de actividades agrícolas, asistencia técnica y crédito.” (Monterroso y Zizumbo, 2009, citado en Pérez et. al., 2011:240).

Una de las formas es la reorganización del espacio, que sin posibilidad para dar continuidad a los sistemas y las lógicas comunitarias, irrumpe totalmente en el desarrollo de las capacidades, pues con la reconfiguración del uso tradicional del territorio, no solo se les desaposesiona de un espacio geográfico, sino que se les brinda un espacio dentro de los fines de la expansión del capital colocándoseles desde luego no precisamente en una posición privilegiada.

 

La producción social del espacio para la generación de sujetos autonómicos.

Muchas poblaciones indígenas y campesinas han quedado vulnerables tras las transformaciones sociales y económicas que se realizan en sus territorios, propiciadas por la estrategia turística gubernamental, ya que este sector económico propiamente dicho ha sido mas que una alternativa de desarrollo; una forma de intervención que irrumpe en las lógicas comunitarias locales, generando contradicción con las nociones existentes en las poblaciones, las cuales se asemejan mas a una concepción de territorio:

“como noción de uso cotidiano, hace referencia al lugar donde pasan las cosas, donde se capta lo real de manera directa, (…) en el territorio se incorporan como componentes, los conceptos de comunidad y sociedad, volviéndose así una categoría donde procesos naturales y sociales se interpenetran”. (Coraggio 2011: 277-282)

Esta visión en ninguna arista logra interceptar con la visión capitalista del territorio, donde como lo expresa Harvey (2004), un determinado espacio es visto como oportunidad de expansión geográfica y reorganización espacial para reproducir el capital, el papel que juega, es vital para la subsistencia del capitalismo.

Muchas comunidades intervenidas por el turismo, como sociedades en construcción de una utopía alterna a este orden, tienen un arraigo distinto con el espacio que habitan y/o del cual hacen uso; éste no esta limitado a la producción económica, la lógica comunitaria, no encuentra su espacio en la acumulación de capital: “existe una visión diferente sobre la ganancia, ya que el resultado de las practicas sociales es la producción de valores para vivir.” (Santiago, 2009:188)

El territorio no es solo una simple delimitación geográfica que se encuentra cargada de elementos que permiten la subsistencia humana, sino avanzando en la interrelación de categorías, se puede comprender las relaciones que surgen entre los individuos y los espacios que estos producen, asociando este termino básicamente a la forma en que se instrumenta ideológicamente el espacio, para reproducir una determinada sociedad.

El espacio tiene un sentido de configuración de la esfera social, al ser el primer plano de interacción; representa el inicio de la construcción misma, fundando las bases para la relación entre los agentes y fijando los principios que darán en un futuro la reproducción de un determinado tipo de sociedad.

 

En busca de una configuración espacial alterna al capitalismo

“El capitalismo ya no se apoya solamente sobre las empresas y el mercado, sino también sobre el espacio, convirtiéndolo en un dominador pero al mismo tiempo en dominado” (Lefebvre, 1974:56).

Gilberto Giménez a través de su teoría de la geografía cultural tiene como eje central de análisis la apropiación del territorio, el cual define como: “el espacio apropiado por un grupo social para asegurar su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales, que pueden ser materiales o simbólicos” (Giménez, 2005: 8).

La apropiación es construida siendo predominantemente utilitaria-funcional, o predominantemente simbólico-cultural. La primera aparece cuando se considera el territorio como mercancía generadora de renta (valor de cambio) y la segunda, cuando se le considera como lugar de inscripción de una historia o de una tradición.

Por ello la concepción del espacio y/o territorio (definido indiferenciadamente dentro de este trabajo); entre la sociedad indígena o campesina; encarna determinadas relaciones sociales, las cuales crean estados de identidad, por el simbolismo que estas han internalizado.

En estas sociedades, la propiedad es una representación meramente comunal, los espacios son bienes comunes y la lógica de su producción no corresponde a la acumulación individualizada, incluso sus sistemas de intercambio van más allá de la mercantilización, ellos producen su territorio en una línea muy distinta a la de la producción capitalista del espacio.

