Editorial: El Grito y el Pueblo: entre la mala memoria y el incierto horizonte
- Detalles
- Categoría de nivel principal o raíz: Ediciones
- Creado: Sábado, 01 Septiembre 2012 06:00
- Publicado: Sábado, 01 Septiembre 2012 06:00
- Escrito por Colectivo En el Volcán
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Año con año, el más importante ritual patrio que rememora la Independencia se repite en la ciudad capital y sus delegaciones, en las plazas públicas de las ciudades de cada estado y municipio. Se le denomina el “grito de la Independencia” y así ha quedado inserto en la tradición nacional. El grito es el símbolo sonoro por excelencia de los seres humanos, pero sus sentidos dependen de cada trama ritual, cotidiana o inesperada. En los hechos, el Grito mexicano tiene un indudable sello político, ideológico y cultural. El grito opera como el símbolo dominante del proceso ritual conmemorativo de la revolución de Independencia cada 15 de septiembre. Un grito que ilumina y sonoriza la noche. Usualmente es un grito masculino que bajo pequeñas pausas va deslizando sus variantes de sentido: ¡Mexicanos!: ¡Vivan los héroes que nos dieron patria!, ¡Viva Hidalgo!, ¡Viva Morelos!, ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!, ¡Viva Allende!, ¡Vivan Aldama y Matamoros!, ¡Viva la independencia nacional!, ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! Y el grito individual que emana de quien representa el poder --en cualquiera de sus instancias-- merma ante el coro unánime y fervoroso de la multitud que responde la arenga con una repetición del ¡Viva México!, que suele desatar emociones intimas o extrovertidas. La fuerza sonora de la masa crece y trastoca el paisaje nocturno, lo carnavaliza, refrendando que el poder emana del pueblo. Y luego viene una saga rítmica del tañido reiterado de la campana y posteriormente truenan los cuetes, las “palomas”, y, sin falta, los espontáneos ¡Viva México, cabrones!, bajo la intensa y fulgurante lluvia de luces de colores de los juegos pirotécnicos, en el momento en que el caos ingresa al ritual bajo formato plebeyo y deviene en acción lúdica y festiva. La noche mexicana ha sido resimbolizada, politizada, nacionalizada.
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