¿Puede el INAH transformarse en la “cuarta transformación”?

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Ante la muy anunciada cuarta transformación, y sobre la pregunta de si el INAH puede transformarse en ese marco, a propósito de este congreso organizado por nuestro Sindicato, les voy a mencionar a un cuate llamado Angulo; él es un arqueólogo medio sibarita y bohemio, y como se cree aristócrata, porque es árabe, me decía:

¡Oye imbécil, me has decepcionado, tú que eres de los Asúnsolo, los Bracho y los Guerrero de Durango, eres un aristócrata como yo! ¿Cómo es posible que seas miembro de un sindicato? ¿cómo te puedes juntar con la chusma?

 

Sin embargo, les voy a decir que Angulo es un hombre sincero por lo que voy a plantear: voy a hablar de la experiencia, de esa que llamamos la suma de nuestros errores, pero a pesar de eso voy a decir de qué se trata, pues toda la vida, quizá porque no tengo imaginación para divertirme de otra manera, me la he pasado en los sindicatos.

De hecho, cuando éramos menores de edad y todavía más estúpidos de lo que somos ahora, trabajamos con Vallejo y con Campa en el Sindicato Ferrocarrilero, lo cual nos costó una estadía no muy paradisiaca en el Campo Militar número uno. Posteriormente fuimos a la Asociación Nacional de Actores, al Sindicato de la Universidad Nacional, y claro que esto de los sindicatos suena especial; ya el señor Enrique Florescano decía: “los sindicatos solamente deben ocuparse de las cuestiones laborales y nada más”; es decir, “el hecho de que exista una delegación (sindical) como la que ustedes tienen, implica una contra agresión a la racionalidad: no se trata de un sindicato entonces, porque hablar de cuestiones académicas no es su papel”. Peor aún fue el Dr. Guillermo Bonfil, que cuando se mudó al CISINAH me decía: “Aquí la ventaja es que no hay sindicatos, porque el sindicalismo acostumbra a la gente a apoltronarse, a tener una plaza”.

No obstante, lo que yo le planteé a Bonfil es que eso no era cuestión de tener una plaza de base, sino un problema de motivación, porque hay gente que tiene una base para toda la vida y de todas maneras son grandes trabajadores, y al final de cuentas, después hubo un sindicato en el CIESAS, el sucesor del CISINAH. Pero lo que queremos plantear es que los sindicatos son plurales, es decir, hay de chile y de manteca: hay gente desarrapada, hay sabios, hay ignorantes, hay aspirantes a astronautas, hay gente que les gusta el vendaval sin rumbo para alcanzarlo con la matancera, hay de todo.

En ese sentido, hablamos de “nosotros”, de “nuestra agenda”, y nos acostumbramos a usar ese pronombre, “Nosotros, el Sindicato Nacional de Profesores Investigadores”; lo que pasa es que ayer Rafael Sandoval mencionaba a un tal Schöndube, y de esos se dan a pasto, hay que recordar que Angulo tenía la decencia de decir que él no es sindicalista, pero en nuestro sindicato tenemos el peso muerto de la gente que alguien llamó apática ayer, pero también rivales; como este sindicato tiene un trayectoria, resulta que estas alimañas nunca se atreven a hablar mal del sindicato porque gozan de los beneficios del mismo, pero aunque no hablan mal del sindicato lo combaten con su práctica; por ejemplo, esos Schöndube, no veo a ni uno de ellos aquí, muchos son aviadores; me decía una compañera de la División de Estudios Históricos que hay ocho investigadores que nunca ha visto, y cualquiera de nosotros conoce a estos personajes en los Centros INAH: muchos son aviadores y gozan de una cercanía a las autoridades; esos son pesos muertos. Pero un sindicato puede plantearse la defensa del Patrimonio Cultural como lo hace nuestro sindicato, y generalmente lo hace bien y con espíritu.

Sin embargo, el problema de la defensa cultural, de la cultura nacional, de la diversidad de culturas que hay en México, es que es un problema político; es decir, sólo aquellos hombres y mujeres que realmente tengan la convicción profunda de defender el patrimonio cultural, los que estén dispuestos a crear una práctica transformadora, pueden hacer una transformación política, porque lo político es subir a la escala del poder, generar ámbitos de decisión que nos permitan la defensa del patrimonio cultural.