Al igual que  la geografía de la acumulación, la geografía cultural requiere hacer uso del territorio, pues se fundamenta en el, constituyendo a este como condición, medio y producto de la reproducción de la sociedad.

Sin embargo los esquemas de concepción son antagónicos, pues para la sociedad indígena o campesina, el territorio es mucho más que un espacio de producción económica, teniendo primordialmente un valor de uso.

Este valor se intervenido cuando los territorios son alcanzados por la expansión geográfica y la reorganización espacial, pues con la reconfiguración del paisaje, la cosmovisión que referenciaba a los ocupantes del espacio se modifica; concretando un proceso de despojo, no simplificado a su forma física, donde los espacios toman un valor de cambio y son puestos en el mercado, tendientes a las inversiones que transformaran su lógica de producción, sino que sumado a ello emerge otro proceso de despojo desde la esfera organización, cultural y política, el cual irrumpe las estructuras del grupo social afectando su identidad: el despojo de la autonomía.

Una manifestación de ello son los movimientos sociales que tienden a surgir cuestionando la comprensión del espacio como valor de cambio y consecuentemente las formas de fragmentación y mercantilización del suelo.

La autonomía etimológicamente en la interpretación de René Kuppe son los arreglos político-legales que conceden a una entidad pública dentro de un Estado, el derecho de actuar independientemente de la influencia directa del poder político central o nacional.

Como explica López y Rivas (2014) “son procesos de resistencia en los cuales etnias pueblos y naciones soterradas recuperan o fortalecen su identidad mediante la reivindicación de su cultura, el ejercicio de derechos colectivos y el establecimiento de estructuras político-administrativas con ámbitos y competencias propios”

Con base en el fundamento otorgado por López y Rivas, lo más preocupante de la reorganización espacial del capital a través del turismo, resulta de la no manifestación de un sujeto autonómico, es decir de un proceso de resistencia entre muchas poblaciones rurales, estos empiezan a asumir los proyectos de turismo de naturaleza como propios, sin dejar espacio a una conciencia futura, donde tras dejar atrás los modos de vida tradicionales, se pierda la concepción identitaria de quienes somos y con ello se deje de comprender la dirección hacia la que estas siendo llevados.

La reorganización espacial que se realiza para abrir espacio a la geografía del capital, irrumpe la cosmovisión local fundamentada en una geografía cultural, por que como señaló Lefebvre (1974): la instauración de lo cotidiano se transfiere para ser una posibilidad de ampliación del consumo, subsumiendo todos los momentos de la vida al mercado.

Se fragmentan esos procesos que definen los espacios, a partir de la cultura y el estilo de vida, por que dejan de permanecer unidos con cierto tipo de coerción estructurada en una suma de fuerzas productivas y de relaciones sociales.

El capitalismo ha encontrado en el turismo otras formas menos bárbaras de absorber territorios, aunque a consideración, con un resultado igualmente violento, que roba los procesos de reproducción de conocimientos locales, apropiando para sus fines, incluso la vida que otros han construido. Bajo el discurso de la sustentabilidad, hoy se despoja de lo que Boege (2009) define como patrimonio biocultural.

En 2001 Andrés Barreda pone en evidencia, tres contratos de bioprospección: el primero firmado entre la Organización de Médicos Indígenas Tradicionales de los Altos de Chiapas (Omietch), El Colegio de la Frontera Sur, la Universidad de Georgia y la empresa Molecular Nature Limited, para la recolecta de miles de variedades de plantas medicinales que se busca explotar comercialmente.

Uno más entre Sandoz  y la Unión de Comunidades Forestales Zapotecas y Chinantecas (UZACHI) de la Sierra Juárez de Oaxaca, y extrajo miles de muestras de hongos microscópicos de la Sierra Norte de Oaxaca, para investigar, si de los metabolitos secundarios de los mismos podrían obtenerse medicamentos para la cura de enfermedades como el cáncer o el SIDA.

