042 - Marzo - Abril 2016

Editorial 42

Nuestra editorial deriva, en este número de En el Volcán, de la temática de los trabajos que lo componen. Inicia con un texto del historiador Felipe Echenique sobre la historia del nombre de la ciudad de México, originalmente denominada Temixtitan, en particular en el periodo que va de 1522 a 1548. Temixtitan-México pasaría a ser la ciudad de México y muchos años después “Distrito Federal” en un proceso que refleja el juego de factores de muy diversa índole, subyacentes siempre en la nominación de lugares, personas, realidades. Así, añadiremos que la ciudad de Temixtitan, luego de transitar por esas vías peculiares, sufre un bautizo más hoy, en que se le asperjea con el agua bendita y los rezos a la Santísima Madre de la Oportunidad Política, para aparecer como la flamante “CDMX”.

Ciertamente, ni a Moctezuma ni a Cortés, en sus delirios más disparatados, se les hubiera ocurrido que Temixtitan pasaría un día a convertirse en CDMX.  Un lenguaje peculiar, el de las siglas. Casi pródromo de la robótica en ascenso. Pero con todo y su muy moderna CDMX, el rancio culto a la ficción persiste ominoso e impertérrito en la capital de la República y en todos sus alrededores, cercanos y lejanos. Esa ficción nacional sistemática, se hace manifiesta, por ejemplo, en las maniobras delincuenciales para parirle una constitución a esa novedosa CDMX, al imponerle un formato a modo para “elegir” una asamblea constituyente que prescinde de una verdadera consulta a la población y protege así los intereses particulares de los parasitarios partidos políticos.

Al trabajo de nuestro colega Echenique sigue un artículo de Sara Lúa González Forster, quien describe una significativa red de proyectos educativos que han estado operando durante más de treinta años en los municipios de Ixtacamaxtitlán y Zautla, en la Sierra Norte de Puebla. Ante la emergencia de diversos megaproyectos extractivistas inconsultos y depredadores como los que se pretenden imponer en dichos municipios y en otros muchos del país, con la venia cómplice del Estado, la vertiente educativa juega un papel determinante. ¿En quién, si no es en la formación y en el ejemplo a las nuevas generaciones, podemos cifrar la esperanza?  Es en ese marco que se ubica la descripción y análisis aportados por la autora. Sin atender el rubro educativo, la defensa de los territorios puede resultar vana; sin embargo, esa defensa constituye en sí un proceso educativo esencial.

Por su parte, Ricardo Melgar se ocupa de una interesante contienda epistolar habida  en 1927 entre Jaime Torres Bodet y José Carlos Mariátegui, significativa en el contexto de las relaciones entre intelectuales y grupos intelectuales de América Latina, y donde ha estado subyacente la discusión sobre su papel y su responsabilidad ante los grandes problemas de nuestras sociedades.

A su vez, Daniel Omar de Lucía ubica la visita de Barack Obama a la Argentina, repasando sus alcances y los diversos elementos de su contexto histórico y actual, en un momento en el que el país se encuentra abrumado por una ola de medidas gubernamentales regresivas, emblemáticas de una política ajena al bienestar de la población.

Antonio Rengifo rememora la visita de Camilo Torres a la Universidad de San Marcos en Lima Perú, en julio de 1965. Torres fallecería en un encuentro con el ejército colombiano en febrero del año siguiente, es decir, hace medio siglo. Al texto de Rengifo le sigue un llamado del mismo Camilo Torres, “Mensaje a los cristianos”, con elementos que no sólo marcan esa época, sino la actual.

Finalmente, se han incorporado a este número varios documentos pertinentes de referencia, que nos recuerdan la complicada dinámica por la que estamos atravesando en tantos frentes: una declaración de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) denunciando el asesinato de la activista indígena hondureña Berta Cáceres, un comunicado de prensa de la Misión Internacional “Justicia para Berta Cáceres” llevada a cabo en Honduras en relación con dicho asesinato y otro texto de condena generado por una sólida red de organizaciones sociales en Oaxaca, resaltando que el asesinato de Berta Cáceres no es sólo un agravio a los pueblos indígenas de Honduras, sino también un atentado contra los movimientos sociales de resistencia al neoliberalismo en Mesoamérica entera; le sigue un llamado desde el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales sobre la actual situación en Brasil contextualizando la campaña para separar de la jefatura de gobierno de ese país a su actual mandataria.

No podemos terminar sin aludir en breve al tema de Ayotzinapa: en estos días, la cargada de la simulación de nuevos informes apunta a desgastar a lo largo del sexenio a quienes exigen un NO a la impunidad, incluyendo la parte que le toca al ejército. 

 

A propósito del nombre de la ciudad de México (primera parte)

[1]

Preguntaron los nuestros por gestos y señas cuál era el nombre de la provincia entera. “Yucatán”
respondieron aquellos, palabra que en su lengua vale tanto como “no os entiendo”;
mas como los españoles creyeron que tal era el nombre de la región,
resultó que en virtud de este impensado suceso se le dio
y dará eternamente a aquellas partes el nombre de Yucatán.[1]

Esta sentencia fue escrita entre 1521 y 1525 por Pedro Mártir de Anglería, en la parte media del libro primero de la “Cuarta década”, en su obra Décadas del Nuevo Mundo. Lo sancionado por quien es considerado el primer cronista de la Conquista, se convirtió en regla casi absoluta al momento de establecer nuevos topónimos en los territorios con los que se iban encontrando los recién llegados. Un ejemplo más, entre muchísimos otros, es la permanencia en la designación de “Indias Occidentales” para todo lo que después fue llamado por otros “América”, lo que da cuenta de una actitud terca, aun y cuando la realidad, como se aprecia en el caso de Yucatán, obligara a abandonar aquellas primeras denominaciones.

El lector actual no puede esperar una literalidad absoluta, pues hubo cambios en la manera de grafiar los nombres de las ciudades, pueblos, provincias, personas, etcétera; pero aun con ello quedaron algunos aires de las designaciones adoptadas por los conquistadores: Zempoala (Cempoal), Tlaxcala (Tascala o Tascaltecal), Cholula (Churultecal), Huejotzingo (Guasucingo o Guasuçingo), Huaquechula (Buacachula), Texcoco (Tescucu), Churubsco (Huchilohuchico), Ixtapalapa (Yztapalapa), Izúcar (Yzcucan), Texcoco (Tesuacan), Culhuacán (Caluaalcan), Acolman (Acuruman), Otumba (Otumpa), y otras que permanecieron iguales como Chalco, Tacuba, etcétera. Al respecto, faltan estudios filológicos sobre las designaciones y escritura de nombres en aquellos primeros años de conquista y dominación española, y las maneras y modos en que terminaron siendo conocidos por las generaciones subsecuentes.

Lo anterior lo traigo a cuenta porque, de acuerdo con la información de que dispongo, sólo hay un caso relevante en que no se cumplió lo registrado por Anglería. Me refiero al nombre de la ciudad de Temixtitan o Temistitan, después Tenuxtitlan o Tenoxtitlan, que se terminó escribiendo y nombrando Tenochtitlan, para luego ser llamada y consagrada como ciudad de México.

Es probable que un buen número de lectores se sorprenda con dicha afirmación y otros, con mueca socarrona, señalen que en todo caso era Mexico-Tenochtitlan, pues así está escrito en muchos libros de historia, desde los primeros tiempos. Ante tal posición, que respeto, señalo la necesidad de explorar otras posibilidades para validar o invalidar las percepciones que tenemos del pasado. Pero vayamos con calma, pues intentaré explicar mi punto.


Foto de Eduardo Miranda / Proceso

 

Temixtitan, ¿la ciudad de Cortés?

El español más importante en la Conquista fue, sin duda, Fernando Cortés, a quien, por alguna extraña razón no suficientemente explicada, todos conocemos como Hernán Cortés. Él fue quien, en sus llamadas Cartas de Relación, dio a conocer en Europa los nombres y circunstancias de lo que estaba en proceso de dominación en lo que bautizó como la Nueva España. Para no detenerme mucho en detalles, sólo señalo que consignó y dio a conocer al llamado mundo occidental, por medio de la publicación de la Segunda, Tercera y Cuarta Carta de Relación, en 1522, 1523 y 1524, respectivamente, que la principal ciudad de todas las que estaba poniendo bajo el dominio castellano era la llamada Temixtitan.

Cortés no varió la manera de escribir ese sustantivo hasta 1536, es decir, durante más de una década. Inclusive así se escribió en los primeros documentos que Carlos V le envió al capitán de la Conquista, y aun el cabildo de la ciudad asumió esa manera de escribir dicho nombre, como iremos viendo a través de este trabajo.

El cambio de escritura y sus diversas variantes en tal sustantivo todavía está por estudiarse, aunque considero que mucho tuvieron que ver, en un primer momento, los editores de allende el océano, con su continuación hasta los siglos XIX y XX en ambos continentes, lo que se percibe en documentos de muy variada índole, Así, quienes marcaron la pauta en la manera de grafiar el nombre de modo distinto a como lo hizo Cortés fueron los editores de las penínsulas ibérica e itálica.   