Pero el problema es que estamos muy ayunos y debajo de esas cimas; el problema es que no tenemos cultura mediática, es que cuando uno prende el radio o la televisión aparecen todos esos estúpidos de Televisa y Tv Azteca, y te das cuenta de que la cultura nacional no es algo que les preocupe, no es algo que les quite el sueño, porque tratan de imponer una cultura enajenada que no sea creativa para el pueblo mexicano; y precisamente es el pueblo quien tiene que defender la diversidad cultural y el patrimonio cultural, entendiendo que éste último tiene además un contexto histórico, pues México es un país rico en cultura.

Ahora bien, estamos en una encrucijada; decía un anticlerical amigo de Juárez, Ignacio Manuel Altamirano: “si se pierde el culto a la virgen de Guadalupe, no quedará nada, ni un recuerdo de México”. Y eso pasa con la diversidad cultural: si acabamos con ella no quedará ni una remembranza, seremos un San Antonio de cuarta, allá en Texas, y México se habrá acabado.

De manera que en este planeta se pretende que todos seamos desterrados, y ¿qué es eso de desterrar? García Canclini habla de desterritorialización, en el sentido de que la identidad no es que nazca en el suelo que pisamos: es el internet, los teléfonos móviles, es decir, a través de las comunicaciones es que éstos medios nos han creado una identidad más fuerte que aquella del lugar en que nacemos, donde nos desenvolvemos; por tanto, la identidad es fluctuante, es buceadora, es secreta, no tiene estabilidad, y tiene que ver con la desterritorialización; ahora bien, este término es un menjurje que nos quieren meter hasta en la sopa, es decir, se entiende como desplazar, como hacer que la gente huya, se largue, que sean refugiados, que sea una diáspora, que sean migrantes incluso ambientales, porque los nuevos territorios serán ocupados por los megaproyectos, por las transnacionales, y sí, el nuevo mundo es el mundo de los millonarios.

El extractivismo es una agresión permanente contra los pueblos originarios e indígenas, pero como dice Paul Hersch “¿Nada más los pueblos originarios?”; la mayor parte de la devastación territorial en México, Brasil y Argentina es contra la mayoría de la población que no es indígena; cuando uno va a la Ciudad de México y vemos cómo el hampón de Mancera destruye la fisonomía característica de la ciudad, uno se da cuenta de que efectivamente se da una desterritorialización voraz y perjudicial, se acaban barrios de raigambre importante, se desplaza a las personas, se les manda a lugares realmente marginales, se les considera personas que no tienen derecho a existir, y por ejemplo, son palestinos en un país como México, y nos encontramos entonces que la desterritorialización es una deculturación.

Resulta que México, un país pluricutural como lo reconoce el artículo segundo, está dejando de serlo, porque ése es el afán de los poderosos; cada sociedad procura generar aquel tipo de personalidad social que se convierta en su propia reproducción. Por ejemplo, es necesario citar una taranovela, la de “Gutierritos” con Rafael Banquells, y Gutierritos es el tipo burócrata totalmente apelmazado, con una vida cotidiana y simple, y estas legiones de Gutierritos le convienen a un sistema como este, contribuyen a su reproducción, les conviene a los de arriba que dan empleos y “favorecen al pueblo”, ellos son los grandes filántropos de nuestra época; entonces, cada persona resulta aquel tipo de persona adecuada para el sistema en el que vive, y aquellas personas domesticadas y serviles, son las que le convienen a la estructura.

Es así que nosotros, los antropólogos que trabajamos con comunidades, indígenas o no, los que conocemos al pueblo en su fisonomía de mayor raigambre, los que suponemos tener empatía a su lado, nos encontramos con que ellos son los grandes creadores de la cultura. Me acuerdo de un campesino de Amecameca, me decía:

No señor Guerrero, soy un pobre diablo, un pobre campesino, usted es sabio, es quien sabe, ¡ah! Pero tengo un hijo en la universidad y una de mis hijas está en preparatoria…

 

 Entonces dije ¡basta!, estoy harto de los Castañeda que se creen vomitados por Júpiter, estoy harto de los tipos que se creen soñados hasta por Madonna y Britney Spears, que cuando andan por pasillos como estos uno tiene que arrodillarse frente a Aguilar Camín o Enrique Krauze, quien ahora resulta ser el héroe del 68, cuando nunca lo ví en el movimiento; el caso es que le dije al campesino:

nunca está de más tener conocimientos científicos y un título, pero no crea que somos superiores por eso: usted es un sabio, conoce el entorno, lo ha clasificado, sabe cuáles son las especies de murciélagos, conoce la herbolaria, produce herramientas, ha creado una cultura, tiene una religión; lo que usted ha creado es una estructura ideológica compleja… ¡usted no es un pobre diablo, porque es un gran diablo!...

así es con la sociedad, y que no vengan a decirnos que no sabemos.

