037 - Mayo - Junio 2015

¿Culpa de Quién?

Esta es la historia de una tragedia evitable. De una de tantas que día con día suceden a los excluidos, tragedias, las más de las veces, condenadas al olvido.

El primero de enero no me sentía plenamente cómodo saliendo de la comunidad, pero vaya que necesitaba un descanso, a un mes de terminar mi servicio social como médico. Acababa de pasar una racha de partos, todos habían salido bien. La mayoría de ellos habían sido en el hospital, algunos en casa, uno en el que me mandaron llamar porque estaba tardando y atendí en casa, junto con doña Evarista, una de las parteras del pueblo. En el censo de embarazadas, que meticulosamente debíamos mantener al corriente con el estado de salud de todas las embarazadas de la comunidad, sólo teníamos dos “cerca de salir”. Así que, con ese cierto nervio que sentía por salir de la comunidad, decidí ausentarme los tres días que tenía asignados como festivos, incluyendo el dos de enero que me habían dado a cambio del día de navidad. Igual hizo mi compañero, que se encontraba en la misma situación pues, por absurdo que parezca, los días festivos no se pueden reponer.

Como bien se nos había advertido por parte de la supervisión médica de la cual dependíamos, tomamos precauciones, especialmente con las embarazadas. A estas alturas, quizá el lector no médico se empezará a preguntar ¿Por qué la obsesión con las embarazadas? ¿Por qué un censo? ¿Por qué esa forma insistente de nombrarlas de acuerdo a esa condición nuevemesinamente transitoria? ¿Por qué, inclusive, todo un lenguaje construido en torno a ellas? Pero quien ha trabajado en el sector salud u observado de cerca sus dinámicas, sabe que no hay palabras que pongan a temblar más a los administrativos, que haga rodar cabezas, como las de “muerte materna”.

Se dice así, “una muerte materna”. Nunca “murió una mujer durante el parto”, “falleció una muchacha que acababa de tener a su bebé”, mucho menos “quedaron huérfanos tres niños” o “murió de injusticia otra mujer”. A veces, eso sí, se precisa: “era una preeclampsia severa”, “me llegó una hemorragia obstétrica”, “venía pélvico”. Pero siempre se dice “muerte materna”. No es que los términos técnicos como éste sean innecesarios, pero siempre corren el riesgo de ocultar la dolorosa realidad humana detrás de su pretendida neutralidad.

La muerte materna, al menos formalmente, constituye una prioridad para el sector salud, y lo es sinceramente para muchos de sus integrantes. Porque resulta que, entre los “Objetivos del Milenio” establecidos por la ONU, uno de los principales que distan, por mucho, de ser cumplidos en nuestro país, es precisamente la reducción de la mortalidad materna.


Doña Juana en su oficio. Temalac, Guerrero, mayo de 2002. Foto: Lilián González Chévez (Diario de Campo 60, pág.30, 2003)

Entonces resulta que la estrategia implementada por el gobierno mexicano para asumir ese compromiso o, desde una perspectiva más cruda, para “salvar pellejo”, se basa casi exclusivamente en acciones que deben ser implementadas por los trabajadores del sector salud. Como si el problema fuera sólo la falta de médicos, o su bajo desempeño. Como si la disponibilidad y calidad de vías de comunicación y medios de transporte no tuviera nada que ver. Como si la misma estructura de los servicios asistenciales no tuviera nada que ver. Como si la falta de buenas condiciones de alimentación e higiene – y las condiciones económicas que las posibilitan – no tuvieran nada que ver. Como si no tuviera nada que ver el acceso a condiciones de producción y educación que fundamenten una mejor situación general de vida a las mujeres y su entorno familiar. En todo caso, el médico de una clínica en una comunidad indígena (y no indígena) debe llevar un censo con todas las mujeres embarazadas, saber cómo está cada una de ellas e informar quincenalmente sobre quienes han sido clasificadas como de “alto riesgo”.

Sin embargo, sobre las virtudes y defectos de esta estrategia espero poder comentar en otro momento y de manera más formal, pues éste no es un análisis sobre la mortalidad materna o sobre mortalidad infantil. Hoy lo que quiero es contar la historia de Yaneli, la historia de ese dos de enero. Así que volvamos a la historia.

Yaneli era una de las dos embarazadas que teníamos registradas como “cerca de salir”, es decir, cuyo parto se acercaba, aquel dos de enero. La teníamos clasificada como de “Alto Riesgo”, pues su embarazo anterior había requerido una cesárea, lo que deja una cicatriz que, en ocasiones, llega a causar problemas en embarazos posteriores. Además, tenía 36 años, otro hecho que aumenta ligeramente las probabilidades de que se presenten ciertas complicaciones durante el embarazo. Pero ni su edad ni su cesárea previa tuvieron que ver con lo que sucedió.

Yaneli vivía – vive – en una localidad de unas 30 familias, cuyo acceso principal es en lancha hasta la comunidad donde se encuentra la clínica, que es bastante más grande. En invierno es temporada de viento y el acceso en lancha se vuelve sumamente difícil, llegando a ser en ciertos días francamente imposible.