La ciudad de Temixtitan, según refirió el extremeño, estaba rodeada de otras tantas ciudades, ya fuese dentro de las mismas lagunas o en sus riberas externas y, todas las cuales, formaban lo que para él “débese decir de la manera de Mexico, que es donde esta ciudad [Temixtitan] y algunas de las otras que he hecho relación están fundadas, y donde está el principal señorío de este Mutezuma. La cual dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano de ella tendrá en torno hasta sesenta leguas, y en el dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno más de cincuenta leguas”.[2]

Nótese que en el escrito de Cortés está claramente indicado el nombre de la ciudad de Temixtitan, y que propone que la provincia geográfica y humana que la circunda debe llamarse Mexico, sin acento, y así permaneció escribiéndose hasta el siglo XVIII. Dicha propuesta de designación no anula el nombre de la ciudad, que queda incluida, pero no subsumida y mucho menos equiparable.

La enunciación secuencial de esos dos sustantivos, Temixtitan y Mexico, no hace un compuesto, sino un binomio, con dos nombres diferenciados con significados propios. No obstante que el propio Pedro Mártir de Anglería, en el libro segundo de la “Octava década”, mencionó, sin aportar más datos, que podían ser equiparables cuando escribió “en la lagunosa y gran ciudad de Tenustitan, por otro nombre Mexico, capital de muchos reinos”,[3] esa equivalencia no quedó plasmada en otros documentos. El porqué de la propuesta de Cortés puede esperar a ser tratado en otro momento, ya que lo primero que había que mostrar es que lo expresado por él fue efectivamente una propuesta: llamar a la provincia que circundaba a la ciudad de Temixtitan como Mexico, y que en tal sentido tuvo seguidores y detractores.


Fuente: www.laotraopinion.com.mx

 

Las datas o el eslabón perdido

Al no contar con documentos específicos, la historiografía tradicional no se ha ocupado de este asunto, por lo que me di a la tarea de buscar fuentes históricas que permitieran dilucidar la cuestión en los distintos niveles en que se despliega. En la búsqueda de esos materiales, caí en la cuenta de que si ahí no había mucho de dónde escoger, sí había harto donde expurgar de entre las datas de los documentos menudos que se produjeron en los primeros treinta años de conquista y dominación española.

Esos pequeños datos, las datas, que indican día, mes, año y lugar donde se elabora o a donde se envía cualquier documento, son una verdadera mina de conocimientos. Es incuestionable que son importantes, pues ubican a los actores en tiempo y lugar. Esa posición es indispensable, pues sin ella no habría un registro histórico de lo que produjeron, por una parte, conquistadores, estantes, mineros, comerciantes, funcionarios reales, locales o religiosos a través de cartas, actas y escrituras de todo género, y por otra, lo que consignaron Carlos V, su madre Juana, el Consejo de Indias e incluso particulares en las reales cédulas, provisiones, mandamientos o cartas que se dirigieron a quienes residían en lo que reconocieron debería llamarse Nueva España.

En un trabajo que recién concluí y espero pronto se publique, inserté un apéndice con las datas de más de mil documentos de las primeras tres décadas de vida colonial, y que en buena parte son el soporte de este breve escrito, en el que, evidentemente, no es posible mostrar ni una milésima parte de lo trabajado.

Las datas sólo se emplean para localizar y ubicar la individualidad de cada uno de los documentos. Sin embargo, esa operación natural y neutra no es la que se deja ver en lo que tiene que ver con el nombre de la ciudad de Temixtitan, la cual, de una u otra manera, se oculta o se borra, para sólo dejar constancia de su existencia en los libros de historia.

Los casos son muchos, imposible reseñar mis hallazgos, baste poner como ejemplo emblemático. Cualquier edición moderna o referencia al escudo de la ciudad que, inmediatamente se le designa como de México sin ningún otro añadido, no corresponde con los sustantivos que consignaron la cédula que envió Carlos V, fechada el 4 julio 1523 en Valladolid, a la “gran ciudad de Temistitan-Mexico”, para otorgarle su escudo.    

Aún más, en el primer libro autógrafo del cabildo de la ciudad, en la parte final, donde se insertaron distintas cartas, cédulas y provisiones, se localiza la copia más antigua de tan emblemático documento, y en cuya parte superior del mismo se lee “escudo de  armas que se dio a esta gran ciudad de Temistitan.”

Esa manera de “editar” el pasado es recurrente y la encontramos, entre otros tantos casos, en la edición misma de las actas del cabildo de la ciudad, así como en los trabajos que las han analizado. En los títulos de unos u otros, el nombre que da cuenta de la ciudad es México, pese a que en el libro primero, en su primera página, se encuentra el siguiente enunciado “1°, es en el año de 1524 lunes 6 de marzo de 1524”, luego está una corrección que hizo Antonio Espinoza de los Monteros sobre que la fecha era el 8 y no el 6, refrendada con su firma, para luego establecer: “En la gran ciudad de Temixtitan…”, lo cual indica que así se le llamaba a la ciudad y no de otra manera.

Ese primer señalamiento ya anuncia que no es tan fácil tratar las datas de los documentos, pues muchas de ellas están ocultas en alguna parte de los mismos, pero no en lo títulos que los identifica; esto es, no es fácil reconocer las datas, sobre todo de ubicación geográfica, pues  a editores, estudiosos e incluso archivistas y bibliotecarios les ha parecido, supongo que pensando en la comodidad de todos, que era mejor actualizar la referencia geográfica.

Esto implicó, aun muy poco después de esos primeros treinta años de vida colonial,  sobreponer en caratulas, interiores de documentos, estantes, ramos, fondos e inclusive en títulos de documentos que se editan, o de las historias que se cuentan, la designación con que finalmente se le nombró a la ciudad de México, dejando en el olvido, aunque quizás para la historia, la de ciudad de Temixtitan, así, en solitario, que tuvo vigencia por más de quince años para los que vivían en la Nueva España, y aun por un poco más tiempo para la Corona de Castilla y Aragón.

Después de sortear dificultades y superar lo que he llamado síndrome de actualización archivística y editorial, en la documentación que he cotejado y analizado para conocer cómo fue llamada por los españoles, en ambos lados del Atlántico, nuestra actual ciudad de México durante los primeros años de la Conquista, he podido distinguir grupos, diferencias, similitudes, ritmos y momentos de quiebre que, en un principio, sugieren que la Corona de Castilla y Aragón siguió la propuesta de Fernando Cortés, al utilizar entre 1522 y 1548 el binomio Temixtitan-Mexico para referirse a la ciudad y provincia que la circunda.

Esa referencia unida no choca con el reconocimiento de la sustantividad de la propia ciudad de Temixtitan, tal como vemos que se usó cuando a Cortés se le reconoció y nombró en Valladolid, el 15 de octubre de 1522, “gobernador e capitán general de toda la tierra e provincias de la dicha Nueva España e de la dicha cibdad de Temistitan, e que hayáis tengáis la nuestra justicia civil e criminal.”[4]

Lo anterior implica el reconocimiento de la singularidad de la ciudad enmarcada en una provincia geo-humana compleja, que el capitán de la Conquista describió como separada en su Segunda y Tercera Carta de Relación, pero de una u otra manera formando parte de ella, no tanto en lo físico, sino en el terreno de los vínculos sociales y políticos que mantenían todas aquellas ciudades asentabas en la dicha provincia.  


Fuente: www.elle.mx

 

Tres momentos reconocibles

Carlos V, su madre y los de su Corte utilizaron la denominación Temixtitan-Mexico en muchísima documentación enviada a la Nueva España, por lo menos durante los primeros 26 años de Conquista. En ese lapso, podemos advertir en ciertos años detalles en la enunciación de la designación de la ciudad que no se emplearon en otros, lo cual permite establecer por lo menos tres momentos distintos.

De 1522 a 1527 no hay novedad en la enunciación; se utiliza el binomio en la manera referida, salvo algunas variantes escriturales en el primer componente, tal vez debidas –no lo he podido aclarar del todo– a usos de editores y tipógrafos.

Esa estabilidad comienza a trastocarse cuando, a finales de 1527, se enuncia por primera vez el nombre de la ciudad como de Mexico, en solitario. A partir del 29 de noviembre de ese año se comienza a deslizar, muy ocasionalmente, ese sustantivo como única referencia, aunque no se abandonó del todo Temixtitan-Mexico, que siguió estampándose, con la singularidad ya advertida de su complejidad, en reales cédulas, provisiones, mandamientos, etcétera, pero acompañado en renglones subsecuentes con el de ciudad de Mexico.

Esa enunciación del binomio, con subsecuentes y esporádicas menciones a la ciudad de México dentro de los mismos documentos, llega con cierto ritmo acompasado hasta 1534. A partir de ese año inicia el tercer momento, en que se nota un cambio no sólo en el ritmo, sino inclusive en la frecuencia con que se usa la designación ciudad de México en solitario, que conforme pasa el tiempo se va convirtiendo en más usual en detrimento del binomio, que aun y con su disminución no deja de estamparse por lo menos hasta 1548.

Ese extraño ciclo de acompañamiento y seguimiento: binomio, enunciación en solitario del sustantivo Mexico, llegó a su fin el 24 de julio 1548, cuando se le expidió el título de muy noble, insigne y muy leal ciudad de Mexico. La solicitud de semejante título la había llevado, como bien se advierte al principio del documento, el procurador Alonso de Villanueva, en Nombre de la Ciudad de Tenoxtitlan-Mexico de la Nueva España.

A partir de ese documento la Corona ya no volverá a usar Temixtitan-Mexico salvo en contadas ocasiones, como cuando quería dar cuenta de que alguna vez así se le designó a la ciudad y su provincia.