Hablando de saberes y territorio, me acuerdo muy bien cuando a Luis Echeverría se le ocurrió hacer una presa, dijo a los mazatecos: “señores indios tienen que pelarse, les vamos a dar un espacio en Veracruz, van a cultivar soya no el maíz ridículo con el que no ganan nada”, entonces resultó que no se iban, y de nuevo: “Señores indios, ya van siete veces que les decimos se vayan y les irá muy bien, ustedes han visto a Pedro Infante en su película ahora soy rico, pues así les va a pasar”.

Ellos dijeron que no se iban, porque esa tierra era su piel y ahí estaban sus antepasados, por lo que Echeverría mandó al ejército y aplastaron a los indios como cucarachas; eran los ingenieros de la presa lo que mandaban; aparte había un grupo de teporochos, era un grupo de antropólogos, entre ellos estaba yo, y un día los indios nos dijeron: “¿Ustedes con quien están?, “obviamente que con ustedes, somos antropólogos y no somos chilangos y sí marxistas, leninistas”, y los mazatecos preguntaron “¿Eso qué es?”, en fin, nosotros tampoco sabíamos, les hablamos de una cosa que se llama Manifiesto Comunista, que lo podían comprar en la ciudad de Oaxaca, y entonces nos invitaron a una cueva por hongos, yo recuerdo ruidos y colores psicodélicos y nos dijeron “Ustedes hablaron con ella, con la virgen santísima de Guadalupe”, pero no nos acordábamos de lo que nos dijo, “pues les dijo que ustedes nos van ayudar en una insurrección armada contra Echeverría”. El problema es que la única arma que utilizo es un retrato de Elba Esther Gordillo: la presento y todos huyen.

Todo esto implica en la cuestión del territorio una deculturación, e insisto: todo sujeto social tiene que ser evidentemente aquel tipo de sujeto que garantice la reproducción del sistema, ya sea hacia abajo o hacia arriba. En ese sentido, cuando uno piensa en los actores actuales, recordarán que antes los actores eran muy diferentes entre sí, pero ahora ves a todos iguales: ¿cuál es la diferencia entre Britney Spears y Christina Aguilera, Thalia o Yuri?, se crea un tipo de sujeto que evidentemente responde a las expectativas de esa sociedad, pero aparecen los heterodoxos, gentuza como los antropólogos, y nos dicen “ah, ustedes estudian a los indios”.

Pero también aquí hay un problema, como dice Hersch “el impacto de la devastación territorial afecta a toda la población, no nada más a los indígenas”, pero efectivamente, nosotros tenemos la picadura del avispón, la de que estamos acostumbrados a estudiar los pueblos originarios y está bien; sin embargo, no es el único problema, alguna vez Bonfil Batalla me dijo un 8 de agosto de los años sesenta, “Voy a proponer la creación de un partido indígena”; le respondí que a mi parecer, todos los explotados y oprimidos tienen diferentes formas de explotación y opresión, pero hay demandas específicas, somos distintos, pero tenemos un denominador común, la lucha contra la explotación; de ahí que debían juntarse en un solo partido y no hacer partidos segmentados.

Al margen de lo anterior, es necesario apuntar el caso de Marichuy, cuando anduvimos juntando firmas, la gente nos decía: “a mí me caen bien los indios, no crea que soy racista, por ejemplo, pero la india María… eso de la Marichuy es cosa de indios, yo lo que peleo es el agua en Iztapalapa, que haya servicios”, entonces lo importante es que se deben juntar todas esas luchas, de todos y todas, al final todos somos explotados.