Yaneli comenzó a ir a la clínica en cuanto supo que estaba embarazada, y nos pidió que diéramos la mayor cantidad de consultas de control prenatal en nuestras visitas quincenales a su comunidad. Cuando no podíamos ir, porque no había lancha disponible, por el viento, o por cualquier motivo administrativo, ella se trasladaba a la clínica. En total llevó unas nueve consultas con nosotros, muy por arriba de las cinco mínimas que indica la norma oficial mexicana.

Además, por haber clasificado su embarazo como de “Alto Riesgo”, le di desde el inicio un pase para que acudiera con el ginecólogo en el hospital más cercano, a una hora de la comunidad, cosa que no dudó en hacer. Y como su esposo estaba preocupado y quería “darle lo mejor”, acudió también con un ginecólogo particular un par de veces durante el embarazo. Además, visitaba a Evarista y Rigoberta, las parteras de la comunidad, quienes sobaban su barriga, le daban consejos y le insistían en que no dejara de ir a la clínica.


“Peace Within,” de Katie M. Berggren (kmberggren.com)

Todo parecía indicar que el embarazo de Yaneli transcurría con normalidad. En el octavo mes de su embarazo, le entregué una solicitud para que se hiciera un ultrasonido en el hospital, cuestión de rutina. Ya le habían realizado ultrasonidos varias veces, pues el ginecólogo particular con el que acudía era de los que acostumbran utilizar este aparato en cada consulta. Aun así, le dije que los ultrasonidos del hospital son mejores, porque los hace un radiólogo, un experto en eso. Ella fue al hospital público y pidió cita, pero ya para ese entonces era diciembre y las citas eran un bien que escaseaba. Le dieron una para principios de enero. Aprovechando el viaje, fue entonces con el ginecólogo particular y le pidió un ultrasonido.

Vi a Yaneli en consulta el día antes de salir de la comunidad. Me mostró el papel donde su ginecólogo había escrito su breve reporte de ultrasonido: “Producto único vivo de 38 Semanas de Gestación, en situación longitudinal, presentación cefálica, dorso a la izquierda, frecuencia cardiaca fetal 140 latidos por minuto”.

– “Todo bien” – le dije, y sabiendo que le angustiaba requerir una nueva cesárea, añadí–: “si no hay ninguna eventualidad, parece que va a poder ser parto normal”.

Lo mismo le había dicho el ginecólogo, según lo que ella me comentó. Tomando mis precauciones por mi próxima ausencia breve, le entregué una hoja de referencia para que acudiera directamente al servicio de urgencias del hospital en caso de cualquier eventualidad, incluyendo el hecho mismo de que comenzaran los dolores de parto. De cualquier manera, si algo pasaba mientras no estábamos, podía buscar a Yolanda o a Adriana, las enfermeras, para que, en dado caso, la mandaran en la ambulancia al hospital.

Así que en nuestros días de descanso, mi compañero y yo salimos de la comunidad, y no supimos nada hasta unos días después, cuando al volver me dijo Adriana, la enfermera: – “Doc, siempre que salen pasan cosas malas” –lo cual no era tan cierto –: “se murió el bebé de Yaneli”.

El dos de enero, Yaneli empezó con trabajo de parto o, como dicen en la comunidad, “dolió su barriga”. Segura de que los médicos le habíamos dicho que podría ser parto normal, decidió no tomar en cuenta la recomendación de acudir con la enfermera de la clínica ni al hospital, y mandó llamar a doña Rigoberta, una de las dos parteras activas en la comunidad.

Rigoberta es la mayor de las parteras, y la más tradicional. A diferencia de Evarista, quien había aprendido a atender partos cuando trabajó como auxiliar de enfermería en la clínica y tenía a su disposición algunos recursos biomédicos, como inyecciones de oxitocina, Rigoberta aprendió su oficio por tradición familiar. No sabía leer y escribir, a nuestras reuniones casi siempre acudía con su nieta, quien le ayudaba tomando apuntes. Su relación con el personal de la clínica – las enfermeras que llevaban tiempo ahí, y los médicos que cada año cambiamos – era un tanto ambigua. Siempre se mostró respetuosa, inclusive con una actitud que yo calificaría de obediente y que me llegaba a incomodar un tanto, por no saber cómo romper las relaciones jerárquicas que no era mi intención reproducir o  imponer. Rigoberta regularmente preguntaba qué partos podía y cuáles no podía atender – y de las mujeres de “alto riesgo”, como Yaneli, le decíamos que no, que esos debían atenderse en hospital. Pero a pesar de esa advertencia, al momento de atender partos, nunca nos mandaba avisar para que estuviéramos pendientes, nunca pedía ayuda.


“Henry Ford Hospital”, de Frida Kahlo (www.fridakahlo.org)

Quizá tenía miedo de que le fuésemos a “robar” parte de su ingreso, los $ 700 que cobraba por parto atendido (ella era la opción barata, Evarista cobraba $ 1,000, oxitocina incluída). Quizá temía que juzgáramos sus forma de atender partos, mucho más tradicional por lo que cuentan, que incluía masajes, uso de algunos aceites, y quizá otros elementos para mí desconocidos. Quizá era por mantener la cuestión entre mujeres, respetando el pudor de sus pacientes. Nunca nos lo dijo en realidad, ni se lo preguntamos.

