14, Octubre de 2012

Memorias de una bolchevique en México. Reseña del libro Alexandra Kollontai en México y otros documentos

 

 

El libro que a continuación presentamos es una recopilación del diario y documentos personales de Alexandra Kollontai en su época como embajadora de la Unión Soviética en México entre 1926 y 1927. Si bien estadía duró unos cuantos meses, su presencia en nuestro país resultó fundamental para la apertura y consolidación de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, en una época en que tal cosa parecía imposible, dado el antagonismo de la URSS respecto a los Estados Unidos, lo que ponía a México, como suele decirse, “entre la espada y la pared”, ante su necesidad de una apertura económica a mercados más allá de los estadounidenses y la posibilidad inherente de coadyuvar al fortalecimiento del comunismo en Latinoamérica.

 

El proceso del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y la Unión Soviética no estuvo ausente de tropiezos. La complicada situación de la URSS respecto a los países de América Latina y su relación con estos, fue motivo de sospechas que ponían en la mira las actividades e intenciones de los diplomáticos soviéticos en sus países. Cada palabra pronunciada podía considerarse como ‘propaganda comunista’ y una intromisión en los asuntos nacionales.

La compilación de Rina Ortiz rescata parte del archivo personal de Kollontai, hasta hace poco resguardado en los acervos del Instituto de Marxismo Leninismo. Las presentes memorias forman parte de un volumen ya publicado en su idioma original: Diarios diplomáticos, 1922-1940 (2001). Ahora, gracias al esfuerzo de Rina Ortiz tenemos oportunidad de conocer los escritos de Alexandra Kollontai, que muestran, de viva voz, sus impresiones respecto a su labor diplomática en México.

En su estudio introductorio, Rina presenta un panorama bastante esclarecedor de la situación política del México posrevolucionario, en el contexto de la guerra cristera y la presencia del ideal comunista en América Latina. Se esperaba que el representante oficial de la URSS secundara las acciones del Partido Comunista Mexicano, lo que pondría en entredicho la imparcialidad del estado Soviético. Alexandra Kollontai debió soportar las críticas de los representantes de la Internacional Comunista en México, que esperaban un mayor involucramiento de su parte en los asuntos del Partido y los de sus adversarios.

Esta compilación resulta ser un documento importante que da testimonio de la tensión que se vivía en aquellos años, los ataques de la prensa a los diplomáticos soviéticos, los problemas de la vida cotidiana en la embajada, todo ello agravado por la lenta adaptación de la embajadora a las condiciones geográficas del nuevo país. La altitud de la capital del país perjudicaba su ya de por si delicado corazón, y su breve visita a Cuernavaca fue reparadora: “al fin respiro con libertad, físicamente y también en sentido figurado. Aquí se puede respirar sin el agobio de la altura. Y aquí estoy más lejos de los Estados Unidos y su fastidioso agobio”. (p. 108).

Resulta interesante la visión que Alexandra Kollontai presentó respecto a México y su importante papel como bastión de la resistencia latinoamericana ante el imperialismo yanqui. En palabras de la propia Alexandra, México era considerado “líder en contra del imperialismo de los Estados Unidos” (p. 52).

El manuscrito de Alexandra fue clasificado por ella misma en apartados puntuales, los cuales tratan diversos temas, entre ellos el contexto político-económico y la vida cotidiana del México de los años veinte.

Decía Alexandra Kollontai que era importante dejar constancia de los vaivenes de la vida diplomática soviética para que los más jóvenes aprendieran de las experiencias previas. Y es precisamente su conciencia de tal necesidad lo que ha permitido que hoy tengamos este valioso documento a nuestro alcance. La edición traducida por Rina Ortiz, que a la vez fue revisada y editada por la misma Alexandra, se anticipó a la censura soviética tachando, mas no borrando, algunas partes que consideraba no serían permitidos en caso de ser publicados. Estos manuscritos, incautados en 1943, tuvieron un largo peregrinaje, después de estar “perdidos” varios años, y censurados otros más, hoy tenemos la oportunidad de disfrutar su lectura.

En el artículo “Haciendas y ríos”, Rafael Gutiérrez hace referencia