Fuente: www.alef.mx

 

Tensiones entre ambos lados del Atlántico

Lo anotado hasta ahora me hizo pensar en una posible tensión, no manifiesta expresamente, entre diferentes instancias firmantes al momento de designar, ya bajo el nombre de la provincia, a la ciudad. Esa indecisión se exacerba a partir de 1534, cuando las referencias en solitario de ciudad de Mexico aumentan exponencialmente. Entonces, ¿qué faltaba para que procediera el cambio de manera definitiva y se pusiera fin a las ambigüedades?

Si la masa documental que he trabajado deja ver en un primer momento que los años de 1527, 1534 y 1548 marcan sutiles diferencias en la manera de designar a la ciudad, al observar con detenimiento se percibe que esas variaciones tienen que ver también con hechos y acciones que cambiaron la correlación de fuerzas entre la Corona y los conquistadores —incluyendo, desde luego, a Cortés—, estantes, mineros y comerciantes de la ciudad de Temixtitan.  

Recordemos que justamente a finales de 1527 se nombró a la primera Audiencia y se designó a fray Juan de Zumárraga como obispo electo de México. Imposible tratar aquí todas las implicaciones que esto tuvo para los habitantes de la Nueva España, aunque algunas en particular se relacionan más directamente con nuestro tema. Para corregir errores hay que advertir que la propia Audiencia se designó como Real Audiencia de la Nueva España, por lo que la denominación de México vendría mucho después, cuando se estableció otra Audiencia, la de la Nueva Galicia.

Por otra parte, la designación de “obispado de México” no refiere específicamente que se asentaba en la ciudad de dicho nombre, pues en ese tiempo así no se le designaba, según se colige de la información reunida, y por lo tanto más tendría que ver con la utilización del término en su contexto provincial —tal y cual lo hicieron los franciscanos al establecer su provincias del Santo evangelio de México en 1526—,  para distinguirlo del primer obispado erigido en la Nueva España: el Carolino o Carlonense, cuyo pastor era fray Julián Garcés y que comprendía, en esa aún mal conocida geografía, desde Yucatán hasta Tlaxcala. Mientras que el de México se extendería hacia el noroccidente de la provincia de México (incluyéndola, claro está) y cuya ciudad central era Temixtitan.

En la correspondencia de Zumárraga, si bien en la primera larga carta que le escribió al rey en 1529 en distintas partes refiere lo sucedido en la ciudad de Mexico, termina datando en la gran ciudad de Tenuxtitan Mexico. Él mismo firma una carta donde se ubica en la ciudad Tenuxtitlán, fechada el 6 de marzo de 1530, pero existe otra que firmó el notario público apostólico relativo a la excomunión de los oidores Matienzo y Delgadillo, fechada el 10 de febrero de 1531 en esta gran ciudad de Temixtitan.

No se piense que Zumárraga comenzó a usar la designación de la ciudad de Mexico, pues ya antes en una provisión real que involucraba el accionar conjunto de autoridades civiles y eclesiásticas para tratar asuntos concernientes a Cortés, dada en Madrid el 5 de abril de 1528, el rey en más de una ocasión refirió la designación de la ciudad de Mexico, aunque en reales cédulas postreras o mandamientos volvió a usar el binomio Tenuxtitlan Mexico.

Ya señalé que esa manera de proceder en la designación de la ciudad en la documentación proveniente de la península va construyendo la sensación de que existe una acción dubitativa, o una tensión que no termina de resolverse hasta por lo menos 1534, cuando se nota que de nueva cuenta dos hechos la exacerban, al hacerse más presente la designación en solitario de ciudad de Mexico.

El primero tiene que ver con la asignación que Carlos V, el 19 de junio de 1534, dio a la ciudad de cinco leguas territoriales y de jurisdicción civil y criminal. En dicha cédula es la primera vez que noté que la Corona refiere a la ciudad de Mexico para que acate una orden. Es un matiz, pero no debió ser menor para la ciudad, o mejor dicho para los miembros del cabildo, que se sabían representantes de todos los habitantes y en tal sentido se asumían como ciudad. En consecuencia y como acto curioso en lo que hoy podríamos llamar alcance a la orden dada por el rey para delimitar la jurisdicción de la ciudad, dataron el acta correspondiente en Mexico, Tenuxtitan, Mexico.  Nótese el trasvase del término de la provincia a un primer plano, pero no se dejó de usar el binomio que empleaba la Corona.

El otro hecho relevante tuvo lugar en Roma, el 9 de septiembre de 1534, con la expedición por Clemente VII de la bula para erigir la catedral de México:

[…] a dichos Reinos esté el insigne lugar de México, y a el rededor haya un dilatado, distinto, y capacísimo territorio, que tendrá más de 20,000 vecinos o habitantes, de los cuales haya muchos fieles, así nuevamente convertidos, como otros extranjeros, que van a habitar y residir allí de distintas partes del mundo; y en dicho lugar de México haya entre otras iglesias, monasterios, y lugar píos erigidos con la devoción de los Reyes y de dicho Capitán; y que existe una Parroquial bajo de la invocación de la Bienaventurada Virgen María, de muy buena fábrica y edificio, a la que acuden todos los fieles, como a su parroquial, para oír las misas y demás divinos oficios y recibir los santos sacramentos; y deseando en grande manera el mismo Emperador Carlos, que aquella Iglesia Parroquial se erija en Catedral y el lugar de México en Ciudad: Nos habiendo tomado en este particular el discreto consejo de nuestros venerables hermanos los Cardenales de la Santa Iglesia Romana,… erigimos e instituirnos el lugar de México, y su Parroquial Iglesia, en Catedral, con la misma advocación de Santa María, para que haya un Obispo Mexicano, y pase a México […].[2]

 

“y el lugar [provincia] de México en Ciudad”. Al leer y releer esta frase me di cuenta que posiblemente el llamamiento de Clemente VII,  consultado con los cardenales, era la clave para elucidar qué es lo que durante años se había esperado para llamar así, sin ningún tipo de duda, a la principal ciudad del virreinato de la Nueva España y no como había sido denominada en un principio.

El libro del cabildo de la ciudad de Temixtitan comenzó sus registros el 6 (sic) de marzo de 1524 y hasta el 25 de septiembre de 1528 no se usó en ninguna acta el nombre de ciudad de Mexico. Sólo en esa acta se consigna dicha designación, como una extrañeza, que va dejando de serlo conforme se van acercando 1534 y ya después de 1536 será una casualidad volver a encontrar la designación primigenia con que se abrió la data de los libros de actas del cabildo.

Por otra parte, no deja de llamar la atención que en las páginas y libros autógrafos de las actas del cabildo que he podido revisar, hasta por lo menos 1536, sólo en el primer volumen y en la primera acta tiene la indicación del nombre de la ciudad de Temixtitan. En las actas que siguen y aun cuando se inicia otro año, se echa de menos la ubicación del cabildo, esto es, la consignación del nombre de la ciudad donde estaba actuando. Lo que quiere decir, incuestionablemente, que se estaba de acuerdo en que la denominación de la ciudad era Temixtitan, con sus variantes escriturales, hasta por lo menos 1536.

Además de lo señalado, cabe advertir, para que no queden dudas, que en algunas actas, no muchas, de 1524 a 1528 se consigna que se está en la ciudad de Temixtitan, sobre todo cuando se refiere el recibimiento de los nuevos vecinos, la presentación de funcionarios ante el cabildo o cuando éstos tienen que tratar algún asunto frente a otros funcionarios. Sólo después de 1529 se ira notando que en ciertas actas, tampoco muchas, se comienza a introducir, como si fuera algo casual —y, por cierto, extraño al lenguaje usado en las actas del cabildo— la designación de ciudad de Mexico.

Al buscar rasgos de diferencias o similitudes dentro de las actas del cabildo encontraríamos la inserción del binomio Temixtitan Mexico, pero ello ocurre porque se estaban refiriendo a documentos que venían de la Corte.

Independientemente de lo anterior, es claro que sólo después de 1529, sin ninguna explicación de por medio, se comienza a introducir en algunas actas el nombre de  ciudad de Mexico, sin que ello implique que en actas posteriores sea una continuidad, sino en todo caso una discontinuidad, pues en otra tantas se estampaba el referente de ciudad de Tenoxtitlan, que es la nueva forma de grafiar el nombre de la ciudad y que al parecer es la manera en que lo hizo la Corona de Castilla después de 1525. No sabemos por qué de esa mudanza, pero el hecho es que contrasta con la manera como Cortés siguió escribiendo el nombre de la ciudad.       

Así que a partir de 1529 lo que venía siendo una constante en el cabildo de sólo referir la ciudad de Temixtitan, salvo tres ocasiones donde se menciona ciudad de Mexico, como de manera accidental, comienza a cambiar su proporcionalidad y accidentalidad; esto es, pese a lo escaso de las menciones, se inicia una tendencia inversa: a generalizar la designación ciudad de Mexico y a convertirse en más extraña Tenoxtitlan.  

Aunque al recorrer las páginas de los libros de las actas del cabildo queda sin explicación el porqué de tan pocas menciones del nombre de la ciudad desde donde se estaba actuando, sí dejan ver que los integrantes del cabildo estaban muy atentos a la manera en que en la península se designaba a la misma, pues pareciera que hay algún tipo de acompañamiento, inclusive en la manera de grafiar, que llegó al extremo ya referido de datar Mexico, Tenochtitlan, Mexico.