Así que lo que pasó cuando Rigoberta notó que el niño de Yaneli “venía de piecitos” nunca quedó claro. Adriana afirma que ella como enfermera estuvo en la clínica ese día, que nadie la fue a buscar. Rigoberta dice que mandó al esposo de Yaneli a buscar a alguien a la clínica, pero que no hubo nadie. Que notó que la barriga de Yaneli estaba fría, que eso no le parecía normal. Que salieron primero los pies, pero que después el bebé ya no bajaba. Que hizo que Yaneli se pusiera de pie, y apretó su barriga. Que salió el niño, pero no lloró, no respiró, que estaba morado. Que Yaneli preguntaba qué pasaba, que no entendía, que ella estaba segura de que el bebé estaba bien y por eso había decidido tener a su hijo en casa. Que echaron agua al bebé. Que no funcionó, que no respiró...

–  “No vas a llorar, mamá” –le dijo Rigoberta a Yaneli, – “Yo ya lo viví, yo ya sufrí. No vas a llorar”.

Ese fue su consuelo...

Cuando Rigoberta nos contó su versión, su actitud era defensiva, temerosa. Insistía en que el bebé ya estaba muerto. Preguntaba si “iba a seguir trabajando”, refiriéndose al apoyo de $ 500 mensuales que el I.M.S.S. otorga a las “parteras empíricas” para que mantengan interrelación y “se capaciten” en las clínicas de IMSS-PROSPERA. O, si así lo decíamos, dejaría de atender partos. Decía que nunca le había pasado algo así.

“El Instituto no busca soluciones, busca culpables,” reza un refrán entre los trabajadores del Seguro Social. ¿Quién tuvo la culpa de esta tragedia evitable?

¿Tuve la culpa yo como médico? ¿Culpable de no estar ahí ese día, mi día de descanso? ¿No fui lo suficientemente claro en insistir en que, aunque todo pareciera marchar bien, tuviera a su hijo en un hospital? ¿De no haberle indicado con suficiente claridad a Rigoberta que no atendiera ese parto que era por nosotros reconocido como de “alto riesgo”? ¿De no conocer con más detalle el modo de proceder de la partera tradicional? ¿De haber insistido en contar con un estudio de ultrasonido más confiable? Quizá en la última cita que tuve con Yaneli no dediqué suficiente tiempo a escuchar sus planes, sus angustias.

¿Tuvo la culpa Rigoberta, por intentar atender un parto en presentación pélvica (“de piecitos”)? ¿Por no movilizar los recursos disponibles para que Yaneli fuera atendida en un hospital, al notar que no era un parto normal?

¿Tuvo la culpa Yaneli, por querer tener a su hijo en casa, de la misma forma que ella nació? ¿Por “no atender las indicaciones de los médicos”? ¿Por “no acudir a tiempo”? (probablemente, la opinión más común entre mis colegas).

¿Tuvo la culpa el ginecólogo que escribió “cefálico” en un reporte de ultrasonido, siendo tan bajas las probabilidades de que un bebé que viene “de cabeza” se voltee y se ponga “de pies” justamente en las últimas semanas? ¿O venía “de pies” y lo consignó como cefálico no siendo especialista en ultrasonido?

¿Tuvo la culpa la desregulación o la permisividad oficial, que hace posible que este tipo de establecimientos proliferen, dando una falsa salida a la saturación de los servicios públicos?

¿Tuvo la culpa el personal del hospital público que le dio cita a Yaneli demasiado tarde? ¿Que hizo que su experiencia en el parto anterior, que requirió cesárea, fuera tan traumática que ella no la quería repetir? Ese hospital, donde meses antes había nacido un niño en el baño, donde una mujer sufrió ruptura uterina habiendo indicios de un mal manejo médico, ¿tuvo la culpa de que Yaneli no deseara tener a su hijo ahí? ¿Tuvo la culpa de eso la cultura de violencia obstétrica, ampliamente documentada en nuestro país?


Ilustración de Pawel Kuczynski (www.pawelkuczynski.com)

¿Tuvo la culpa el risible presupuesto que hace que, con tan solo acercarse a dicho hospital, uno parezca escuchar un lamento que grita “Precariedad”? En ese hospital, como en la mayoría de los hospitales públicos, buena parte de la carga laboral recae en personal en formación con jornadas de más de 32 horas continuas de trabajo. ¿Tuvo la culpa este sistema de las tragedias anteriores ocurridas ahí, que hacían que la opinión generalizada en la comunidad de Yaneli fuera que “ahí no atienden”? ¿Tuvo la culpa todo ello de que Yaneli no quisiera tener a su hijo ahí?

¿Tuvo la culpa el gobierno municipal, cuya ambulancia era una combi destartalada, carente siempre de chofer? ¿El gobierno estatal, por mantener los caminos de acceso al hospital en mal estado? ¿El gobierno federal, por el aún deplorable estado del sistema de salud pública?

