30, Marzo-Abril de 2014

Reflexiones desde los márgenes: La Antropología entre el exilio y la migración

La antropología latinoamericana le cuesta trabajo procesar el cuadro de lo real, es decir, de los flujos de la migración y del exilio en el mundo para desde allí diferenciar los que le corresponden nuestro continente. Debían a su vez nutrir los debates y esfuerzos de reflexión teórica, así como sus precisiones conceptuales y estrategias de investigación. Revisaremos algunos de sus aristas: la volatilidad ascendente de los datos duros sobre ambos flujos, la modernidad y su manera de nombrar exilio y migración, por último, la problemática del nuevo horizonte de sentido. 

 

 

Exilio y migración

El exilio y la migración que conocemos en el mundo contemporáneo que nos toca vivir están signados por la violencia, entendida como atributo moderno del poder. Sin embargo los modos de expresión de la violencia, directa o indirecta conlleva la exclusión económica, territorial, política o cultural del exiliado o migrante. El mirador y escenario morelense, nos indica que a lo largo de su existencia política entre el último cuarto del siglo XIX, lo que fue el  siglo XX y lo que llevamos de recorrido en el siglo XXI tiene en su haber, varios ciclos históricos de migraciones y exilios. En esos ciclos históricos, las alternancias de los flujos migratorios siempre más numerosos y visibles que los de sus exilios, distan de haber sido estudiados, inventariados y debatidos. Morelos ha sido un estado expulsor, es decir, generador de migrantes y en términos más discretos, de exiliados. Pero, también ha sido un estado receptor de migrantes –no sólo de jornaleros agrícolas nacionales- así como de exiliados procedentes de América Latina, Europa, Estados Unidos, Asia, Medio Oriente y del África. Falta armar las biografías insulares, las historias de vida de exiliados o migrantes insulares, también las de los grupos y sus redes de paisanaje, adscripción ideológica, religiosa, cultural, étnica o lingüística. Por ahora, nos abocaremos a procesar la distinción conceptual que consideramos relevante.

La problemática de exilio y de la migración crece en espiral en el mundo, entre los conflictos neocoloniales y los gobiernos reaccionarios represivos y excluyentes. El más reciente informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es realmente alarmante: «En 2013 se registraron unas 612.700 solicitudes de asilo en los 44 países industrializados que abarca este informe, unas 133.000 más que el año anterior (+28%). Este es el tercer año consecutivo de aumento y el segundo nivel anual más alto de los últimos 20 años.»[1] En cuanto a los flujos migratorios globales existe disenso significativo entre las cifras proporcionadas por la ONU y las que brinda el Banco Mundial (BM). Un ejemplo sobre el último reporte correspondiente al año 2010: la migración Sur-Norte según el BM redondea los 95 millones de personas, mientras que la ONU lo fija 20 millones por debajo. Similar contraste aparece en la estimación  sobre el flujo migrante Sur-Sur, en las que el PNUD cifra 87 millones y 73 y 75 millones según el BM y la ONU respectivamente. [2]Además del debate sobre el rigor o la falta del mismo en los levantamientos estadísticos se suman lo sub-registros. En general, las cifras se aproximan a los flujos reales sin lograr plenamente retratarlos, toda vez que solo consideran las solicitudes formales, los reportes de visas o de detenciones y deportaciones comunicados por las autoridades migratorias.

Sorprende un desplazamiento del flujo de asilo con el cual los Estados Unidos gobernado por la administración Obama pasó a segundo lugar, siendo superando significativamente por la Alemania conservadora gobernada por Angela Merker. En cambio, Canadá bajo la política reaccionaria del conservador Stephen Harper, logró contraer a la mitad dicho flujo con respecto a 2012. La política antiinmigrante y antiasilo en Canadá tiene mucho de racismo y de ideología de derecha radical. Por lo anterior se muestra como servil la comisión parlamentaria mexicana de enlace con Canadá con motivo de la visita de Harper. Sus ruegos de ablandar los controles de visado fueron desestimados. Por su lado, los Estados Unidos tienen, bajo la actual administración dos cifras record: la primera, con 322.600 mexicanos indocumentados detenidos por las autoridades migratorias norteamericanas y la segunda, la deportación bajo el gobierno de Obama de alrededor de dos millones de migrantes, cifra equivalente a todas las deportaciones habidas entre los años de 1892 y 1997, según ha documentado en su estudio la socióloga Tanya Golash-Boza, adscrita a la Universidad de California en Merced.[3]

 