Un instrumento importante para desestructurar a las comunidades de sus procesos autonómicos han sido las Áreas Naturales Protegidas (ANP), que mas que tener un fin de preservación se conducen con un carácter expansionista, siendo reservorios de riqueza biológica, los cuales desincorporan los elementos naturales de sus vínculos sociales.  Dichos espacios, originalmente en México pertenecían a poblaciones indígenas y campesinas, ya que más del 80% que hoy las define, eran territorios de reproducción social comunitaria.

En el estado de Chiapas por ejemplo donde ha surgido el referente más importante de emancipación de la autonomía, casi paralelamente se han constituido múltiples proyectos, que presuponen el desarrollo local alrededor de las ANP, entre los que participan: comunidades lacandonas de Metzabok, Nahá y Lacanjá Chansayab, así como comunidades tzeltales de Nueva Palestina.

 

La autonomía como libertad

Resulta  importante puntualizar que no se pretende desestimar la viabilidad de generar desarrollo turístico en la región chiapaneca, sino por el contrario se considera que el territorio tiene una vocación propicia para el impulso de este, sin embargo se busca establecer un análisis critico, aportando elementos que nos permitan considerar si se realiza en el camino correcto, si este fortalece a los sujetos autonómicos, si los esquemas, las estrategias, las iniciativas y la perspectiva fortalecen el desarrollo local, ya que coincidiendo con López y Gabriel (2008) es imposible un desarrollo sustentable sin una base autonómica.

Cualquier alternativa de desarrollo para los pueblos, la cual pretenda ofrecer solución a los problemas centrales, supone como condición indispensable la plena participación de sus habitantes en: la elaboración, desarrollo, apropiación y conducción del propio proyecto, en cuanto cualquier iniciativa que no surja de ellos mismos corre el riesgo de no responder a sus intereses e idiosincrasia y por tanto, carecer de las raíces que la sostengan o bien de responder a la lógica de urbanización y rompimiento social en aras de la “modernización” económica con un costo irreversible. (López, 2014:84)

No es una coincidencia que la mayoría de los proyectos impulsados por Asociaciones Civiles u Organizaciones no gubernamentales de conservación biológica, tras varios años de operación no logren consolidarse económica y técnicamente, sino por el contrario continúen dependiendo de estas organizaciones para su subsistencia, enfrentando coincidentemente entre ellas dificultades para su operación y comercialización, encontrándose aun vulnerables a la estacionalidad turística y los desastres naturales.


Fuente: www.turismoruralusulutan.wordpress.com

La autonomía como organización humana debe entretejer embrionariamente relaciones horizontales, cooperativas y de reciprocidad, además de una enorme diversidad de formas alternativas: productivas, democráticas y de gestión de los bienes naturales comunes.

La autogestión para el desarrollo es un elemento totalmente imprescindible y conformador de procesos autonómicos, sin ello el turismo nunca garantizara un verdadero desarrollo local, por el contrario estará subsumido a la lógica del capital.

El proyecto Latautonomy sostiene en su hipótesis del equilibrio la afirmación que: en un sistema autonómico –que es un proceso social del cual emerge un nuevo sujeto político– debe existir un equilibrio entre la dimensión política-jurídica, la dimensión cultural-intercultural y la dimensión económica-ecológica. Si un proceso autonómico tiene carencias de una de estas dimensiones (o sobredimensión de otra), existe el peligro de que actores externos (Estado nacional, terratenientes, compañías trasnacionales, etcétera) penetren el sistema, lo subviertan desde adentro y lo destruyan” (Gabriel 2009)

Sin la incorporación de las lógicas y formas de vida locales a los proyectos de desarrollo turístico no existirá equilibrio, dado que la dimensión cultural-intercultural no figura, aun cuando se hable de cada una de estas dimensiones en equilibrio adheridas a las formas de desarrollo turístico, su emersión  debe haberse dado en libertad: el desarrollo implica una proceso libertario y autonómico.