Y en otra escala, ¿tuvieron la culpa las compañías transnacionales, a las que sólo les interesa la comunidad en cuestión para apropiarse de su territorio para imponer ciertos megaproyectos cuestionables? ¿O el deterioro ecológico de la región (que incluye presas, una refinería, contaminación por agroquímicos, sobrepesca), que ha propiciado la escasez de pescado y camarón de los que tradicionalmente depende la comunidad, empujándola a una situación de mayor precariedad? ¿O los pocos inversionistas que se han beneficiado de este deterioro ecológico, mediante la concentración de la tierra en cada vez menos manos?

¿Tuvimos la culpa todos, por no haber sido capaces aún de generar un movimiento social con la fuerza suficiente para obligar al Estado a establecer un sistema de salud verdaderamente universal, no mercantilizado, gratuito, con perspectiva realmente intercultural, con suficientes recursos, respetuoso de los derechos de pacientes y trabajadores? ¿Por carecer de un Estado que haga su prioridad la Salud y no las ganancias privadas?

Claro, sabemos que el sentimiento de culpa no transforma nada. Lo que aquí importa es la certeza de una muerte infantil evitable. Y esa certeza ha de asumirse como una fuerza que derive efectivamente en transformaciones. Importa dilucidar en toda muerte evitable el juego de factores determinantes diversos, cuya sinergia cobra vidas, cercena futuros y demanda acciones concretas.

La actitud de Yaneli es resignada. Culpa a Dios pero acepta sus designios. Sin embargo, yo no veo fuerzas divinas en esta tragedia, sólo fuerzas sociales. Y aunque dicen que estudiar medicina es de lo más complejo, la fisiopatología de la distocia de cabeza en el parto en presentación pélvica es mucho menos complicada que la sociofisiopatología en la muerte de este niño, que no llegó a tener nombre. Y mientras no seamos capaces de organizarnos y tomar las riendas de este país, tragedias como esta seguirán ocurriendo día con día, condenadas al olvido.

 

Referencias

Breilh J. “La determinación social de la salud como herramienta de transformación hacia una nueva salud pública (salud colectiva)”, Revista de la Facultad Nacional de Salud Pública, 2013; 31(supl 1): S13-S27.

Hersch-Martínez, P. “Epidemiología Sociocultural: una perspectiva necesaria”, Salud Pública de México, 2013; Vol. 55(5): 512-518.

Observatorio de Mortalidad Materna en México, www.omm.org.mx

PRONUNCIAMIENTO DE LA RED DE ANTROPOLOGÍAS POPULARES DEL SUR (RAPS)

1 de Junio de 2015.

Territorio popular y comunitario.

 

Red de Antropologías Populares del Sur (RAPS)

 

“...es una tarea que a menudo se torna, como la piedra de Sísifo,
interminable o, al menos recurrente.”

Carlos Montemayor.

 

Sobre Héctor Jaimes Abarca, Gilberto Abundís Sánchez
y Jorge
Jaimes Abarca

¿Quiénes son ellos y porqué elegimos hablar 
de ellos desde nuestro lugar?

Héctor Jaimes Abarca es un hombre de 30 años, antropólogo social de la Unidad Académica de Antropología Social de la Universidad Autónoma de Guerrero en la ciudad Tixtla, colaborador del Centro Regional de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón en la ciudad Chilapa y de la Red de Antropologías Populares del Sur en México.
El miércoles 18 de marzo de 2015 en la ciudad de Chilpancingo se despidió de su novia alrededor de las 5 PM diciéndole que pasaría a la zona de Galerías y que de ahí se trasladaría de regreso a Chilapa. Algunas personas lo vieron llegar a dicha ciudad en la terminal de las combis de la ruta en el Boulevard Eucaria Apreza cerca de las 7:30 PM. En el trayecto de las combis a su casa, no mayor a 500 metros, desapareció.

De 2008 a 2011 participo en la lucha  de los cinco pueblos de Tecoanapa Mecatepec, Barrio Nuevo, El Guayabo, Tepintepec, El Carrizo y San Francisco por el ejercicio del derecho humano al  agua. Una semana antes de desaparecer comentó a sus familiares  que sentía estar  siendo seguido y pensaba que se debía a su trabajo en la  realización de un video sobre la elaboración del pan en Chilapa en la medida en que  en algunas comunidades  hombres  le pidieron categóricamente  no tomar película en esos lugares.

Héctor participaba junto a su amigo  Gilberto Abundís Sánchez  en la realización de dicho video sobre la elaboración del pan en Chilapa. Gilberto tenía 30 años y estudió Artes Visuales en la Facultad Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo. El 18 de Marzo  regresó de Morelia a Chilapa visitar a su familia. Gilberto es desaparecido el lunes 30 de marzo a las afueras de su casa en Chilapa mientras regaba su jardín. El 21 de Mayo su cuerpo mutilado es encontrado en el panteón de Nejapa.