La modernidad y la ambigüedad conceptual

La asociación entre exilio y migración tiene fronteras difusas en algunas destacadas obras elaboradas por especialistas en el exilio. Este sólo hecho nos motiva a proponer una diferenciación conceptual, la cual consideramos necesaria y oportuna.. En lo general, la problemática del exilio involucra una serie de términos que signan sus diversas aristas, aunque sus sentidos de ser unívocos para los medios académicos como  políticos. El Diccionario de la Real Academia ha pretendido acotar sus dos principales acepciones: separación de una persona de la tierra en que vive, y, expatriación, generalmente por motivos políticos. En el fondo se trata de un campo semántico por construir, debatir y consensuar. Recordaremos por ejemplo, que hay quienes consideran sinónimos las palabras exilio y destierro,[4] y quienes señalan que su diferenciación, se expresa en la voluntariedad del primero y la coacción del segundo.

En 1764, Voltaire había consignado en su Diccionario Filosófico el término “Destierro” como una pena impuesta de por vida o tiempo limitado “a la que se condena a los delincuentes, o a los que se trata de que aparezcan como tales. “ En otras palabras, el filósofo suponía la existencia de dos figuras, el delincuente indeseable, y el propiamente indeseable que para desterrarlo se le criminaliza arbitrariamente. En cualquiera de los dos casos, la pena era infamante. Voltaire nos menciona un tema de debate propio de su tiempo, sobre si el desterrado perdía o no la lealtad a su patria de origen. Su respuesta fue condicional, dependía de la elección del desterrado, si deseaba convertirse en un mercenario y combatir a los suyos o no. Aclara que no es lo mismo que volver las armas contra sus juzgadores. Y agrega una consideración más, si el derecho natural permite a todos los hombres una elección de patria, el desterrado “con mayor razón” puede escoger una patria nueva. [5] 

A finales del siglo XX,  reaparecen algunas de las preocupaciones de Voltaire bajo nuevos términos, me refiero a la díada conceptual Exilio y Deportación, según una especializada enciclopedia en derechos humanos. En dicha publicación se señala que ambos términos no están directamente conectados, aunque si guardan relación entre sí. El primer término es considerado romántico frente al segundo. No queda claro el sentido de romántico, aunque podemos mencionar que el romanticismo popularizó algunas imágenes del exilio del hombre en la tierra.[6]

Antes de explicar las razones por las que le conferimos al término exilio preeminencia y centralidad dentro del campo semántico que nos interesa, debemos aclarar sus usos y sentidos, más allá de los acotados códigos de lenguaje, cuya expresión más elaborada es la de los especialistas del derecho, aunque los historiadores, antropólogos y cientistas políticos y críticos literarios  entre otros, han avanzado en lo suyo. El exilio no es un término tan raro como supone el filólogo Corominas antes de 1939. [7]Año cumbre presumiblemente por el exilio generado tras la derrota de la república española y muchos otros que suscitó  la segunda guerra mundial.

Joan Corominas establece como sinonimia del exilio la voz destierro y que su acepción latina  exsillum se deriva de la voz exsillire que porta el sentido de “saltar afuera”. [8]Saltar afuera supone un adentro, un lugar, un territorio propio, y el afuera, condensa el sentido de no pertenencia. Su acepción primigenia ha sido también referida como salir del suelo, revelándonos uno de sus referentes de mayor espesor histórico y cultural, que anuda la identidad, el derecho y la cultura al territorio.

Cierto es que en la actualidad, el debate sobre la globalización gira en torno a la pérdida relativa del arraigo territorial como clave identitaria, también a la quiebra del paradigma euclidiano sobre la representación del espacio por otro más acorde con las nuevas concepciones de la física y de la experiencia creciente y conflictiva de los grandes flujos demográficos sur/norte.  No es diferente el caso de la voz asilo de origen griego, cuyos sentidos se expresan territorialmente como  lugar de refugio, lugar de amparo o sitio inviolable.  La contradicción entre la figura del asilo que no discriminaba entre categorías de presuntos o reales infractores del orden de su país de procedencia y el derecho, posee una larga y accidentada historia en las relaciones internacionales. El derecho romano negaba el derecho de asilo, salvo contadas excepciones las cuales fueron filtradas por excepcionales prácticas sacralizadas cubiertas por muy contados beneficiarios (el soldado desertor ante el águila de la legión a la que pertenecía, el perseguido al penetrar  al templo de Júpiter, o a partir del año 42. a.n.e. al tocar reverencialmente la estatua de César.

 

En busca de un nuevo horizonte de sentido

Existe una frontera de sentido muy contemporánea que en su lasitud contamina la relación y diferenciación entre el exilio y la migración. Eugenia Mayer, una conocida estudiosa de los exilios latinoamericanos en México nos dibuja desde su propia concepción, cierto borramiento entre ambos términos dada la convergencia cultural que comportan los procesos a los que aluden:

“La migración, el éxodo del país de origen, el asilo, la estancia temporal o permanente en otra nación, el exilio, el dolor de romper amarres y raíces para sentar otros y, luego, a veces, recorrer el mismo camino a la inversa para volver al punto de partida.  Los desplazamientos sucesivos, los nexos familiares rotos o debilitados, la conformación de grupos o colonias, de guetos, el apoyo y el rechazo de los otros, la comprensión o la extrañeza son sólo algunos de los aspectos de la “realidad irreal del exilio” y de una serie de implicaciones éticas. “ [9]

Meyer propone como elemento diferenciador entre los exiliados/asilados y los migrantes, radica en que los primeros salen de su país contra su voluntad por razones políticas, mientras que los segundos, lo hacen conforme a “un precario elemento volitivo” acorde con las causas económicas que padecen sus países de origen. Se puede matizar tal aseveración, señalando que no todos los perseguidos políticos devienen en exiliados o asilados. La dolorosa experiencia del exilio argentino de los setenta, es la que más ha documentado la fractura o desencuentro entre los que partieron y los que se quedaron a enfrentar y/o padecer la dictadura militar. Como en este caso, exilio y resistencia no siempre se han llevado de la mano. De otro lado, también debemos matizar la caracterización de los migrantes. No todos lo son por razones económicas, aunque estas propicien y sostengan los más grandes flujos migratorios. En el fondo, las motivaciones económicas, traducen de manera indirecta, la desigualdad, el poder y la violencia que ha roto el hilo entre trabajo y capital. Pero la violencia sigue su curso considerando el drama de la migración de los campesinos, desocupados y marginales sur/norte. La muralla de acero norteamericana cristaliza arquitectónicamente la violencia antiinmigrante y la refrenda, con destacamentos de contención como la patrulla fronteriza, o paramilitares como los “minuteman.” En aras de la objetividad, debemos considerar que para algunos migrantes, es decir, para las expresiones minoritarias y aleatorias del fenómeno migratorio, las carencias de ingresos les son ajenas. Ellos están asociados a un abanico de motivaciones que van de las religiosas,  pasando por aquellas que tienen que ver con la búsqueda de espacios más propicios para sus cultivados saberes o prácticas artísticas, o aquellas más íntimas, que aluden a los más diversos lazos afectivos, sea para restaurarlos, consolidarlos o romperlos. Y habrá otras más por inventariar. Recordemos igualmente que existen casos de migrantes económicos, que en tiempos de exilio político masivo, simulan formar parte de él, con la finalidad de obtener algunas facilidades migratorias, sanitarias, educativas u ocupacionales del país receptor. Queda claro, que migración no es exilio.

 

Reflexión final

En resumidas cuentas, exilio y migración, tienen sus especificidades. Lo que las eslabona y en apariencia las confunde no es solo la exterioridad de sus desplazamientos fronterizos, sino fundamentalmente  el peso diferencial de la violencia institucional y/o estructural que les da visibilidad, forma, sentido, peso demográfico y valor o disvalor simbólico.  



[1] Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los  Refugiados, Tendencias de asilo  2013. Niveles y tendencias en países industrializados, Génova: ACNUR, 2014, p. 3.

[2] , Organización Internacional para las Migraciones, Informe sobre las migraciones en el mundo 2013, Ginebra: OIM, 2013, pp.57-58.

[3] Perasso, Valeria «La puerta por la que EE.UU. expulsa a los mexicanos indocumentados», en: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/03/140320_mexico_eeuu_deportaciones_tijuana_puerta_repatriacion_vp.shtml, consultada el 27 de marzo de 2014.

[4] Enciclopedia Salvat, Diccionario 5, México: Salvat editores, 1983, p.1347.

[5] Voltaire, Diccionario Filosófico 3, Valencia: Sempere, 1901, p. 173.

[6] Lawson, Edward. Encyclopedia of Human Rights. New York: Taylor & Francis, 1991, p. 704.

[7] Corominas, Joan, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Madrid: Editorial Gredos, 1983, p. 262.

[8] Ibíd., p. 262.

[9] Meyer, Eugenia, Refugio a la Democracia: hacia el discurso histórico de los exilios en México”, Solo Historia (México), Nº 12, abril-junio de 2001, p.8.