Amartya Sen (2000) explica que “el desarrollo debe ser considerado como un proceso de expansión de las libertades reales que disfruta la gente”, sin duda la autodeterminación representan una forma emancipadora de la libertad entre las comunidades, ya que se manifiesta como un reclamo por el respeto a las formas de vida y a las cosmovisiones territoriales.

El territorio representa como menciona López y Rivas (2014) “la base material para la creación de sujetos autonómicos”.  Figura como la base de su reproducción social y por tanto de su subsistencia. Como plantea Latautonomy en la hipótesis de territorialidad: cuanto mayor es el control de un sistema o sujeto autonómico sobre un determinado territorio, menor es el peligro de una destrucción masiva de los recursos naturales y, por lo tanto, mas grande la sostenibilidad del sistema.

Para que el desarrollo turístico sea endógeno y se encuentre fundamentado en la territorialidad debe involucrar: conocimientos específicos sobre la utilización de los recursos naturales, (conocimiento local). Cohesión social sobre la base de un bien común culturalmente definido (capital local) y autonomía política en los procesos de decisión.

 

Conclusiones

Por tanto, la implementación del turismo en zonas rurales, cargadas de valores étnicos, implica desde un enfoque antropológico la capacidad de desarrollo a escala totalmente humana, social y ética, que no se asemeje en ninguna de sus formas al etnocidio.

Toda forma de desarrollo debe partir de la existencia de una necesidad asumida por las comunidades, para poder entrar al desarrollo turístico no como marginado definiéndose a partir de sus carencias, sino por el contrario de sus fortalezas. 

La actividad turística debe ser socialmente solidaria, ambientalmente responsable, culturalmente enriquecedora y económicamente viable, solo así representara una real y verdadera forma de desarrollo alterna y distante del capitalismo, donde además la autonomía se encuentre inherente.

El turismo comunitario con una visión holística, desde la perspectiva de los conocimientos o saberes locales, podrá contribuir a disminuir la migración hacia las zonas urbanas. El Modelo autonómico podrá generar control y no sólo el derecho al uso de los recursos, de acuerdo con sus propias necesidades y siguiendo sus propias lógicas de producción y consumo.

Debe considerarse al capital social como un núcleo endógeno, ya que el desarrollo desde esta perspectiva inicia a partir de entender la vida cotidiana de las comunidades pero sobre todo de respetar esas formas en las que construyen y reproducen sus sociedades.

El camino aun es largo, sin embargo los procesos autonómicos representan actualmente, una alternativa que nos brinda como a Penélope, la posibilidad de retejer por la noche lo que el capitalismo desteje de día.

 

Fuentes consultadas

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[1]Pueblo originario de México, mejor conocido como huichol, quien forma parte de uno de los 4 grupos indígenas que habitan en Durango, Jalisco y Nayarit (CDI, 2010)

Manifiesto del Movimiento por la Salud Dr. Salvador Allende

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Cautivos mayas: el discurso del poder

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Los estudios epigráficos, iniciados hace ya varias décadas, han permitido tener un conocimiento relativamente amplio sobre el papel de la guerra entre los mayas prehispánicos. Hoy se tienen lecturas más o menos precisas de los eventos registrados y representados en su escultura; es decir, tenemos acceso a la historia oficial que narraron los vencedores.

Gracias a ello, sabemos, por ejemplo, qué ciudades pelearon entre sí, cuáles eran aliadas políticas y cuáles subordinadas. Sabemos, también, qué grupos resultaron victoriosos y cuáles fueron derrotados; sin embargo, el curso de la guerra, sus tácticas, estrategias y resultados concretos no han sido descifrados. Esta información ha debido ser inferida a partir del registro arqueológico. Aquí nos proponemos dar a conocer algunas de las inferencias hechas a partir de la conjugación de ambas disciplinas: la función que cumplieron las esculturas de cautivos durante el Clásico Tardío (600-900 d.n.e.).

 
Figura 1. Relaciones entre algunas ciudades del Usumacinta. Tomado de González (2013).