El hermano de Héctor se llama Jorge y  es un joven de 18 años trabajador de la tortillería 3 Hermanos en Chilapa. El sábado 9 de mayo de 2015 fue enviado a entregar un pedido de tortillas al Salón California cerca de  las 6:30 PM hora en la cual fue desaparecido supuestamente por unos hombres en motonetas cerca de la glorieta del Boulevard Eucaria Apreza.

Tres personas que comparten el terrible dolor de ser desaparecidos en la ciudad de  Chilapa de Álvarez, Guerrero. Ellos somos también  nosotros antropólogos, guerrerenses, estudiantes, jóvenes, Otros  y  desde nuestro lugar elegimos hablar de ellos pues defendemos el derecho a la  vida, a la memoria y a la verdad. Olvidarlos y mentir en torno a ellos sería un epistemicidio inaceptable en nuestro horizonte. Desde nuestro sentipensar y nuestro corazonar se vuelve imperioso no asumir sus ausencias y trabajar por su presencia inmediata  con vida.

Chilapa de Álvarez  09-14 de Mayo: la disputa entre
Los Ardillos y Los Rojos por el territorio disfrazada
como un despliegue de derechos colectivos a la
seguridad y justicia propios.

Horas antes de la desaparición de Jorge el día Sábado  09 de Mayo  habían ingresado  a la ciudad de  Chilapa entre  300 y 500 civiles armados con rifles de asalto y escopetas  autoidentificándose como  “policías comunitarios”  cuya presencia tenía que ver con la supuesta  busqueda de Zenén Nava Sánchez ,denominado  “El Chaparro”,  líder de la organización criminal conocida como  “Los Rojos” desde  un ejercicio de “seguridad y justicia comunitarias”. La mayoría de estas personas provenían de las comunidades del Jaguey, Ayahualulco, Tetexoxola, Tlalixtepec, Tlanixtlahuacán, Zacazonapa, Xilocotitlán, Buena Vista del Río, Coctenango, Vista Hermosa, Xiluxichicán y San Pedro enclaves de otra organización criminal conocida como “Los Ardillos” genealógica y esencialmente articulada al miembro del PRD Bernardo Ortega Jiménez presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso de Guerrero.

Fue muy claro que la entrada de estas personas a la cabecera municipal contaba con la licencia del Estado pues no solo su entrada a Chilapa  fue  permitida por la mirada de la  Gendarmería Nacional, la Policía Federal y el Ejército, sino que también se les permitió tomar la comandancia de la Policía Municipal, desarmar a los policías municipales, tomar 19 vehículos de dicha corporación, controlar las calles, instalar retenes, maniatar y retener transportistas, catear negocios, casas y además  retener personas acusadas de ser informantes de “Los Rojos”, sin lugar a dudas todas estas prácticas se daban por omisión o por aquiescencia del Estado.

También quedaba bastante claro que dichos civiles armados no tenían absolutamente nada que ver con los sistemas de seguridad, justicia y reeducación   anidados en diversas experiencias autonómicas novedosas, como la CRAC-PC,  sino que tenían más que ver con una estrategia de ocultarse en los discursos del ejercicio a los derechos colectivos, desdoblarse  en formas aparentes  y confundirse  intencionalmente con otros procesos de diferente índole, es decir, una  estrategia paramilitar  desplegada por  el Estado encubierto en el  grupo delictivo denominado “Los Ardillos” cuyo leitmotiv es el control y refuncionalización tanto del  territorio como del trabajo vivo bajo la lógica de una economía criminal cuyo soporte material fundamental es  amapola y cuya variable de ajuste es la violencia y el terror.

Los falsos comunitarios permanecieron en Chilapa durante 6 días durante los cuales detuvieron a diversas personas por ser sospechosas de participar con Los Rojos. En Chilapa  en el periodo de Julio de 2014 a Mayo de 2015 se han documentado 101 desapariciones, es importante señalar que  del Sábado 9 al Jueves 14 de Mayo durante la irrupción de los falsos comunitarios o sea de ”Los  Ardillos”, se presentan 16 denuncias, pero, se habla de 30 casos extraoficialmente. Los comisarios de las comunidades que participaron en esta acción declararon ante la Fiscalía General del Estado donde afirmaron que las personas retenidas fueron entregadas a la Policía Federal división Gendarmería y a la Policía Estatal.

Los casos de Héctor, Gilberto y Jorge  se hicieron públicos tras dicha irrupción el día 15 de Mayo y trágicamente son el corolario de que el Estado a partir de sus comisiones, omisiones y licencias se convierte en el  principal artífice de la política del terror, de las desapariciones forzadas sistematizadas, de la refuncionalización territorial bajo lógica de economía criminal, de las confusiones y de las incertidumbres. Denunciar su desaparición forzada y exigir su presentación inmediata con vida son dos ejes que apuntan necesariamente a la responsabilidad de Estado aunque este se quiera ocultar tras la cortina de humo de los conflictos entre particulares.

 

El lamentable hallazgo del panteón de Nejapa.

El jueves 21 de mayo son encontrados en el panteón de Nejapa, a 15 minutos de Chilapa,  3 cuerpos desollados y mutilados.