Sin embargo, el gran problema son hoy las compañías transnacionales, por un lado, se les llama como tales porque se supone que no tienen una sede específica, y por el otro, hay quien dice que son multinacionales porque tienen capital de distintos orígenes; pero la mayor parte de esas empresas están en Estados Unidos de Norte América, aunque están creciendo las japonesas y chinas; se calcula que el 85% de los bienes y servicios que se producen en el mundo son generados por 650 empresas multinacionales, aunque en realidad los cálculos difieren; es decir, no hay un acuerdo, pero hay muchas empresas que son ramales de las grandes transnacionales, lo que nos dice es que de 4,000 a 7,000 personas dominan la riqueza del mundo, que tienen un poder gigantesco, y son ellos quienes realizan los megaproyectos.

¿Pero qué es eso de los megaproyectos? según los sociólogos estadounidenses, si un proyecto se pasa más allá de un millón de dólares ya es un megaproyecto; no obstante, el problema no es solo cuantitativo. De hecho, ha habido megaproyectos en la antigüedad, por ejemplo, las pirámides de Egipto, pero los actuales son procesos capitalistas que obedecen a la ley que ya apuntaba Marx, donde a medida que el capitalismo se desarrolla se va generando una concentración mucho mayor de capitales y una centralización de los mismos. Estas teorías se combatieron alegando que los sectores medios habían crecido enormemente; que existían los capitalistas por acciones, que hay una democratización de la empresa. Sin embargo, si estudiamos a Slim o Azcárraga, entre otros, nos vamos a dar cuenta de que el capitalismo popular no existe, pues el control básico de estas empresas transnacionales lo tienen los poderosos.

Los megaproyectos nos invaden, son de índole turística, extractivos, son minas que trabajan a tajo abierto, son exploraciones petroleras… todo esto causa un enorme desplazamiento humano y una expropiación del territorio mexicano, es decir, estamos frente a una guerra que el enemigo va ganando, porque llegan y convencen a la gente; alguna vez platicando con Warman, me decía: “lo que ustedes llaman propiedad social no existe, lo que llaman comunidad no es propiedad social”; por ejemplo, en el estado de Morelos los ejidatarios y los comuneros son semiproletarios vergonzantes, lo que hacen es obedecer al patrón, en este caso al Estado, pues es quien da la orden de qué, cuándo y cómo producir, y entonces el resultado es que no hay independencia, los ejidos y comunidades son aparatos del Estado, y para que esto no siga así es necesario cambiar la constitución y que el campesino tenga dominio pleno de sus parcelas, que sean propietarios e independientes; pero el momento actual es que ya no son esclavos del Estado y sí lo son de las transnacionales capitalistas, de modo que el problema es quién tiene el poder.

En el contexto actual donde la gente es desplazada, pero también es combatiente, ejercitando un rosario de resistencias, es que nos encontramos en una lucha desigual, y en dichos procesos la participación del INAH está colapsada. Yo en ocasiones pregunto por el cadáver del INAH, también por el del INBA, el del PRD, pero realmente hay un colapso, y si un día se pierde la cultura en México, la cuestión es si desde el INAH se crea una movilización ascendente de masas; ante ello, cuando uno plantea lo que pasaba en el 33, en que había huelgas constantes, pues fue porque la fuerza de una revolución se transmite en la posibilidad del avance de los sectores populares, en la posibilidad de contar con una institucionalidad acorde a sus intereses, aunque fuera parcialmente.

Incluso aunque nos parezca hoy ya sin importancia el que exista el Seguro Social, la CONASUPO, el ISSSTE, para muchos latinoamericanos eso explicaba casi el socialismo, y decían que en México había una transición en la época de Calles y Obregón, y hay que recordar que Obregón hizo una reforma agraria muy importante en el estado de Morelos, por evidentes razones la cuna del zapatismo, pero cuando Francisco Mújica quiso hacer una reforma similar en Michoacán lo mandaron asesinar, pero lo subieron al tren y Obregón ya había mandado coronas a su memoria, entonces este general manda una carta dirigida al entonces presidente, una carta que dice: “Señor Obregón, estas son todas sus víctimas, es usted un asesino”, tanto así que la carta parecía directorio telefónico; pero resulta que esa carta nunca habla de los crímenes contra obreros, campesinos e indígenas, pero sí incluyó, por ejemplo, por ahí en Topilejo, el asesinato de unos estudiantes, que eran clase acomodada, pero los otros nunca se mencionan… precisamente porque nosotros tenemos el problema de que estudiamos a gente invisible.