En los libros índices y extractos de protocolos de la ciudad, que según la edición de Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón inician en 1524, se nota la referencia de ubicación de los estantes, vecinos, comerciantes, artesanos, funcionarios, religiosos, etcétera, que es la ciudad de Tenustitan o Tenuxtitan, sin ningún otro complemento hasta 1536. Después de ese año se consignará en los documentos la designación de Tenuxtitan Mexico, para que finalmente después de 1548 ya nada más se mencione ciudad de Mexico.

El seguimiento de las actas de cabildo y de los protocolos y su confrontación con los documentos llegados de Castilla muestra un aparente acompañamiento del cabildo y los escribanos hacia lo que establece el Consejo de Indias a través de cartas, provisiones y cédulas, que no tienen nada que ver con cómo se debería de llamar la ciudad, sino de manera indirecta y por la referencia que hace a ella, en el modo qué debe decirse y escribirse.

 

Conclusión

Si como he señalado, a  partir de 1534 y hasta 1548 la documentación salida de la corte castellano-aragonesa hacia la Nueva España irá deslizando cada vez con mayor frecuencia la enunciación ciudad de Mexico en detrimento del binomio Temixtitan Mexico, sólo se convirtió en algo definitivo hasta siete meses después de haber fallecido Fernando Cortés, el 2 de diciembre de 1547. No he encontrado otro hecho significativo que pudiera relacionarse con la toma de decisión última para darle el nombre de la provincia de Mexico a la ciudad.

Es cierto que tal designación no le fue del todo extraña al propio Cortés, que la deslizó, tres veces, en su Tercera y Cuarta Carta de Relación, pero que finalmente dejó al rey la decisión de qué hacer con ella, lo que se constata en el material referido.

Resulta, si no del todo paradójico, por lo menos curioso que el ciclo de Fernando Cortés en lo que él llamó la Nueva España inició cuando puso a disposición de Carlos I de Castilla y Aragón y V de Alemania, como las joyas de la Corona, la principal ciudad Temixtitan y su complejo entramado geográfico y humano que para ser apreciable, él propuso que debería de llamarse Mexico, y termine con su muerte, trastocando el orden de la historia que él había impuesto, pero sin desaparecer del todo, pues el nombre de la ciudad él mismo lo había propuesto tras mano, después de designar primero a la provincia para luego ver la posibilidad de que así se llamara a la ciudad, lo que sucedió sólo después de que el capitán general dejara de existir. Después de seis meses de su deceso y doce años de que dejó de mencionar la ciudad de Temixtitan, la ciudad de Mexico cobró carta de naturalización en el mundo entero.

Las historias cuentan otras historias: la que hasta aquí he bosquejado se desprende de revisar solamente los materiales históricos que hasta ahora nadie ha tomado en cuenta para saber cómo es que llamaron los primeros conquistadores, estantes, religiosos, funcionarios civiles y religiosos la ciudad en que vivieron de 1522 y hasta por lo menos 1548.

 

[1] Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, estudio y apéndices por Edmundo O´Gorman, traducción del latín de Agustín Millares Carlo, México, José Porrúa e Hijos, 1964, vol. I, p. 398.

[2] Hernán Cortes, Cartas de relación, nota preliminar de Manuel Alcalá, México, Porrúa, 1960, p. 62/1.

[3] Pedro Mártir de Angleria, op. cit, vol. II, p. 665.

[4] José Luis Martínez, Documentos cortesianos, México, FCE, 1990, Martínez. Doc. 25 

 

[1] Profesor investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, quien aprovecha estos renglones para agradecer muy entrañablemente el trabajo de corrección de estilo de Carlos Martínez Gordillo, quien auxilió con muy buena mano e inteligencia para que el texto tenga una mayor fluidez.  

[2] Alberto María Carreño, Fray Domingo de Betanzos, fundador de la Nueva España, de la venerable orden dominicana, 2ª. ed., México, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1980, pág. 266. 

Mariátegui y Torres Bodet: Hitos de un desencuentro intelectual

Los derroteros de la antropología e historia intelectual son varios, son más accidentados que complejos, algunas veces convergentes y fecundos. La experiencia acumulada viene solventando encuentros y debates fecundos. Nuestra trayectoria en este horizonte sigue decantándose, persiste en su búsqueda. Es necesario precisar los hitos que involucran a los intelectuales y sus medios de expresión colectivos (revistas, boletines y páginas culturales de diarios), así como sus contiendas y movimientos en esos corredores intelectuales que compartían y que borraban las fronteras nacionales.

Las identidades de los colectivos intelectuales tendieron a irse configurando a través de sus revistas, abriendo juego a su heterogeneidad ideológica, intelectual y artística. El nosotros,  como forma de enunciación, posicionamiento y confrontación, dejó huellas sustantivas en las páginas de las publicaciones culturales, en los epistolarios, en las memorias y en las fotografías. A partir de 1919, podríamos en nuestro continente de la emergencia de un campo de interacción intelectual mediado principalmente por las revistas culturales, en el sentido que le atribuía Pierre Bourdieu, con relativa autonomía frente a sus públicos, pero que al mismo tiempo definía un sistema transnacional «de líneas de fuerza». [1]Los intelectuales y sus revistas se involucraron en la trama de contradicciones y el proceso de polarización que les tocó vivir coyunturalmente, en el seno de ese espacio social de interacción. La crítica se convirtió en el principal vehículo intelectual de confrontación. Las corrientes vanguardistas no aceptaban los viejos cánones intelectuales, apostando a modelar otros capitales culturales, nuevas jerarquías y nuevas legitimidades. 

 

Contradicciones intelectuales en desarrollo

La intelectualidad vanguardista se movía en por lo menos cuatro direcciones: la confrontación con la generación precedente a la cual no la querían como modelo ni como espejo; la presentación pública de sus obras afirmando su voluntad de crear, innovar, ensayar y buscar; las relaciones de afinidad y confrontación entre figuras y revistas, la lucha ambivalente entre la autonomía y la conformación de un polo hegemónico asentado en alguna ciudad capital.

A finales de 1926, Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges, publicaron una obra oportuna y polémica acerca de los nuevos poetas del continente. La selección lastimó el ego de los que fueron ignorados. La muestra mexicana incluyó a Juan José Tablada, Germán List Arzubide y Manuel Maples Arce –estridentistas– y a dos integrantes del grupo que llamaremos Ulises-Contemporáneos, dada la línea de continuidad existente entre estas revistas dirigidas respectivamente por: Salvador Novo y Carlos Pellicer, y el guatemalteco Luis Cardosa y Aragón. El prólogo contenía juicios equívocos:   

«Nada podrá para evitarlo la política de lloriqueo y adulación que México desarrolla en el sur para que lo defendamos contra el norte. ¡Basta ya de farsas! No es posible enmendarle la plana a la naturaleza. Nuestro continente, en cumplimiento de quién  sabe qué secreto designio, está formado del modo, que toda una parte debe ser sajona; toda la otra latina [léase América del Sur]» (Hidalgo, et. al., 1926: 6).

Un ríspido episodio epistolar entre Mariátegui y Jaime Torres Bodet se libró con motivo de la publicación en Amauta del prólogo de Hidalgo.[2] El mexicano replicó como inaceptables para su país las frases de Hidalgo y como censurable la actitud permisiva de Amauta.[3] En carta abierta, Mariátegui defendió a Amauta y  su programa revolucionario y minimizó el exceso poético de Hidalgo y demandó a Torres Bodet una rectificación. En su réplica, el mexicano reafirmó sus asertos sobre Hidalgo y Amauta. En realidad, el debate expuso tres asuntos: las licencias literarias vanguardistas condensadas en el prólogo de Hidalgo; la política editorial de las revistas culturales; y la cuestión mexicana. La controversia de Mariátegui con Torres Bodet coincidió con la fase de expresión y definición ideológica de Amauta, la cual culminó en septiembre de 1928, al declararse socialista.

La política cultural de los intelectuales estaba a debate. Torres Bodet, al igual que la mayoría de los de su grupo en México se declaraba apolítico, en oposición a la intelectualidad estridentista y socialistas de su país, que defendía sus compromisos revolucionarios, si bien eso no les impedía recibir los generosos apoyos financieros de la élite gubernamental callista.[4] Por lo anterior, no podía simpatizar con la orientación de Amauta, ya que auspiciaba ese tipo de vanguardismo que le era ajeno.   