Muy a nuestro pesar debemos decir que el cuerpo del compañero Gilberto Abundís Sánchez, estudiante de Artes Visuales en la UMSNH, se encontraba entre los cuerpos hallados ese día en el panteón de Nejapa. No fue identificado mediante  las pruebas de ADN de la PGR como ha sostenido el Estado, lamentablemente su hermana Lizeth al ver fotos de los cuerpos en un diario del Sábado 23 de Mayo reconoció un tatuaje en la espalda de uno de ellos como propio de su hermano, sin embargo, el gobierno del Estado de Guerrero se negaba a entregar el cuerpo argumentando tener que esperar hasta mes y medio los resultados de las pruebas de ADN y otros trámites. El domingo 24 de mayo Lizeth Abundís reclama  públicamente al gobernador de Guerrero Rogelio  Ortega y al alcalde de Chilapa  Francisco Javier García González la desaparición-ejecución de su hermano  Gilberto.

El día  27 de Mayo Gilberto es homenajeado en la UMSNH y enterrado el 28 de Mayo en Chilapa. Por él ni un minuto de silencio, toda una vida de lucha.

 

¿Qué es una desaparición forzada?

De acuerdo al Preámbulo de la Declaración de Protección de Todas las Personas Contra las Desapariciones Forzadas de 1992 por desaparición forzada se entiende: “Qué se arreste, detenga o traslade contra su voluntad a las personas, o que éstas resulten privadas de su libertad de alguna otra forma por agentes gubernamentales de cualquier sector o nivel, por grupos organizados o por particulares que actúen en nombre del gobierno o con su apoyo directo o indirecto, su autorización o su asentimineto, y que luego se niegan a revelar la suerte o paradero de estas personas o a reconocer que están privadas de la libertad, sustrayéndolos así de la protección de la ley”.

Ya en “Manual ¿Qué hacer en caso de desaparición forzada?” del Comité Cerezo México se   hace resonancia a “Usar el derecho contra las desapariciones forzadas. Guía práctica para familiares de personas desaparecidas y ONG’s” de Aim for Human Rights se propone una clave interpretativa triádica que permite entender bien los componentes fundamentales de una desaparición forzada:

tiene que ver con las múltiples formas posibles que puede adquirir la privación de la libertad,

solo puede ser operada por personas con responsabilidad de Estado (generalmente soldados o policías)  ya sea por comisión, omisión o aquiescencia y

pasa por la negación y ocultamiento de toda información por parte del Estado buscando invisibilizar, invalidar y no esclarecer las desapariciones forzadas, como bien lo decía Héctor Cerezo “se desaparecen a los desaparecidos”.

 

Las desapariciones forzadas son crímenes de lesa humanidad que se complejiza al  exhibir cuatro características clave:

es múltiple pues viola todos los derechos humanos fundamentales,

es continuo pues tiene lugar en todos los momento durante los cuales la víctima está desaparecida,

es imprescriptible en la medida en que el plazo de si prescripción comienza hasta que la víctima es encontrada ya sea con vida o sin ella y

es pluriofensivo pues viola tanto los derechos humanos de la persona desaparecido como de sus familiares, amigos y personas solidarias que los rodean y buscan.

Es importante señalar que en el Artículo 24 de la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas dice:

“...se entenderá por víctima la persona desaparecida y toda persona física que haya sufrido un perjuicio directo como consecuencia de una desaparición forzada”

Desde esa óptica y de acuerdo también con la jurisprudencia internacional aquéllos que han experimentado la angustia,         la incertidumbre, el sufrimiento, el miedo y el estrés por la desaparición forzada son también víctimas de la misma.

Constituye un acto de graves violaciones al derecho a la integridad personal, al derecho a no ser arbitrariamente privado de la libertad, el derecho a ser protegido por la ley, el derecho a ser reconocido como persona jurídica, el derecho a no ser sometido a tortura o tratamiento cruel, inhumano o degradante, el derecho a no ser desaparecido, el derecho a la verdad y el derecho a la vida.

La posición de los que desde arriba y a la derecha  desaparecieron a los nuestros cristaliza en lo dicho en 1979 por el terrible dictador argentino Videla cuando decía: “Ni muerto, ni vivo, está desaparecido” ante esta posición epistemicida desde   aquí abajo y a la izquierda les respondo   haciendo resonancia de  la consigna del Comité Eureka a nuestro compañero  “¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos!”.

Debemos decir que la desaparición forzada no está tipificada en la legislación nacional y se ha vuelto una lucha urgente e imperiosa generar su diseño desde un enfoque de víctimas junto con su  reconocimiento formal dentro de la Constitución y que dicha figura se encuentre armonizada con las legislaciones estatales, es decir, luchar por una Ley General de Desaparición Forzada en cuya arquitectura participen en primer lugar las víctimas de este delito de lesa humanidad y que atienda las recomendaciones que desde 2011 realiza el Grupo de Trabajo sobre Desaparición Forzada de Personas y ahora el Comité Contra la Desaparición Forzada de la Organización de Naciones Unidas.
Dicha ley cristalizaría en lo concreto en unificar el tipo penal de desaparición forzada en todo el país, en un protocolo de búsqueda eficaz e inmediata de las víctimas de desaparición forzada, en  la creación de una institución autónoma e independiente que garantice que las dependencias activen los mecanismos de búsqueda, en  un registro nacional de víctimas de desaparición forzada, así como con un banco de datos con información genética.