Mi papá decía: “Este país es una porquería total, salvajes”… estaba furioso porque yo estuve el 2 de octubre del 68 y él creía que me iban a matar, comentaba que en este país salvaje se mata con toda tranquilidad, aquí nadie muere de muerte natural, ve el caso de Francia: ahí hubo un movimiento estudiantil y no mataron a nadie, es un país civilizado, decía. Pero le respondí que él ignoraba una cosa: el 17 de octubre del 61 hubo una matanza en París que fue casi como Tlatelolco, pero fue de tunecinos, argelinos, marroquíes, es decir, gente invisible, gente inferior.

De manera que esas razas inferiores son las que estudiamos y es una gran ventaja; por ejemplo, a Jorge Castañeda, una vez le pregunté ¿te gusta el zacahuil? me respondió que si eso era una tribu africana, porque esos compañeros de ciencias políticas nunca han visto un indio: ¡si cuando ven a un antropólogo les da miedo porque somos un poco excéntricos!; Castañeda no sabe lo que es un zacahuil, ni lo que es la danza de moros y cristianos, no sabe nada, él que quiso ser candidato a la presidencia.

Cuando el INAH se estructura fue en un contexto de ascenso, donde hay una gran movilidad social, entonces la izquierda tiene mucha influencia de un tipo de Georgia: con él se creó mucho el culto a la personalidad, para la izquierda mexicana Obregón y Calles eran unos asquerosos, pero llegó Lázaro Cárdenas, el mesías michoacano, y las grandes conquistas del cardenismo fueron producto de la lucha social.

Efectivamente, como menciona Rafael Sandoval, los populismos latinoamericanos tienen una característica en común, y es que satisfacen una gran cantidad de demandas populares, pero estas satisfacciones son también para frenar el movimiento popular. Entonces pueden ver que la misma Ley Orgánica (del INAH) es una ley de contenido progresista, pero al mismo tiempo frena, que señala que hay que buscar las organizaciones para la salvaguardia del patrimonio cultural, pero después fue cambiada; la cuestión es que esta ley representaba un espíritu, pero el mismo INAH se crea bajo una ética autoritaria, es decir, se plantea una forma de gobierno vertical, que parte de arriba hacia abajo: así hay que reconocerlo, por ejemplo, yo entré a la ENAH en el 65, y desde que entré se habla de… ¡la democratización del INAH!

Esto representa algo muy antiguo, es un problema el de que los sindicatos son plurales y pues está bien, pero sólo es un sector el que es avanzado: hay gente que es meramente retórica, verbal, son los que nunca se aparecen, y los que están en este congreso son los activistas, pero como sindicato debemos pelear con esas barreras, entre ellos están los aviadores de los que hablaba al principio, y aquí la cuestión es que pareciera que uno tiene que complacer a ese sector.

Aquí en nuestro sindicato, la materia principal es el impulso cultural, pero también discutimos lo que es una comunidad indígena y discutimos la consulta, lo que nos pone en una situación de vanguardia, lo queramos o no; evidentemente es un sindicato progresista, lo que implica la necesidad de responsabilizarse y tener una serie de compromisos, en particular hay que tener la oportunidad de ser protagónicos en la defensa del patrimonio cultural, por ejemplo, el ser realmente coadyuvantes en los peritajes antropológicos.

En ese sentido, se habla mucho del convenio 169 de la OIT, que plantea la consulta a los pueblos originarios en caso de que haya una afectación a sus territorios, y aunque se habla de consentimiento, no se plantea que la consulta equivalga al consentimiento, el que exista la consulta me parece totalmente aberrante, es decir, cuando se plantea “vamos hacer un aeropuerto en la cuenca de Texcoco”, la gente debe reunirse en asambleas y está el que decida sobre ello, porque no quieren ser migrantes sin retorno, ni desplazados, y no se necesitan consultas para eso: simplemente con que se plantee la voluntad de los sectores populares en esas regiones de México.

Sin embargo, existe pues la consulta, donde hay antropólogos que pueden tener un papel básico, pues ya hemos visto que muchos de esos peritajes los hace la SAGARPA o gente amañada, y también el que la consulta no se hace, ¿por qué en el caso del aeropuerto nunca se hizo una consulta?, ¿por qué el señor Mancera no hizo una consulta con los habitantes de la CDMX?, ¿por qué no se consulta cuando llegan las empresas eólicas y engañan a la gente? o si se hacen consultas, por ejemplo, en Oaxaca, donde la gente confía en lo que se llaman contratos verbales, porque la gente cree en eso, pero al final sí engañan con los contratos verbales y se imponen las eólicas.