 

Sobre la guerra y las capturas

Antes de comenzar a hablar de aliados y cautivos es importante precisar que los conflictos bélicos entre las distintas entidades políticas, no se referían a la expansión territorial per se, sino a la extensión de las redes de intercambio y tributo. Uno de los principales objetivos era la apropiación de mayor fuerza de trabajo. En otras palabras, no importaba adquirir tierras, sino mano de obra y el producto de su trabajo (Bate 1984; Martin y Grube 2008). Como señala Grube (2011), las ganancias inmediatas para la élite vencedora fueron la posibilidad de disponer de recursos materiales y nueva fuerza de trabajo para la construcción de edificios públicos y privados, para la manufactura de bienes y la extracción y transformación de materias primas; de igual manera, le brindaba el poder de exigir tributos o forzar redes de intercambio, además de disponer de más gente para las siguientes batallas.

El resultar victorioso también inspiraba la sensación de inseguridad en aquellas poblaciones gobernadas por élites menos exitosas, ante el posible ataque de ciudades más poderosas. Este temor debió infundir la necesidad de ser protegidos por un grupo más grande y más temido que desalentara a los grupos rivales (Martin y Grube 2008).


Figura 2. Dintel 16 de Yaxchilán. Tomada de Schele y Miller (1986: 235).

Durante las guerras, varios individuos fueron capturados y llevados de vuelta a la ciudad que había resultado vencedora. Estos personajes fueron exhibidos en espacios públicos, después de haber sido sangrados y torturados, para ser sacrificados en alguna ceremonia relevante. Schele (1979) señala que estos cautivos tuvieron dos funciones primordiales: por un lado, la función política de celebración pública de la derrota del oponente y, por otro, la ritual, en la que se llevaba a cabo el sacrificio del cautivo y el derramamiento de su sangre que, a través de la religión, se planteaba como necesario para la perpetuación y equilibrio del cosmos (Schele 1979; Stuart 2003).

 
Figura 3. Cautivos en los murales de Bonampak.
Tomada de internet (http://zoommexico.net/wp-content/uploads/2014/10/bonampak.gif)

Sin embargo, el sacrificio humano no fue el objeto primordial de la guerra sino el resultado político de la misma (Kaneko 2009). Es decir, los objetivos principales de éstas fueron la obtención de materiales (en bruto o transformados) y, sobre todo, de fuerza de trabajo, mientras que la toma, exhibición y sacrificio de prisioneros constituía un mecanismo ideológico de intimidación y legitimación, sostenido y justificado a través de la ritualidad y la religión. Esto es, que aunque el sacrificio fuera regulado y prescrito por la religión, ello no significa que dicha muerte no fuera relevante en términos políticos y sociales.


Figura 4. Estela 15 de Yaxchilán. Fotografía: Gabriela P. González del Ángel.

Debido a su preeminencia y al papel político que jugaban, no todos los adversarios eran muertos en batalla: los individuos de mayor rango eran llevados al centro vencedor para ser exhibidos y humillados públicamente en distintos rituales (Schele y Miller 1986). Ser capturado implicaba una serie de humillaciones, torturas y sangrados voluntarios antes de ser ejecutado por decapitación, abrasamiento o rodamiento escaleras abajo (Martin y Grube 2008; Schele 1979). Las formas más recurrentes de humillación consistían en despojar a las víctimas de sus ropajes y dejarlos mínimamente vestidos, con ataduras de cuerda o tela en las extremidades y el cabello atado con tiras de tela en la parte superior de la cabeza; esto último parece haber proporcionado el significado principal de control del cautivo, pues facilitaba arrastrarlo por el cabello (Schele 1979).


Figura 5. Monumento 99 de Toniná. Tomada de Baudez y Mathews (1978: 34).

