Beco siempre ha sido poeta. Primero, antes de las palabras, antes de la escritura y del poema, fue su manera de meterse a la vida, de caminar por ella no muy conforme con lo que veía, pero también buscando lo desconocido.
Casi un adolescente, una tía generosa —que lo quería mucho— le publicó su primer libro: Vengo. El libro de su rebeldía:
Vengo a vosotros con mi dios: el pueblo.
Vengo a vosotros con mi madre: la tierra.
Vengo con una palabra enorme
clavada en medio de la lengua.
Y desde entonces su poesía nunca se evade de la realidad. Aquí, en estos pocos poemas, podemos ver la actualidad del exilio, pero también su zambullida en lo profundo de lo mexicano.
Bernardo Baytelman
No hay que olvidar tampoco otra veta en su escritura, más liviana, y muy lúdica. Algo que también sirve para definir —antes que a los poemas— a la persona de Beco: la infalible presencia de su sentido del humor.
¿Qué otras cosas se pueden decir? Otras cosas que ya no tengan relación con el Beco-poeta. Es difícil. ¿No viene siendo poesía la identificación nunca vista de Beco con la magia de los curanderos? Con la sabiduría milenaria de sus amigos los brujos, dando sólo al poeta la prodigiosa poesía de sus secretos.
¿No siguen siendo poesía sus infinitos viajes al D.F. para poder hablar por fin con la Dirección del INAH? Siendo sólo un desconocido miembro de uno de los Institutos de provincia, en el primer viaje lo recibió el portero, en el segundo un secretario de tercera, en el tercero un antropólogo simpático de buena voluntad, y etcétera, y etcétera. Necesitaba comunicar con urgencia las intenciones de aquel Gobernador de Morelos, dueño de un amplio grupo de edificios recientemente construidos en la parte de atrás de nuestro actual Jardín Etnobotánico. Prácticamente una colonia entera encerrada, cuyo acceso es apenas una pequeña, angosta y complicada callecita. El poeta pudo enterarse de algo que casi nadie sabía, de un secreto muy bien guardado: que ya estaba por comenzar la transformación del terreno del INAH en un magnífico camino de salida para los edificios del Gobernador. Por suerte, en el último de los viajes del poeta, pudieron escuchar sus palabras . Y luego creer y confirmar lo que había dicho. Y, por supuesto, actuar con prisa y eficacia, como nos consta realmente.