En estos escenarios se dice “los indígenas están contra el progreso”, y no, obviamente no están en contra: los indígenas no son defensores de la contaminación de los combustibles fósiles: ¡Son defensores de la capacidad de tener su propia decisión!, de decidir ellos su propio destino.

Ahora bien, hay una polarización social enorme, por ejemplo, el recordar aquí al México de las películas de Emilio Tuero y de otros de la época: un territorio tranquilo, donde salías a la calle, en Ciudad Victoria y Tampico, sin que pasara nada, pero hoy nos encontramos con los feminicidios, con los asesinatos en Ecatepec, con toda esta bola de miserables. Hablo de polarización social, porque tenemos personas que ganan mucho menos y son millones, y hay diputados que van a ganar trescientos mil pesos aparte de sus prestaciones; el odio hacia los ricos, el desprecio de los ricos a la gente de abajo, todo se ha convertido en un campo de batalla feroz.

De hecho, la misma delincuencia organizada: yo la considero como una rebelión popular de derecha, aunque hay quien podría decir “¡no hay rebelión popular de derecha!”, y sí las hay, la de los cristeros, por ejemplo; esas rebeliones populares se dan cuando la alternativa de izquierda desaparece, y son también de derecha porque los objetivos son los mismos que los de Slim, ascender socialmente.

Pero hay rebeliones populares con multitud de jóvenes, que no pueden ascender socialmente de otra manera y se convierten en sicarios, delincuentes; porque es la única manera de enriquecerse, aunque los maten 6 meses después. Entonces aquí la cuestión es que esa polarización social se ha hecho a un lado, es cuando llegan los líderes que buscan algo que se llama el equilibrio de clases, donde hoy el principal líder es Andrés Manuel López Obrador, quien se da cuenta que el país está a punto de desgarrarse y, por tanto, busca el equilibrio de clases. Por eso fue con Alfonso Romo, con multitud de progresistas, también con pueblos originarios, aunque como dice López y Rivas, eso del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas me suena a otra imposición contra los pueblos originarios. Pero el equilibrio de clases es una tregua en que la oligarquía se va a fortalecer más, porque todo mundo dice que ya pasó de moda, pero lo que no ha pasado nunca de moda es la lucha de clases.

Sin embargo, la única manera de combatir eso es mediante el fortalecimiento de los grupos progresistas, es decir, de sindicatos como este, de auténticos partidos de izquierda que ya no existen; en fin, todo eso es básico, pero no podemos quedarnos en la retórica verbal, y yo me acuerdo muy bien, porque estuve en un partido de derecha llamado PRD, no me caían tan bien porque eran estalinistas, me salí... ¡pero ahora lo extraño!; cuando estábamos en ese partido, teníamos comités de base con trabajadores, y esa labor con masas ha desaparecido por completo, no existe un partido de izquierda en México. Porque si lo hubiera, se estaría coadyuvando por la cuestión del agua de Iztapalapa, coadyuvar por la bronca del crédito de los campesinos, coadyuvar contra los megaproyectos, pero esos militantes han desaparecido.

En ese sentido, nos envolvemos con retóricas maravillosas, con palabrerías, por ejemplo, porque prevalecen las violaciones a la ley, ¿o qué es eso de “prestadores de servicios”, o como la categoría de los “compactados”: esas son figuras fuera de la ley, cuando este trabajo no puede ser por tiempo determinado, por unas cuantas horas, cuando la investigación no es “de unas horas”, no respeta tiempos, porque podemos encontrar informantes que no habíamos considerado, incluso fiestas, entonces un “contrato por tiempo determinado” para un investigador es una estupidez, y por eso aquí la lucha política es importante.

Una vez estuve con los señores de MORENA, en un acto en la Ciudad de México: yo creí que Melchor, Gaspar y Baltazar habían desaparecido, y no, porque resultó que hay cartas a los santos reyes; la primera bronca es que estos funcionarios creen que la cultura se reduce al arte, lo cual es absurdo; también hablan de becas, de ir a las colonias pobres, de encontrar a personas y promotores; no obstante, nunca hablaron de seguridad, porque hay gente que no sale de noche, y menos del territorio, y si hablamos de cultura, ésta necesita un lugar.