Otra lucha fundamental que se tiene que librar es el cumplimiento de la resolución del Poder Judicial de la Federación emitida el 19 de junio de 2014  con respecto al caso de  los compañeros del EPR desaparecidos en 2007 Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya la cual ordena su búsqueda en las principales instalaciones militares y de ser ejecutada sentaría un precedente inédito para muchos otros casos más.

 

Dos cabezas de la  hidra.

La desaparición forzada ha sido ejecutada como política de terror del Estado mexicano y ha sido una práctica continua en el estado de Guerrero desde hace más de 40 años. Desde los casos de Jacob Nájera Hernández y Rosendo Radilla Pacheco en los setentas, Gregorio Alfonso Alvarado López en los noventas, de Eva Alarcón y Marcial Bautista y de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa durante las dos primeras décadas de nuestro milenio son pruebas dolorosas de dicho carácter de continuidad, el cual dada su longitud solo puede ser sostenido, sistematizado y ejecutado por el Estado mexicano, sus instituciones y sus personificaciones. Se ha convertido en un mecanismo operado desde el Estado que busca construir el terror, la incertidumbre, la desmovilización, la parálisis y así poder poner en movimiento prácticas del despojo, la recolonización y la muerte.

Por el otro lado, la amapola, de la cual se raspa la goma de opio fundamento base en la producción de  heroína ha sido un oro rojo que genera la  disputa  en este caso entre Los  Ardillos y Los Rojos tanto por el  territorio como por su  trabajo vivo, o sea, buscan refuncionalizar la naturaleza y la vida humana bajo la lógica de una economía criminal conducida y soportada desde un terrorismo de Estado. El negocio de la heroína que se inyectaran desde Los Ángeles, California hasta Seattle, Washington escurre como lo hacen las amapolas. Guerrero se ha convertido en el primer productor a nivel mundial de amapola incluso ante Afganistán. La lógica de la muerte del capitalismo encuentra en nuestra suriana entidad un territorio estratégico en el  cual puede  anclarse, anidarse y mantenerse en detrimento de nuestras propias vidas. Esas dos cabezas de la hidra se han combinado para aliementarse fieramente  de las presencias de nuestros compañeros. Sabemos que cortarlas sería infructuoso, pero, al menos hemos aprendido a mirarlas, a reconocerlas y esperamos nuestro tiempo y espacio para cortarlas sin que la realidad a su alrededor les permite regenerarse y reproducirse.

 

Acciones realizadas.

El 25 de Mayo el Secretario técnico de la Red Guerrerense de Organismos Civiles de Derechos Humanos e integrante del Centro de Derechos Humanos, José María Morelos y Pavón, Manuel Olivares Hernández, da la primera información  detallada de la situación.

El 26 de Mayo estudiantes de la UAAS bloquean intermintentemente  desde las 8 AM hasta las 2 PM la carretera Chilpancingo-Chilapa a la altura de dicha  Unidad Académica. Exigen la presentación inmediata con vida del compañero Héctor Jaimes. Exigen al rector de la UAGro Javier Saldaña y a las autoridades universitarias fijar  una postura al respecto (cabe mencionar que de abril a mayo de 2015 se han registrado 20 secuestros de maestros y alumnos de la UAG). El 28 de Mayo Saldaña responderá diciendo que Héctor  Jaimes no está registrado en la base de datos de la UAG y pidió al director de la UAAS “datos preciso sobre el compañero” y “explicar cómo están las cosas”.

El 27 de Mayo la Red de Antropologías Populares del Sur  emite un pronunciamiento exigiendo la presentación inmediata con vida de los 3 compañeros.

El 27 de Mayo la comunidad de la  Facultad Popular de Bellas Artes de la UMSNH emite un pronunciamiento por Gilberto y le dedica el Cuarto Simposio Nacional Universitario.

El  4 de Junio se llevó a cabo una jornada de saloneo, volanteo, boteo y difusión del caso en la UAM-I y el día 5 de Junio en la ENAH.

El 6 de Junio se difundió el caso en el Diplomado Derechos de los Pueblos Indígenas en México del INAH.

 

Exigencias.

Presentación inmediata con vida de los hermanos Héctor y Jorge Jaimes Abarca y de todos los detenidos-desaparecidos del país.
Justicia para Gilberto Abundís Sánchez y castigo a los responsables intelectuales y materiales de su ejecución extrajudicial.

No a la paramilitarización del Estado de Guerrero bajo el maquillaje del ejercicio de derechos colectivos.

No al ocultamiento del crimen organizado bajo formas de seguridad y justicia autónomas.

No a la funcionalización de nuestros territorios y nuestras vidas desde una lógica de economía criminal.

Posicionamiento junto con las víctimas desde las diferentes antropologías en y  del mundo.

Reconocimiento de Héctor Jaimes Abarca como miembro de la UAGro y  como nuestro colega antropólogo social.