Sin embargo, no todos los cautivos recibieron el mismo tratamiento: no todos fueron humillados de igual forma ni todos fueron sacrificados. Si el cautivo era el gobernante de alguna otra ciudad, podía mantenerse con vida como una clase de rehén; en otros casos, incluso, se le permitió regresar a su lugar de origen, pero como vasallo del vencedor. En el caso de las mujeres de la élite, éstas eran aprisionadas, secuestradas y forzadas a establecer alianzas matrimoniales con los captores para, a través de ellas, aumentar el estatus de quien se unía con ellas, favorecer la creación de alianzas políticas y subordinar a las élites de las que fueron raptadas[2] (Grube 2011).

 

Las esculturas de cautivos

La escena más frecuentemente representada en la escultura maya es la exhibición de cautivos, especialmente en los sitios pertenecientes a la cuenca del Usumacinta. En ellas la forma de sacrificio más comúnmente plasmada es la ejecución por decapitación (Baudez 2000). En estas esculturas donde están presentes los cautivos, sus figuras aparecen siempre en lugares visibles, como escalones, tronos o a los pies de un miembro de la élite (Schele y Miller 1986).

En términos iconográficos, las figuras de cautivos son relativamente fáciles de reconocer, pues son mostradas con marcas de humillación. Estas representaciones resultan de una serie de combinaciones de atributos, en donde ninguno de ellos es indispensable, pero las distintas combinaciones de elementos dan lugar a una multiplicidad de cautivos (Baudez y Mathews 1978).

Se distinguen por dos conjuntos de atributos: la indumentaria y la actitud. Es importante que aclaremos que estos conjuntos de atributos fueron determinados a partir del análisis de las esculturas de Palenque, Toniná y Yaxchilán (cf. González 2013); eventualmente los cautivos de otras entidades políticas podrían presentar elementos adicionales o prescindir de algunos de los aquí indicados, sin que esto cambie su calidad de prisioneros.

La indumentaria del cautivo generalmente la componen las orejeras de tela, que sustituyen a las piezas de piedra verde y, que pueden ser lisas, aserradas o con óvalos cortados en señal de “matado”; el arreglo del cabello, que es sujeto detrás de la cabeza en una coleta con un moño o tiras de tela que lo anudan. En cuanto a la vestimenta, la mayoría de los prisioneros son presentados con escasa ropa y sin joyas, sólo visten un pedazo de tela que cubre sus genitales y nalgas. Aunque las representaciones de cautivos desnudos existen, son escasas y constituyen casos extraordinarios, pues no sólo son mostrados desnudos sino con los genitales hipertróficos.


Figura 6. Detalle de un cautivo de la Casa A de Palenque. Fotografía: Israel G. Ozuna García.

Asimismo pueden portar algunos elementos accesorios culturalmente asociados con el significado de cautividad, tales como las cuerdas y telas anudadas, yugos, abanicos que apuntan al suelo, estandartes o lienzos “matados” y perforadores. Los casos excepcionales los constituyen los personajes sobresalientes de las élites, mismos que no necesariamente fueron despojados de sus joyas, tocados ni ropajes.


Figura 7. Monumento 172 de Toniná. Fotografía: Gabriela P. González del Ángel

En cuanto a la actitud, la mayoría de los cautivos son mostrados arrodilladlos, aunque también los hay sentados, postrados, contorsionados y de cabeza. Pueden llevar los brazos atados, detrás de la espalda, cruzados o llevarse alguna mano a la boca. En los casos en los que el gobernante acompaña al cautivo, éste puede estar mirándolo o estar siendo sujeto por el primero, puede tocarlo a él o algún elemento de su atavío e, incluso, besar su escudo. Ocasionalmente, pueden presentar otros elementos, tales como líneas o puntos indicativos de sangrado, ojales o círculos que indican su calidad de “matado”.


Figura 8. Dintel 45 de Yaxchilán. Tomada de Mathews (1997: 143).