Además, en cuanto a la Constitución, en el marco de sus artículos de avanzada que son un derecho vigente, si bien existen en la ley, pero existe el asunto de la viabilidad de la ley, de que la ley se cumpla, porque de otro modo estamos en un fetichismo político, o porque hay también a Bolfy Cottom, cuando lo oigo hablar 77 horas del artículo tal y tal, y yo me digo que son las mil y una noches; pero como decía alguien cercano a Marx, “la constitución es un papel en la boca de un cañón”, es decir, quien maneja el cañón puede hacer trizas la Constitución. Por ejemplo, cuando dice que está prohibido el trabajo de menores de 14 años y trabajan por todos lados, resulta una constitución ficticia.

De esta manera, la lucha tiene que ser no solo de plantones: es necesaria la lucha jurídica y política, y este sindicato es de los más combativos, aunque es evidente que en las últimas fechas su debilidad ha sido patente en muchos sentidos, ha habido escasas movilizaciones, nulas demandas por lo más básico en salarios y prestaciones, es necesario que salgamos a la calle. Ya lo decía García Cantú en unos consejos particulares para la salvaguardia del patrimonio cultural, en eso se tenían que organizar vecinos de Tamaulipas, Sonora, Nuevo León… es necesaria la vinculación con estos sectores para llevar la importancia de que se conozca, porque al final de cuentas el problema de la cultura está íntimamente ligado al problema de la educación, en que los niños tienen que saber qué cosa es la cultura, por lo que nos encontramos en un laberinto del cual es difícil salir.

Ahora bien, en cuanto a la cuarta transformación, los tabasqueños son muy dados a los cuentos de hadas, desde que yo era chico recuerdo que me contaban cuentos de duendes, de chaneques que salían de Tabasco.

La cuarta transformación no se puede hacer desde un gabinete, no se puede hacer desde un congreso: se tiene que hacer a partir de la acción organizada y constante del pueblo mexicano; claro, los cómo dependen, no de que yo responda en este momento cómo, ya que tiene que ser un trabajo colectivo de los trabajadores. Por ejemplo, la asamblea de hoy tiene que ser muy productiva en esa dirección, y que pongamos en la mesa un conjunto de propuestas, que nos plantee la posibilidad de que en los ochenta años del INAH se creen consejos que no solamente sean constructivos, sino resolutivos, que no existan porquerías como el actual consejo de arqueología, se entiende que la estructura del INAH debe cambiar.

En ese sentido, yo no pretendo defender a Diego Prieto, pues casi siempre los directores del INAH no son más que gente que obedece fielmente las demandas del gobierno federal; incluso me acuerdo de García Moll, que no era ningún grande del INAH, y Camacho lo echó casi a golpes; otro compañero señala que Sergio Raúl Arroyo fue echado, y por desgracia el compañero Nalda ya no está con nosotros, pero él me dijo: “no sabes cuántas presiones tenemos en el INAH, son terribles, porque eso de los rescates en el centro con los monumentos históricos o arqueológicos, son una constante de amenazas físicas y de ofrecernos millones y millones”; ahí se entiende cómo nosotros somos víctimas de una corrupción enorme, que se supone la cuarta transformación habrá de erradicar.

No obstante, yo digo que eso no puede ser posible si no hay esa posibilidad de la lucha desde abajo (esperen, creo que ya rebase el tiempo, les doy las gracias pues).... Bueno, es que como tengo el alzheimer ya perdí la noción del tiempo, yo sé que, por ejemplo, cortejar a una gorda te lleva aquí en México 72 días, porque tienes que hablar con sus papás, les tienes que pedir permiso, y para cortejar una gringa son cinco minutos, eso es todo.

Por otro lado, aquí una cuestión básica es que la Secretaría de Cultura nos amenaza con una serie de estrategias nuevas, pero hay que tomar en cuenta que nuestra propia Ley Orgánica, que de por sí hace tiempo se está tambaleando, se corresponde con una ideología liberal, es decir, me decía un profesor hace mucho tiempo, que el INAH no tiene razón de ser, porque debería ser una institución turística, y coincidía con Elba Esther Gordillo, cuando por ejemplo ella señaló que las escuelas normales rurales deberían ser escuelas de turismo.