Memoria, Verdad, Justicia, Reparación integral del daño, garantías de no repetición y medidas de satisfacción para todas las víctimas.

 

Enlaces:

“Irrumpen en Chilapa 300 civiles armados y desarman a la policía”

http://suracapulco.mx/archivos/272455

“Dos hermanos, un antropólogo y un empleado, en la lista de desaparecidos de Chilapa” (Manuel Olivares)

http://suracapulco.mx/archivos/276499

 

“Pronunciamiento por la presentación con vida de Gilberto Abundís, Héctor y Jorge Jaimes Abarca” (RAPS)

http://raps.sigami.net/pronunciamiento-por-la-presentacion-con-vida-de-gilberto-abundis-hector-y-jorge-jaimes-abarca/

 

“Analiza la PGR el ADN de los cuerpos hallados en Nejapa, Chilapa, informan”

http://suracapulco.mx/archivos/276548

 

“Denunciamos el asesinato de Gilberto Abundís Sánchez” (FPBA-UMSNH)

http://www.elarteresiste.net/2015/05/27/denunciamos-el-asesino-de-gilberto-abundiz-sanchez/

 

“Bloquean estudiantes de Antropología de la UAG en Tixtla la carretera Chilpancingo-Chilapa en apoyo a Ayotzinapa” (UAAS-UAGro)

http://suracapulco.mx/archivos/276903

 

“De abril a mayo 20 maestros y alumnos de la UAG han sido secuestrados, informa el rector”

http://suracapulco.mx/archivos/277345

 

“Manual ¿Qué hacer en caso de desaparición forzada? segunda edición 2013”

http://comitecerezo.org/spip.php?article1565&lang=es

RAPS, 1 de Junio de 2015.

Número 37, Mayo-Junio de 2015

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EN ESTE NÚMERO

Editorial: Tiempo de Canallas
Redacción En el Volcán - 10118 lecturas.

La Virgen de Los Remedios. Guardiana del territorio Cholulteca
Cecilia Vázquez Ahumada - 14265 lecturas.

Ayotzinapa: crimen de lesa humanidad
Rosa María Garza Marcué - 11925 lecturas.

Un nuevo amanecer en el Medio Oriente: Movimiento por la Libertad del Kurdistán
Havin Guneser - 10306 lecturas.

Identidad político-cultural y parricidio latinoamericano durante el periodo de entreguerras
Ricardo Melgar Bao - 10541 lecturas.

¿Culpa de Quién?
Julio Pisanty - 10642 lecturas.

PRONUNCIAMIENTO DE LA RED DE ANTROPOLOGÍAS POPULARES DEL SUR (RAPS)
Red de Antropologías Populares del Sur - 9988 lecturas.

A LA MEMORIA DE JUAN IGNACIO SUÁREZ HUAPE (1960-2015)
Redaccion En el Volcán Insurgente - 9869 lecturas.

A LA MEMORIA DE JUAN IGNACIO SUÁREZ HUAPE (1960-2015)

El Comité Editorial de nuestra revista, lamenta profundamente la muerte de un destacado activista social, hombre congruente y de firmes principios, siempre comprometido con sus ideales en contra de las injusticias y las desigualdades.

“Nacho Huape”, como comúnmente lo llamábamos fue fundador del PRD en Morelos y su segundo Presidente, así como integrante de la Cuadragésima Séptima Legislatura en el Estado de Morelos donde fue, además Presidente de la Comisión de Derechos Humanos y asesor parlamentario.


http://www.zonacentronoticias.com/2015/05/fallece-en-lamentable-accidente-el-activista-ignacio-suarez-huape-y-su-esposa/

Siempre acompañante de diversas luchas sociales, agrarias y comunales, lo llevaron a ser miembro fundador del Movimiento de Comunidades Eclesiales de Base, así como del Movimiento por  la Paz con Justicia y Dignidad. También participó en la fundación del Movimiento Morelense contra las Concesiones Mineras.

Denunciante de los vínculos de corrupción e impunidad entre la delincuencia organizada y la clase gobernante, fue un opositor destacado contra el Gobierno de Carrillo Olea y promotor de la idea de someterlo a juicio político.

Su labor como activista no se circunscribía al Estado de Morelos, su activismo era notorio a nivel nacional, lo mismo en Oaxaca que en su natal Michoacán, para citar algunos ejemplos.

Últimamente y con intención de que el candidato del PRD a la Alcaldía de Cuernavaca retomase el rumbo para la consolidación de ese Partido, se postuló como Precandidato con la idea de discutir el futuro de su Partido.

En la ceremonia de despedida, en Jojutla, Mor., los asistentes corearon “Nacho vive, la lucha sigue y sigue” como una forma de homenaje a “Nacho Huape”.

La muerte de “Nacho” representa una gran pérdida para los movimientos sociales y para la lucha por los derechos humanos; esperamos que su ejemplo sirva de impulso para continuar con su labor y continuar luchando por un mundo más justo para todos.

Nuestras sentidas condolencias a los compañeros de lucha, amigos y familiares de Juan Ignacio Suárez Huape, así como a los familiares de la Sra. Inés Montaño.