No es este el espacio para abundar en torno al significado de estos elementos aislados ni los conjuntos de significados que la combinatoria de éstos genera. Por ahora, basta señalar que en las esculturas existe una distinción fuertemente marcada entre los cautivos y los captores; los primeros se muestran empequeñecidos (sentados, acostados, arrodillados) y, en algunos casos, en una escala reducida, débiles y empobrecidos al haber sido despojados de sus joyas y atavíos lujosos, así como humillados y despreciados. Además presentan diversas asociaciones con la muerte, como los ojales en telas, las marcas de sangrado y el estar de cabeza o contorsionado. Por su parte, los gobernantes en su papel de captores son mostrados de pie y con una rica indumentaria, erguidos, altos, fuertes y corpulentos, además llevan en su vestimenta cabezas trofeo[3].

Es decir, los cautivos llevan inscrito en sus cuerpos y vestimentas el control que sobre ellos se tenía. Se resaltan en ellos la cautividad, el sometimiento, la sumisión y la degradación simbolizadas por las ataduras, el despojo de sus ornamentos suntuosos, la pobreza de su vestido o su desnudez y, en ocasiones, por el gobernante que los sujeta o se muestra imponente junto a ellos.

 
Figura 9. Tablero XVII de Palenque. Fotografía: Gabriela P. González del Ángel.

Es importante señalar que a través de la indumentaria y la actitud representadas en estas esculturas, los vencedores pretendieron ontologizar, o naturalizar, la inferioridad del individuo cautivo y, a través de éste, la inferioridad política de sus enemigos derrotados. Asimismo, el cautivo en su calidad de víctima sacrificial, identificado por las marcas de “matado”, las señales de sangrado y otras metáforas de muerte, no sólo nos indica el destino que tuvo el personaje representado, sino la pretensión de aniquilar la entidad política de la que procedía.

No es gratuito que algunos cautivos conserven algunos atributos de poder, tales como tocados, pectorales, brazaletes u orejeras, pues estos elementos resaltaban el valor de la captura; es decir, permitían indicar la relevancia política del prisionero, pues los personajes así representados han sido identificados como antiguos gobernantes, líderes militares y otros individuos de la élite.

Todo esto nos permite afirmar que en la iconografía de los cautivos había inscrito un mensaje político claro y contundente a través del cual se realizaba la ontologización de la realidad: los subordinados estaban predestinados a serlo[4] debido a su supuesta inferioridad, de manera tal que la posición privilegiada de las élites era automáticamente legítima y natural.

 

Su función política

En las plazas principales de los distintos centros políticos, los gobernantes podían ser vistos, desde una gran distancia, por grandes audiencias contenidas en estos espacios teatrales o escénicos, entendidos aquí no como espacios lúdicos o recreativos sino como lugares de producción y reproducción de actos político-económicos.  Las plazas constituyeron uno de los medios de los cuales se valió la élite maya para la difusión de propaganda política y la visibilización de su poder. La teatralidad constituyó una estrategia política de reproducción de los discursos de poder, frecuentemente sostenida en la violencia que, ejercida mediante signos y símbolos, sirvió para generar una atmósfera de miedo e inseguridad (Inomata 2001, 2006; Inomata y Triadan 2009).

Estos espacios sirvieron no sólo para la ejecución de actos políticos de diversa índole, sino también para la perpetuación de los mismos a través de las esculturas que fueron colocadas en ellas. En este sentido, resulta sobresaliente que las esculturas de cautivos no siempre fueron colocadas en los mismos espacios: algunas fueron colocadas al interior de los edificios o en los vanos de entrada (dinteles, escalones y paneles), mientras que otras sí se colocaron en plazas, patios y canchas de juego de pelota (estelas, pilares y esculturas de bulto redondo). Esto nos permite inferir que estuvieron dirigidas a públicos distintos que se movían en espacios bien diferenciados: las élites y los invitados, que podían acceder a espacios más restringidos como templos, palacios y patios exclusivos, y el común del pueblo, al que se le concedía acceso a plazas y patios más amplios y distantes de las habitaciones de élite.

En los distintos gobiernos en los que estas manifestaciones fueron elaboradas, hubo algunos en los que las representaciones de cautivos fueron colocadas estratégicamente tanto en espacios públicos como privados: estelas en las plazas, dinteles y escalones en edificios más altos en Yaxchilán; pilares que miraban a la plaza principal y paneles dentro del palacio en Palenque; esculturas de bulto redondo en la plaza principal, y paneles y escalones en los edificios más elevados en Toniná. Este despliegue de cautivos tanto en espacios públicos como en los privados nos permite inferir que en estos gobiernos las representaciones de prisioneros constituyeron un mecanismo de legitimación generalizado; es decir, dirigido tanto a las élites como para el pueblo.

Por otro lado, en gobiernos sucesivos en las tres entidades, estas representaciones fueron colocadas principalmente en espacios exclusivos o privados, tales como patios y habitaciones dentro de los edificios. Este interés casi exclusivo en lo privado, nos lleva a afirmar que las esculturas constituyeron un medio de legitimación particular, dirigido a la élite local para conservar el derecho a gobernar.

Se observó también que las esculturas de cautivos aparecieron después de algún acontecimiento crítico para los gobiernos en cuestión: la instauración de un nuevo linaje, la derrota en la guerra o la captura de algún personaje sobresaliente y cuando los miembros de las élites locales entraron en pugna por el derecho a gobernar. Esto nos permite afirmar, que las esculturas de cautivos aparecieron tras las crisis de legitimidad de las élites y estuvieron destinadas a subsanar o solventar dicha falta de legitimidad a través de la intimidación de quienes las observaban.

Sin embargo, no sólo las esculturas de cautivos fungieron como mecanismos de control; la toma, exhibición y sacrificio de los prisioneros, igualmente, constituía un mecanismo ideológico de intimidación y legitimación, a través del cual las élites mayas fundaron su derecho en la violencia y lo justificaron a través de la ritualidad y la religión. De esta forma, los cautivos fueron incorporados a un discurso ideológico dominador donde el sacrificio, esa muerte institucional, sostenía la idea de superioridad de los gobernantes y sus familias. Más allá de estos personajes inmortalizados en las esculturas, las víctimas efectivas del sistema de dominación, los invisibilizados, fueron los grupos agroartesanales cuya fuerza de trabajo era transferida sistemáticamente a las clases en el poder.

Más allá de las propias esculturas de cautivos, consideramos importante estudiar el origen de las estrategias de ejercicio del poder y los distintos mecanismos a través de los cuales fueron ejercidas, pues difícilmente surgieron tal y como las observamos en el Clásico Tardío. A nuestro parecer, este despliegue de violencia no constituye una política innovadora, sino su perfeccionamiento y consolidación. Algunas de estas estrategias, en efecto, pudieron surgir en este momento histórico como consecuencia de condiciones contingentes y como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas, pero otras deben ser resultantes de una larga tradición de ejercicio del poder (en sentido positivo à la Foucault [1992]) que durante el Clásico Tardío se trastocaron y conformaron como estrategias de dominación propiamente dichas.

 

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[1] Ponencia original presentada en el III Coloquio de Estudios Arqueológicos, Antropológicos e Históricos sobre la Guerra en Mesoamérica, llevado a cabo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en octubre de 2014.

[2] Recientes estudios de la Dra. María Eugenia Gutiérrez González, investigadora del Centro de Estudios Interdisciplinarios de las Culturas Mesoamericanas, están brindando nueva información respecto al papel que desempeñaron las mujeres mayas en la guerra, como guerreras propiamente, no sólo como cautivas.  A este respecto, cabe hacer mención del Monumento 99 de Toniná, donde se encuentra representada una mujer cautiva y que presenta atributos característicos de los guerreros cautivos (hombres).

[3] Para una explicación más profunda respecto a las cabezas trofeo, sugerimos al lector consultar el texto de Baudez (2000) citado anteriormente.

[4] Ejemplo de esto lo constituye el Dintel 8 de Yaxchilán donde la escena representada se ha interpretado como “el momento de la captura” de Cráneo Enjoyado y Kok Te’ Ajaw (Kaneko 2009; Martin y Grube 2008; Schele y Freidel 1990), pero en ella los “recién capturados” aparecen ya ataviados con atributos característicos de los cautivos.