Evidentemente, aquí hay una política llamada neoliberal, que es una ideología del capitalismo, donde los grandes amos y señores son los grandes monopolios, llámense Coca Cola, Wal-Mart, por lo que nos encontramos que ese imperio se impone de una manera fehaciente y profunda; nos hallamos en una situación bastante delicada, hagan de cuenta que en estos momentos yo reto al Canelo Álvarez, ¿cómo voy a quedar? ¿pues hecho pedazos, no?… de por sí yo no le aguantaría una bofetada, me quedaría yo segundos, y no quiero ser como Paty Chapoy y contar chismes, pero esa señora que está en monumentos históricos casi me mata, me convirtió en mandilón medalla de oro.

En ese contexto, ¿cuáles serían las formas específicas de organización en sectores que dependen de la cultura?, en primer lugar, habría que plantear que la cultura es algo que siempre aparece como secundario, incluso en el caso de pensadores de izquierda, y lo que es prioritario son aquellas cosas que tienen que ver con el bienestar, ya sea material, con asistencia, con un modo de vivir llamado “digno” que tiene que ver con la comodidad, con el confort y la posibilidad de no andar con carencias de todo tipo. La cultura es básica, porque nos enseña a perfilarnos como sujetos, la cultura puede ser tan importante que da interiorización en una serie de elementos como los que la maestra de la conferencia de ayer ya nos presentó, hablamos de una gran multitud de autores importantísimos, Lévi-Strauss, Bauman, aunque en México son poco conocidos esos autores, nos están dando a entender que ese mundo en que vivimos se ha transformado en unos cuantos días, en meses; el mundo actual ya casi no tiene nada que ver con el mundo de los noventa.

Esa posibilidad de aprender el mundo, de tenerlo enfrente, es algo absolutamente necesario para los antropólogos, porque también hemos tenido la costumbre de sectorizarnos; hay quienes estudiamos a la comunidad indígena, y este escenario de comunidades originarias es bastante discutible, porque yo fui a examinar unas tesis del Consejo de Discriminación de la Ciudad de México, y unos chavos tenían tesis hablando de la comunalidad, de cómo defenderla, basándose en el modelo de Juan José Rendón. Sin embargo, uno llega a las comunidades indígenas y encuentras divisiones de género, edad y clase, es decir, los nahuas de Morelos explotando a los oaxaquitos, tenemos a caciques indígenas, a empleados del CDI explotando a otro tipo de indígenas; entonces uno encuentra un mundo también resquebrajado, que no es aquel mundo soñado y lírico, tenemos que también existen comunidades indígenas así, pero la realidad no es esa como dominante.

Cuando llegamos a trabajar con comunidades originarias, nos encontramos con hostilidad; por ejemplo, de los católicos porque vamos con gente protestante, del cacique ejidal, o problemas como el de Ometepec, donde estuvo Bartra y otros. De manera que esto tiene que ver con la inseguridad misma que padecemos en el país, y el que tengamos que generar protocolos de seguridad.

Ahora la defensa en particular de la cultura obedece a una gran cantidad de actores, factores y problemas, es decir, ¿qué hace un sindicato de investigación y docencia para defender las culturas y el patrimonio cultural de México?, entendiendo el patrimonio como una construcción histórica; evidentemente, lo que llaman ideología, aunque no vamos a discutir el concepto, de la ideología algunos dicen que es lo mismo que la cultura, de manera que la ideología es la que jerarquiza los elementos culturales, por ejemplo, la que permite que la sala Azteca sea la mayor en el caso del Museo de Antropología, es la ideología la que nos hace pensar que somos aztecas y no totonacas o huastecos.

En ese sentido, necesitamos no solamente del trabajo de organización, de salvaguardia y defensa activa del patrimonio cultural, sino la creación de intelectuales orgánicos dentro del INAH… ¿cuánto me queda? ¿dos minutos?, bueno es que, qué bueno que me lo dijiste tú (refiriéndose al moderador), porque una vez en Ciencias Políticas de la UNAM, una chava me mandó una tarjera que decía: “nada más cinco minutos”, y yo le dije, ¡no, no te los aguanto! Tal vez uno y medio. Pero aquí el compañero me dijo dos minutos, yo creo que en la plenaria podemos discutir la defensa del patrimonio cultural y la diversidad cultural, y muchas gracias.

 

[1]          Conferencia magistral presentada en el II Congreso Nacional de Profesores de Investigación Científica y Docencia del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 14 a 17 de octubre de 2018, La Trinidad, Tlaxcala. Transcripción de Berenice Rodríguez y Raúl García Contreras.

[2]         Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH.