Desde la distancia quiero mandar unas líneas para compartir mi tristeza por la partida de Marinella y mi alegría por el privilegio de haberla tenido como amiga, consejera y apoyo solidario en mi vida. En Cambridge, donde me encuentro de sabático, me enteré de la hospitalización de Marinella y desde acá me comunique con ella para enviarle mi amor y animarla a seguir luchando, y posteriormente me entere de su partida. Me considero parte de esa familia no consanguínea que Marinella fue construyendo por el mundo, creando redes de afecto y sororidad que nos unen hoy en este homenaje.
Conocí a Marinella Miano, primero por su trabajo académico cuando llegó a mis manos su libro Hombre, mujer y muxe en el Istmo de Tehuantepec, trabajo pionero en el análisis de la diversidad sexual en regiones indígenas. Sus habilidades como etnógrafa y su profundo conocimiento de la realidad juchiteca, me hicieron leer este libro con una avidez que pocas veces había sentido con un libro académico. En su obra siempre proyecto la pasión y el amor que la unía a Juchitán y su gente, haciendo que muchos de sus lectores quisiéramos recorrer los caminos que la llevaron al Istmo de Tehuantepec. Su libro fue uno de los textos básicos que utilicé en mi curso sobre Descolonización del Feminismo en la Universidad Autónoma de Madrid, en el 2003 y desde entonces me convertí en una seguidora de sus análisis sobre la diversidad sexual.
Si bien otras autoras ya habían problematizado las visiones teocéntricas de los estudios feministas que victimizaban a las mujeres rurales, pocos trabajos en América Latina habían abordado el tema de la diversidad sexual en contextos indígenas, desestabilizando las perspectivas heterosexistas que seguían caracterizando a los estudios de género en el continente. A través de un trabajo etnográfico socialmente comprometido, Marinella nos mostró cómo las categorías de discriminación socialmente construidas –de clase, etnia, género, y preferencia sexual- interactúan simultáneamente configurando contextos de desigualdad social. Crítica permanente de las modas teóricas, nunca puso nombre a sus propuestas analíticas, sin embargo desde su trabajo de largo aliento en el Istmo de Tehuantepec, hizo aportes importantes pare entender lo que alguna feministas llaman la “perspectiva interseccional”.
Pero para Marinella la investigación antropológica no tenía sentido alguno si no iba acompañada de un compromiso social que permitiera que su trabajo fuera algo más que libros para una biblioteca, por lo que siempre mantuvo un dialogo permanente y solidario con las causas del movimiento lésbico, gay, bisexual, transgénero (LGBT). Esta solidaridad humana que siempre la caracterizó, fue reconocida unos meses antes de su muerte por la comunidad Muxe en el DF que le organizo un muy merecido homenaje. Este fue el mejor regalo que sus amigas Muxes pudieron haberle dado, con lágrimas en los ojos me hizo la crónica de todo el evento y creo que el mismo se realizó en un momento en el que ella necesitaba mucho de esas manifestaciones de cariño y reconocimiento.
Si bien su obra académica fue muy importante para mí en mi búsqueda de nuevas herramientas teóricas y metodológicas para la descolonización de mi propio feminismo, fue su Amistad y su calidad humana lo que más le agradezco. A través de nuestra amiga común, Lía Rojas Mira, llegó a mi casa en Cuernavaca y se quedó en ella varias semanas mientras yo me encontraba de viaje. A mi regreso me recibió con ese cariño y agradecimiento, que ella manifestaba con su estilo tan Napolitano. Desde ese momento sellamos una Amistad llena de complicidades que fue muy importante para mí en un periodo muy difícil de mi vida. Mi hijo Rodrigo encontró en ella una tía consentidora, crítica a mis reglas excesivas (para su gusto), gritona y amorosa que siempre tomaba partido por él. El 7 de septiembre pasado, Rodrigo, a sus 14 años, descubrió el dolor de perder a alguien querido y así me lo hizo saber: “mamá, por primera vez se me muere alguien a quien quiero mucho y tomo conciencia de lo que es la muerte, pues cuando murió la abuela era demasiado pequeño y no entendía. Voy a extrañar mucho a Marinella”. Creo que todos los que estamos en este homenaje, presencialmente o de manera virtual, la vamos a extrañar mucho, sus risas, su gritos, su solidaridad humana, su capacidad de estar ahí siempre que se le necesitaba, su preocupación por crear comunidad en un mundo donde cada vez priva más el individualismo.
Un saludo solidario a todos y todas las que comparten esta tristeza por su partida y esta alegría por el privilegio de haberla tenido en nuestras vidas.