Al enterarse de la respuesta de Torres Bodet, Mariátegui le comunicó –por vía epistolar– su molestia al intelectual hondureño Rafael Heliodoro Valle,[5] director de Revista de Revistas, solicitándole la publicación de una carta abierta dirigida al intelectual mexicano, en la que, de nuevo, demandaba una rectificación. En su respuesta, Valle prometió la próxima publicación de su carta replicante.[6]

La reacción de Torres Bodet fue excesiva y equívoca. Hizo extensiva su crítica a la intelectualidad sudamericana, homologando los prejuicios antimexicanos de Leopoldo Lugones a los ataques de José Santos Chocano contra José Vasconcelos, así como a los de Alberto Hidalgo convirtiéndolos en expresiones del « Iberoamericanismo utilitario », «que es el único de que disponen para nosotros los escritores del Sur y va más allá del límite que se marcó a sí misma la doctrina Monroe».[7] El iberoamericanismo genuino –asumido retóricamente por Torres Bodet en nombre de los mexicanos– era: «Representar a estos pueblos tan orgullosamente seguros y, sin embargo, tan débiles, es nuestra misión espiritual y también nuestro compromiso geográfico indeclinable».[8]

Torres Bodet exageró el desencuentro entre los intelectuales mexicanos y los sudamericanos. En las páginas de las revistas culturales y políticas de ambas latitudes, en así como en los correspondientes epistolarios, sobresalen las señas de hermandad y reciprocidad. Amauta no fue la excepción. La largamente documentada solidaridad de la intelectualidad sudamericana de vanguardia con México entre 1911 y 1927,[9] no puede ser enlodada por las frases hirientes de Lugones, Chocano e Hidalgo, como señaló Mariátegui en su carta replicante. Su defensa frente a los ataques de Torres Bodet optó por centrarse exclusivamente en Amauta:

Diga lo que piense de Amauta, bueno o malo –no le guardaremos por esto ningún rencor– pero no coloque en nuestro programa político, abierta y seriamente revolucionario, las arbitrarias y personales frases del bizarro poeta de Simplismo.[10]

 

Desenlace: entre la represión del oponente y la ventaja

 La contienda epistolar se reprodujo en las páginas de Repertorio Americano, a casi dos meses de la censura de que fue objeto Amauta y de la detención policial de su director junto a varios intelectuales y dirigentes sindicales obreros bajo el cargo de participar en un imaginario «complot comunista». La carta de Mariátegui fue publicada en la edición del 6 de agosto de 1927 y la respuesta de Torres Bodet un mes más tarde, en la que solicitaba a su director «por una razón de estricta equidad, la hará usted aparecer en el mismo sitio de Repertorio en que halló acomodo a la que dio origen».[11]

El escritor mexicano –como lo hizo constar en su carta– era conocedor de que Mariátegui, bajo las condiciones políticas ya anotadas, no estaba en condiciones de responderle ni una línea más, por lo que pretendió con ventaja dar por cerrado lo que llamó irónicamente un «incidente». Se sentía ganador y se mostró condescendiente frente a su adversario silente por fuerza mayor. Aprovechó la circunstancia para aludir él y a los intelectuales peruanos que llegaron en condición de exiliados a suelo mexicano: «Ante la nobleza y el sacrificio de estos espíritus sinceros ¡cómo palidecen las diferencias que tiñe la oportunidad! Y no queda, en el corazón y en la inteligencia, sino el despertar de un alto afecto humano».[12] Lo que no menciona es que este grupo al que pertenecía Torres Bodet, le cerró las páginas a los intelectuales peruanos que vivían su exilio en la ciudad de México. Olvida igualmente, los ataques dirigidos contra los poetas peruanos Magda Portal y Serafín del Mar, por defender un arte y una literatura comprometida y revolucionaria.

Torres Bodet frente a Mariátegui, reclamó con ego alzado, ser un adalid del  correcto iberoamericanismo alternativo, frente al extraviado hispanoamericanismo «utilitario», en el que incluía a la revista Amauta. Al respecto, afirmó: «…no quisiera que nadie me ganara el lugar de voluntario vehemente que ocupo».[13] La caja china develó otros compromisos de Torres Bodet y por ende otro antagonismo intelectual en desarrollo. Su celebrado iberoamericanismo, se enlazaba con el debate que propició la Gaceta Literaria de Madrid al proclamar a la capital española: meridiano de la cultura hispanoamericana. Al frente, le salió la revista Martín Fierro. Por su lado,  Mariátegui y la revista Amauta se solidarizaron con la revista argentina. No podía la intelectualidad acomodaticia e hispanista convertir a Madrid, bajo la dictadura de Primo de Rivera en meridiano cultural. Bajo dicha dictadura, varios intelectuales fueron expulsados de las universidades o remitidos a la cárcel o el exilio como le sucedió a don Miguel de Unamuno. La réplica española no tardó en llegar desde varios flancos y autores, reivindicando en primer la lengua castellana, y descalificando la escritura criollo americana. Desde otro ángulo, los intelectuales congregados en torno a la Gaceta Literaria trataron de minimizar la cuestión semántica del término meridiano, al mismo tiempo que negaban la existencia de una cultura sudamericana. No faltó el despliegue de estigmas racistas: « ¡Cómo se va a entender Madrid con quienes aspiran a forjarse una cultura a base de candongueos y frases de mulato!» (E. Giménez Caballero, director de la revista);  «… si no se deciden por un súbito y genial esperanto, claro es que habrán de acudir al Rastro, es decir, forjarse una lengua con materiales de derribo. Todos los diccionarios del mundo les cederán gentilmente un buen lote de género podrido» (Benjamín Jarnés). [14]

El peruano, director de la revista Amauta, pensando en términos continentales, sostuvo que existían dos polos culturales en el continente afincados uno en la ciudad de Buenos Aires y  otro, en la Ciudad de México. Afirmó también que si había que elegir por uno, optaba por la segunda. Fue congruente con dicha apuesta, tenía que ver con la elección de vida intelectual. La represión y censura de que fue objeto Mariátegui lo orilló a partir de junio de 1927, a solicitarle ayuda a Samuel Glusberg, director de la revista argentina Babel, para radicarse en Buenos Aires, deseo que nunca pudo materializarse. Por su lado, Torres Bodet, al igual que el ala no nacionalista de la intelectualidad vanguardista mexicana congregados en torno a la revista Ulises dirigida por Salvador Novo, abonaba en otra dirección a favor de un México cosmopolita capaz de disputar la hegemonía en dicho campo cultural en formación, cuestionando a Martín Fierro, por no tener la mínima enunciación de un nosotros hispanoamericano, es decir, por quedar anclada en su horizonte nacional. La convergencia ideológica entre los colaboradores de Ulises y los de la Gaceta Literaria era visible en ese tiempo. Fue así que los intelectuales mexicanos de Ulises tomaron partido a favor de la revista española, y por ende, contra la revista Martín Fierro y de carambola, contra Amauta.  Sus integrantes preparaban ingenuamente su presentación en Madrid, como si se tratase de la puerta de ingreso al escenario cultural europeo, [15] sin preocuparles la dictadura reinante en España. Esta misma orientación filohispanista se mantuvo a través de las páginas de la revista Los Contemporáneos a partir de 1928.[16] Sin embargo, este grupo intelectual mexicano poco podía ofrecerles a sus pares latinoamericanos. No tardó en cambiar de rumbo, preludiando el ciclo conservador al que se enlazó al ritmo de la crisis de 1929 y el giro autoritario del Callismo.  

 

Notas

[1] Bourdieu, Pierre, Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires: Quadrata Editorial, 2003, pp. 11 y ss.

[2] Hidalgo, Alberto, et. al. «Índice de la nueva poesía hispano-americana». Amauta, núm. 4 (sección Libros y revistas). Lima, diciembre de 1926.

[3] De Mariátegui, José Carlos a Jaime Torres Bodet. Lima, 27 de abril de 1927; De Torres Bodet, Jaime a José Carlos Mariátegui. México, D. F., 21 de mayo de 1927. Ambas reproducidas en: Correspondencia, 1915-1930, vol. 1. Lima: Empresa Editora Amauta, 1984. (Compilación y presentación de Antonio Melis), pp. 270-271; 284-285.

[4] Jaime Torres Bodet (1902-1974) y Enrique González Rojo (1899-1939), colaboraban con Bernardo J. Gastélum, Secretario de Salubridad, mientras que Salvador Novo (1904-1974) trabajaba con José Manuel Puig Causaranc, titular del ramo de Educación. Véase: Blázquez Espinoza, José Carlos. Entrevista a Miguel Capistrán incluida como anexo I de Jorge Cuesta. Inteligencia en llamas. (Una aproximación desde la Historia Cultural). Tesis de licenciatura en Historia, BUAP, mayo de 2002, p. 152.

[5] Rafael Heliodoro Valle a Mariátegui, México, D.F., 24 de mayo de 1927, reproducida en: Correspondencia tomo I, p. 286.

[6] Ibíd.

[7] Torres Bodet, Jaime, «Iberoamericanismo utilitario», Revista de Revistas (México), núm. 880, 1927.

[8] Ibíd.

[9] Yankelevich, Pablo. Miradas australes: propaganda, cabildeo y proyección de la Revolución Mexicana en el Río de la Plata, 1910-1930. México: INEHRM, 1997.

[10] Mariátegui, José Carlos, «Entendámonos», Repertorio Americano (San José C.R.), Tomo XV, núm. 5. San José, Costa Rica, 6 de agosto de 1927, p. 79.

[11] Torres Bodet a Joaquín García Monge, México, 2 de septiembre de 1927, Repertorio Americano, septiembre de 1927.

[12] Ibíd.

[13] Ibídem.

[14] «Un debate apasionado. Campeonato para un meridiano intelectual», La Gaceta Literaria (Madrid), 1º de septiembre de 1927 Año I, número 17, pp. 3 y 6.

[15] Navarro García, Jesús Raúl,  Literatura y pensamiento en América Latina,  Sevilla: CSIC, 1999, p. 150.

[16] Reverte Bernal, Concepción, «Los contemporáneos: vanguardia poética mexicana»,  Rilce, Universidad de Navarra, II, 1986, p. 262.

Una educación para la vida: la construcción del Buen Vivir en una red de proyectos educativos en la Sierra Norte de Puebla

[i]

Introducción

La educación y la escuela han sido analizados por diversos autores dando lugar a interesantes debates teóricos; algunos/as plantean que existe una estrecha relación entre la escuela y la reproducción del sistema de dominación de clases (Althusser, 1978), pero también existe otro enfoque que postula que en la escuela se generan “procesos adaptativos de resistencia y negociación, que hacen de la escuela un escenario históricamente construido de confrontación social” (González Apodaca, 2008: 49-50). 

Las aportaciones del segundo enfoque abren la ventana para analizar la labor de unas organizaciones educativas que, durante más de 30 años, han trabajado en distintas localidades de los municipios de Ixtacamaxtitlán y Zautla, Sierra Norte de Puebla, México (ver Figura 1).

 
Figura 1: Estado de Puebla. Municipios de Ixtacamaxtitlán y Zautla. Fuente: Saldívar Moreno, 2012 y elaboración propia.

Estas organizaciones actúan en distintos ámbitos: educación,  defensa del territorio y en producción a través de cooperativas. En el ámbito educativo abarcan trece Telesecundarias Vinculadas a la Comunidad en distintas localidades, un Bachillerato-internado en Tepexoxuca, una Licenciatura en Planeación para el Desarrollo Rural impartida por el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (CESDER) en Zautla, y una Maestría en Pedagogía del Sujeto impartida por la Universidad Campesina Indígena en Red (UCI-Red) en las instalaciones del bachillerato de Tepexoxuca (ver Figura 2).


Figura 2: Proyectos educativos. Autoría propia.

No forman entre ellas una red formal, pero sí comparten una formación pedagógica similar además de un posicionamiento político común. Además, a lo largo de su recorrido han formado a sus propios maestros, que una vez terminada la Licenciatura del CESDER se fueron incorporando como profesores en las telesecundarias, manteniendo así la “ideología” de la red. Uno de los elementos del discurso que difunden es la búsqueda de una educación que fomente el “buen vivir”, partiendo de las necesidades de los alumnos/as. Para ello realizan talleres productivos, a la vez que otorgan mucha importancia a la vida en comunidad; el que los alumnos/as participen en la toma de decisiones (a través de las plenarias), que formen equipos de forma libre y que haya un comité estudiantil, mixto en género y en grado escolar. Todo ello fomenta que los estudiantes puedan adquirir una  capacidad crítica, que sean capaces de expresar sus opiniones y organizarse, y en el futuro puedan proponer alternativas en sus lugares de origen.

 

Debates en torno al Buen Vivir

Salvador Martí i Puig destaca cómo “desde finales del siglo XX hasta hoy se ha hecho evidente la emergencia en América Latina de procesos de autodeterminación y liderazgo indígena como fenómeno político” (Martí i Puig y otros, 2013: 21). Este fenómeno ha adquirido distintos matices y expresiones en cada país pero muchos de estos procesos han coincidido en una crítica al concepto de desarrollo, rompiendo la idea de que existe un progreso lineal con culturas desarrolladas y otras no desarrolladas. Se cuestiona que se mida la calidad de vida a través de sólo los bienes materiales, ya que “la metáfora del desarrollo, tomada de la vida natural, fue desvinculada totalmente de la realidad al conectarse con el crecimiento económico, que se transformó casi en su sinónimo” (Acosta, 2014: 11).

            Esta crítica al desarrollo propició alternativas, como el ecodesarrollo, el etnodesarrollo, el desarrollo sostenible, etc., pero sin que se llegase realmente a discutir el concepto en sí (Acosta, 2014: 15). Como algunos autores posdesarrollistas están afirmando, el problema reside en la misma noción de desarrollo, “en tanto propuesta global y unificadora, desconoce de manera implacable los sueños y luchas de los otros pueblos” (Acosta, 2014: 15). Además, el posdesarrollismo no sólo cuestiona que el paradigma del desarrollo no tenga en cuenta las diversas formas de percibir lo que es una buena vida, sino que el concepto en sí promueve un estilo de vida consumista de un sistema capitalista que consigue que “inclusive en los países considerados como desarrollados, el crecimiento económico logrado se sigue concentrando aceleradamente en pocas manos y tampoco se traduce en una mejoría del bienestar de la gente” (Acosta, 2014: 16).

            La red de proyectos educativos que se investiga formó parte en sus inicios de las corrientes de pensamiento que buscaban conseguir un desarrollo a través de procesos educativos y sociales. Con el tiempo fueron cuestionando este paradigma y se unieron al pensamiento posdesarrollista; fruto de ello son varios textos escritos por uno de los maestros (Berlanga 2009, 2012), y la introducción de estas visiones críticas a sus formaciones, sobre todo en el nivel de la licenciatura y la maestría. En la actualidad reconocen que son más afines al Buen Vivir, concepto que utilizan frecuentemente para expresar hacia donde encaminan sus proyectos, o cuáles son sus objetivos, aunque advierten del peligro que existe en que se utilice ese concepto como un sinónimo del desarrollo, sin que en el fondo haya un cambio real de dicha visión.

“Todo esto de romper con la idea del desarrollo, empezamos a principios del 2003,  y al principio todo el mundo nos veía como si fuéramos locos.  Sin embargo, ya con diez años de por medio, muchos empiezan a cuestionárselo. Ahora ya sí, ahora ya todo el mundo deja de hablar del desarrollo. Está tendiendo a quedar en desuso, hasta los informes de la CEPAL,[ii] del Banco Mundial ya ni hablan del desarrollo, se les olvidó. Pero cuidado, lo que nosotros también vemos es que otros conceptos o ideas o visiones como el Buen Vivir, de repente algunos lo están adoptando como la palabra que sustituye al desarrollo, y eso no puede ser lo mismo. No es un cambio de palabra, es un cambio de paradigma, un cambio de visión, de cosmovisión del mundo, del orden” (Entrevista a Víctor Hernández. Maestro UCI-red. 19 junio 2015. Tepexoxuca).

Existen ya propuestas gubernamentales en Ecuador para crear unos parámetros que puedan medir el Buen Vivir con el objetivo de asentar las bases para crear políticas públicas. “El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos con el apoyo de la Secretaría del Buen Vivir, se encuentra trabajando en la definición de variables que permitan medir el Buen Vivir en el país y obtener una métrica aplicable en el país para el 2016” (Secretaría del Buen Vivir. Gobierno Nacional de la República del Ecuador, 2015). Ésta se estableció a partir de unas jornadas donde participaron expertos, internacionales y nacionales, donde analizaron cuáles deberían ser los parámetros para realizar esta medición. La propuesta es un primer paso para constituir estándares de Buen Vivir, lo cual es cuestionable ya que, a través de estas mediciones, se pretende que se equipare el Buen Vivir al antiguo concepto de desarrollo. Es posible que se contabilicen otros aspectos además del bienestar material, pero es llamativo cómo esta propuesta del Estado de Ecuador, vuelve a repetir el patrón de instaurar estándares cuantitativos de lo que significa una buena vida, para luego poder aplicarlo a nivel nacional o incluso internacional.

El paradigma del Buen Vivir “ha sido reconocido en las nuevas Constituciones políticas de Ecuador (2008) y de Bolivia (2009), en una apuesta por transformar dichos Estados en interculturales” (Martí i Puig y otros, 2013:10). Aunque éste sea un cambio importante a nivel simbólico, queda pendiente ver cómo se lleva a la práctica dicho cambio. También los miembros de la UCI-red cuestionan que el Buen Vivir pueda ser concebido como un paradigma universal y homogéneo.

“El buen vivir es una construcción que le compete a los pueblos, a los grupos, a las sociedades decidir exactamente lo que quieren construir, y ¿de qué manera?, pues siempre privilegiando la vida, la existencia, buscando la armonía. Pero no puede ser un modelo, no puede ser el Buen Vivir algo que se trasporta desde los aymaras a todos lados. Tiene que verse en cada lugar. Lo importante es la construcción, pensar en un mundo, que como dicen los zapatistas, donde quepan todos los mundos. La pluralidad, la diversidad, diferentes maneras de ver el mundo. La crisis civilizatoria tiene detrás de sí un modelo, que se ha impuesto como hegemónico, y esa hegemonía va pasando por encima de todo” (Entrevista a Víctor Hernández. Maestro UCI-red. 19 junio 2015. Tepexoxuca).

            Por lo tanto, aunque el Buen Vivir tenga algunas características que pueden llegar a definirlo, como por ejemplo “la ruptura con el dualismo sociedad-naturaleza, la austeridad frente a la opulencia o el despilfarro y la defensa de las identidades culturales” (Unceta, 2013: 102),  es fundamental  y piedra angular de esta visión el partir de una “autonomía de los procesos de cada territorio” (Unceta, 2013:102). Es decir, que cada grupo social, pueblo o comunidad genere su propia idea de Buen Vivir a partir de su propia cosmovisión y determine la forma de organizarse y relacionarse con su ambiente y con el grupo.

            Los debates en torno al Buen Vivir se han tornado cada vez más significativos ante la creciente apertura, en las últimas décadas “de los territorios indígenas al mercado nacional e internacional y, sobre todo, la voluntad de apoderarse de los recursos naturales presentes en sus territorios” (Martí i Puig y otros, 2013: 12).

            A raíz de esta apertura estatal hacia los megaproyectos extractivos se han creado diversas formas de participación para que las poblaciones de esos territorios puedan incidir en la toma de decisiones. “Estos mecanismos se han basado en el derecho a la participación, el derecho de consulta y el consentimiento previo, libre e informado” (Martí i Puig y otros, 2013:14).[iii] Pero, aunque estos derechos estén establecidos como prioritarios ante cualquier inicio de actividad extractiva, la implementación real ha sido en numerosos casos muy conflictiva. En ocasiones, la consulta se realiza, pero “sobre unos temas que muchas veces están previamente definidos en su planteamiento y en donde los indígenas tienen poca o nula capacidad de incidencia” (Martí i Puig y otros, 2013:14). Y en otros casos, dichas consultas se realizan en comunidades empobrecidas, donde la posibilidad de conseguir  capital, poder o trabajo puede crear disputas entre las personas de la comunidad. Incluso en los casos que existe una posición unánime y contraria a dichas actividades extractivas, la propia vulnerabilidad de la población puede “crear presiones a los miembros de dichas comunidades de una intensidad inusitada, pudiendo rozar la coacción o la compra de voluntades” (Martí i Puig y otros, 2013: 15).

            El Buen Vivir no es un concepto neutral, adquiere muchos matices y formas en cada contexto. El dilema surge al reducir el discurso de las comunidades o pueblos, y creer que éstas son entidades homogéneas donde todos/as coinciden en su concepción del Buen Vivir. Sin duda que no lo son, y dentro de las mismas surgen en numerosos casos disputas y conflictos. Pero ante esta situación, donde muchos gobiernos de América Latina están basando sus economías en la explotación y exportación de materias primas (Martí i Puig y otros, 2013:13), el Buen Vivir ofrece una base epistemológica para que los pueblos y comunidades se defiendan en esta disputa por los recursos (agua, biodiversidad, minerales, metales, gas o petróleo).

            La red de proyectos educativos objeto de este estudio  se posiciona en contra de la entrada de empresas extractivas en la Sierra Norte de Puebla (que sobre todo buscan invertir en la extracción de minerales preciosos y agua) y forman parte del Consejo Tiyat Tlali en Defensa de la Vida y Nuestro Territorio (ver Figura 3). Para estos proyectos educativos de la red, tanto el proyecto cultural de la vida buena (que es la forma que nombran el Buen Vivir), como la crítica al modelo de desarrollo impuesto desde occidente, forman parte importante de su sustento ideológico y político.


Figura 3: “La minería nos perjudica”. Fuente: Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (CESDER).

“Para los educadores del CESDER, hablar de «vida buena» es hacer referencia al «buen vivir», el cual se sustenta en lo que ellos llaman «la matriz cultural campesina». La última tiene que ver con la dignidad de los pueblos, con su identidad y con la autonomía de las personas, para la toma de sus propias decisiones. Desde estos tres referentes, el «buen vivir» implica formas de relacionarse con las personas y con el medio ambiente que son distintas a las dominantes, la acción organizada de los sujetos en torno a proyectos colectivos y, fundamentalmente, la discusión desde las comunidades de qué es la «vida buena» como aspiración social” (Maldonado Hernández, 2011).

 

Una educación para la vida

“Y se trata de hacer política, haciendo-nos sujetos en el proceso, sujetos de la digna rabia, de la resistencia, capaces de gritar ¡ya basta! y de conformar con los sueños proyectos de vida buena, razones de lucha y de afirmación de posibilidades de otros modos mundo” (Berlanga, 2012).

Una de las características fundamentales de la propuesta educativa de estos proyectos educativos es educar para la vida, para dar pie a construir “proyectos de vida buena”. Para ello, un primer paso, a nivel de las telesecundarias y del bachillerato, es enseñar diversos oficios a través de los talleres productivos. Estos talleres han ido variando, partiendo desde los intereses de los propios alumnos/as, pero siempre buscando fomentar una educación comprometida con el entorno, tanto medioambiental como social. La mayoría de los maestros/as creen que es importante esta formación porque no todos los alumnos/as podrán acudir a la universidad después del bachillerato; los talleres les dan las herramientas necesarias para comenzar a trabajar en un oficio, e incluso a largo plazo, crear su propia micro-empresa. En segundo lugar, a nivel de la Licenciatura en Planeación para el Desarrollo Rural, el CESDER recibe alumnos/as de diversos Estados de la República, interesados por el plan de estudios que ahí se imparte, ya que  une tanto fundamentos de la agroecología como formación en el ámbito social. La Licenciatura es presencial sólo una semana al mes, por lo que los alumnos/as deben trabajar, el resto de tiempo, en algún colectivo poniendo en práctica lo aprendido durante las clases teóricas. Lo cual supone que gran parte de su alumnado al terminar la Licenciatura ya tiene experiencia y consigue encontrar empleo  en el ámbito social- en asociaciones u ONGs-, o en proyectos productivos u cooperativas (e incluso en ocasiones crean ellos mismos/as nuevas entidades o empresas).

Es importante destacar que estas escuelas buscan que en el proceso educativo el alumnado sea capaz de organizarse y resolver conflictos entre ellos/as. Otorgan importancia a la vida en comunidad, el que los alumnos/as participen en la toma de decisiones, que formen equipos de forma libre, que haya coordinadores en cada equipo (mixto en género y en grado escolar) y que haya plenarias donde se puedan discutir lo ocurrido durante la semana. Para los maestros/as, las experiencias y conocimientos que adquieren al tener que trabajar en un equipo, ayudará a los alumnos/as a ser más creativos, emprendedores/as y capaces de resolver problemas en la vida diaria:

Ofrecemos al alumno espacios donde él se haga escuchar, donde él pueda participar, donde él se haga notar. No solamente yo maestro, vengo te doy una clase y tú atiendes y haces lo que se te indica. También hay un espacio en algún momento donde él puede cuestionar, donde él puede sugerir, puede proponer, incluso puede dirigir alguna situación. Siento  que ahí empiezan a surgir los primeros líderes (Entrevista a un maestro. 23 de Octubre 2014. Tepexoxuca).

            También forma una parte importante del proyecto educativo el concienciar a sus estudiantes de las problemáticas de México y de la región, tanto de las dificultades económicas como medioambientales de la Sierra Norte de Puebla. En concreto, frente a la entrada de empresas mineras en la zona, los maestros/as del bachillerato de Tepexoxuca decidieron crear un debate abierto en torno a ellas e incluso visitaron la zona donde la empresa Almaden Minerals como parte del proyecto “Tuligtic” ha comenzado ya a hacer prospecciones(a tan sólo 40 kilómetros del bachillerato de Tepexoxuca).

Es importante destacar que las reacciones frente a los proyectos extractivos, varían de una comunidad a otra, e incluso dentro de las mismas localidades hay divergencia de opiniones. La implantación de estos megaproyectos afecta a gran parte de la Sierra Norte de Puebla, debido al gran número de concesiones otorgadas (según estudios de investigación realizados por el Consejo Tiyat Tlali, actualmente hay 103 concesiones mineras, con un total de 333,729 hectáreas concesionadas, un 60% de ellas a la empresa canadiense Almaden Minerals).

En el municipio de Ixtacamaxtitlán, en la localidad de Santa María Sotoltepec, después de muchas luchas por parte de los colectivos en contra de la apertura de la minera “Tuligtic”, se presentó una demanda de amparo que fue aceptada, consiguiendo una suspensión temporal  del trabajo que la empresa Almaden Minerals estaba realizando. Dicha empresa se dedica a la exploración por lo que su propósito es ofrecer estudios geológicos a diversas compañías mineras interesadas en extraer el material, principalmente oro. En la cercana localidad de Tepexoxuca, donde se realizó el trabajo de campo de esta investigación, existe gran diversidad de opiniones con respecto a la minera. En algunos casos se cree que ofrecerá oportunidades laborales en un zona donde existe muy poca oferta laboral y mucha migración; mientras que otras personas se posicionan totalmente contrarias a la concesión minera afirmando que producirá graves problemas de salud, además de utilizar grandes cantidades de agua, un recurso escaso en el municipio de Ixtacamaxtitlán. Los colectivos organizados en contra de esta minera señalan que el proyecto “Tuligtic” será una minera a cielo abierto, un tipo de minería que “utiliza, libera  y genera grandes cantidades de tóxicos al ambiente, además de que provoca impactos irreversibles a las comunidades, el agua y la naturaleza” (Durán y Rodríguez, 2014). Además, advierten del peligro de que la entrada de esta empresa rompa el tejido social y cause conflicto entre la población.

En conjunto la red de proyectos educativos que se presenta aquí y especialmente el CESDER, se posicionan claramente en contra de la entrada de mineras, proyectos hidroeléctricos, proyectos de ciudades rurales[iv] y de la agricultura con semillas transgénicas. Incluso una parte del personal del CESDER forma parte del Consejo Tiyat Tlali y realizan en distintas escuelas charlas informativas sobre esta problemática en la Sierra Norte de Puebla. Es importante tener en cuenta el contexto actual de México para comprender la situación a la que se enfrentan estas escuelas y por ende también su alumnado y familiares. Por un lado, a nivel regional está la preocupación de las repercusiones sociales y ambientales de la entrada de estos proyectos de muerte, y en el ámbito nacional, es impactante la represión por parte del Estado hacia personas y colectivos que han protestado frente a otros proyectos extractivos en toda la República. En la licenciatura del CESDER y en la Maestría de la UCI-Red es frecuente que se debata sobre ello, habiéndose organizado varias conferencias y seminarios en dónde se promueve el diálogo sobre derechos humanos, defensa del territorio y el buen vivir. Al ser una red de organizaciones con una larga trayectoria, su rechazo a estos proyectos extractivos y su inclusión en el Consejo Tiyat Tlali, tiene repercusiones, influyendo en la opinión pública.

Además, en el bachillerato de Tepexoxuca los maestros/as invitaron a un colectivo de artistas que organizaron una actividad con los jóvenes estudiantes en torno al tema de las empresas extractivas en México. Durante el taller, lo estudiantes reflexionaron acerca de los elementos que creían que alteraría la empresa minera si se estableciera en sus localidades y lo mostraban a través de dibujos (ver Figuras 4 y 5). Debatieron en grupos sobre las diferentes opiniones que sus familiares y las comunidades tenían al respecto, a la vez que exponían sus propios pensamientos. Al final crearon en conjunto una pequeña representación teatral que manifestaba su oposición como grupo estudiantil a la entrada de empresas mineras en sus localidades, terminando con una canción donde destacaban un “No pasarán” en referencia a dichos proyectos de muerte.


Figuras 4 y 5: Taller en el Bachillerato General de Tepexoxuca. Autoría propia.

A modo de conclusión

Ante los conflictos que suponen estas concesiones a empresas extractivas, el Consejo Tiyat Tlali y los colectivos que acompañan a la población en contra de los proyectos de muerte, han ido poniendo en práctica  diversas estrategias. Entre ellas destacan las Asambleas Informativas, donde se reúne la comunidad afectada y luego se comparte experiencias con otros colectivos que desarrollan propuestas de resistencia similares. También difunden materiales con información sobre las concesiones mineras e hidroeléctricas, además de apoyarse en otras organizaciones “con el fin de tejer alianzas estratégicas, articular y fortalecer las luchas en distintos lugares, crear redes con diversos medios de comunicación (…) y conocer y exigir a los Gobiernos Locales su palabra y postura frente a los proyectos mineros, hidroeléctricos y de ciudades rurales”.[v]

Pero otra forma de acercarse a estas problemáticas es a través de la educación. Es necesario reflexionar cómo lo educativo puede llegar a ser una oportunidad para la mejora del entorno, un espacio donde se discuta sobre los distintos problemas sociales, de género, medioambientales, de violencia, etc. Dando pie al debate, a la reflexión entre el alumnado, para que en la escuela se eduque a jóvenes con capacidad crítica, que asuman un posicionamiento político. Para los maestros/as de la red, es un acto revolucionario el  formar a sus alumnos para que sean responsables con su entorno social y ambiental: “Creo que es un papel también fundamental porque va formando líderes, que mañana van a ser en su comunidad mejores mujeres, mejores hombres, que ya no van a agachar la cabeza, que ya no van a actuar por el “borreguismo”, ya van a actuar más por sus ideales, van a decir lo que sienten” (Entrevista a un maestro. 21 octubre 2014. Tepexoxuca).

 

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[i] Licenciada en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid. Maestra en Antropología

Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).

[ii]CEPAL: Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

[iii]Estos derechos están establecidos en el Convenio 169 y 32 de la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas (Martí i Puig y otros, 2013: 14).

[iv] Los proyectos de ciudades rurales, enmarcados en las políticas estatales de combate a la pobreza, “son pequeñas ciudades edificadas ex profeso en el área rural, que ofrecen a las comunidades indígenas y campesinas una serie de servicios –entre ellos luz, agua, drenaje, educación, salud, comunicaciones y empleo– con el objetivo de «concentrar» a los hombres y a las mujeres del campo” (Rivera Borrego, 2012). El primer proyecto de ciudades rurales se inició en Chiapas, donde varias organizaciones protestaron al encontrar que con ello se pretendía realizar un reordenamiento territorial; “las familias campesinas e indígenas fueron reubicados a núcleos poblaciones compactos, que a su vez se construyen en torno de un conjunto de centros de prestación de servicios” (Hernández García, 2012).  El productor, al estar lejos de sus parcelas (huertos, cafetales o milpas), ya no puede trabajar su parcela, y por lo tanto “se ve obligado a buscar otras opciones como sembrar en viveros familiares o prestar algún tipo de servicio” (Hernández García, 2012).  Para varias de las organizaciones que acudieron al foro “Proyectos de muerte en Puebla”, realizado en la Benemérita Universidad de Puebla (BUAP), las ciudades rurales “allanan el camino a proyectos como los mineros, pues al remover a la población de sus tierras, las empresas inversionistas se enfrentan a una menor oposición por parte de la sociedad para el desarrollo de proyectos de minería a cielo abierto” (Hernández García, 2012). 

[v]Blog Consejo Tiyat Tlali en http://consejotiyattlali.blogspot.mx/, consultado 30 mayo 2015.

Argentina: ¡Bienvenido Mr. Obama!

¿Por qué resulta tan molesta la visita de Barack Obama a la Argentina el día 24 de marzo? La razón es tan obvia que no tuviera que generarse una discusión al respecto. No obstante, como este mundo está lleno de desinformados, no viene mal recordar los motivos profundos que hacen que la llegada de un presidente norteamericano a nuestro país en el cuadragésimo aniversario del golpe militar genocida de 1976 sea tan irritativa.

       En la segunda mitad del siglo XX,, Estados Unidos, (alias “Yanquilandia”, “El Gendarme del Mundo” y otros de los que mejor ni hablar), financió e instrumentó sucesivos golpes de Estado en países latinoamericanos, instaurando dictaduras autoritarias y represivas alineadas completamente con su política exterior y ejecutoras favorables de la expansión de las inversiones yanquis en nuestro sufrido continente. Estas políticas tuvieron como consecuencia la perpetuación de formas de dependencia a las economías centrales, la pauperización de la mano de obra nativa, amén de no favorecer en lo más mínimo el desarrollo de nuevas ramas de la economía, como las diversas retóricas pro imperialistas de ese entonces (¡y de ahora!), solían afirmar. Desde siempre, pero con más fuerza desde la segunda guerra mundial en adelante, la política exterior norteamericana ha significado en nuestro continente: dependencia, atraso y soluciones autoritarias y represivas. Políticas alentadas e instrumentadas desde los centros imperialistas y ejecutadas por las oligarquías y burguesías semi-coloniales de nuestros países y sus agentes políticos (militares reaccionarios, partidos políticos conservadores, y no tanto, clero, burocracia sindical, etcétera). El Departamento de Estado norteamericano fomentó de manera activa los golpes de Estado en: Brasil (1964); Bolivia (1971 y 1980); Uruguay (1973); Chile (1973); Argentina (1966 y 1976). Esto solo por mencionar los casos más importantes y trágicos. Quede como símbolo mayor de esta política pro-imperialista y genocida la aceitada operación política de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para derrocar al gobierno socialista de Salvador Allende en Chile por medio de un intento de golpe civil y su transformación en golpe militar fascista (Plan B), cuando la primera opción se reveló como insuficiente. Como exclamó indignado, en su momento, el Secretario de Estado norteamericano de esos años, Henry Kissinger (¡Premio Nobel Paz, igual que Obama!): “¡no veo porque tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo!”. 

La frase expresa con meridiana claridad el desprecio que este gran “demócrata” sentía por el derecho de los ciudadanos de los países latinoamericanos a elegir el gobierno que sintieran que mejor los representaba. Con Kissinger y con los demás personeros que le sucedieron en su cargo, los gobiernos norteamericanos nunca dejaron de asumir “responsabilidades” para impedir que los “irresponsables” habitantes de Latinoamérica (hispanos, indios, mestizos, negros) cayeran en las garras del “comunismo ateo”, o de cualquier cosa que se le pareciera. Cuando no alcanzó con los golpes de Estado, no se vaciló en utilizar métodos aún más drásticos. No está de más recordar que Estados Unidos invadió Republica Dominicana en 1965 para derrocar al gobierno nacionalista de Juan Bosch; intervino en Granada en 1983 para acabar con el gobierno de izquierda de Bishop y, de forma particularmente sangrienta, en Panamá (1990) para sacar del medio al mafioso Manuel Antonio Noriega, a quien los mismos yanquis habían ayudado a encaramar en el poder cuando eso les convino. Un capítulo aparte merece la tenebrosa ocupación de Haití en 1993, que tomo ribetes de genocidio sanitario y que, por diversos medios, se mantiene hasta el día de hoy bajo la fachada de la intervención de la ONU en ese sufrido país. Es un hecho conocido que el gobierno estadounidense, en colaboración con elementos paramilitares de distintos países latinoamericanos, financió y dio apoyos logísticos a los grupos armados que en la década de años 80, del siglo XX, combatieron al gobierno revolucionario de la Nicaragua Sandinista, y que intervinieron en la guerra civil de El Salvador. Son más que conocidas las continuas agresiones militares, económicas y propagandísticas que Estados Unidos ha mantenido durante más de cincuenta años contra el gobierno revolucionario cubano.     

       Centrándonos en el caso de nuestro país y, más específicamente del golpe militar de 1976, la intervención del gobierno norteamericano en el mismo fue de primer orden. Documentos de la inteligencia norteamericana y estudios de académicos de la misma nacionalidad, permiten constatar que desde 1973, agentes de la CIA venían sondeando a militares argentinos dispuestos a dar el mal paso. No está de más recordar que en 1974 fue asesinado en Buenos Aires el militar chileno constitucionalista Carlos Prats Cardona, quien había sido opositor al golpe de Pinochet el año anterior. En esta operación actuó la policía política de la dictadura chilena (DINA), en complicidad con grupos paramilitares argentinos y con personal de la estación de la CIA en nuestro país. Personal de inteligencia norteamericano también estuvo vinculado con las operaciones de la banda terrorista paramilitar Triple A, montada por el gobierno peronista de derecha de Isabel Perón para reprimir al movimiento obrero y otras expresiones de la militancia social. Al producirse el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el gobierno norteamericano de Gerald Ford reconoció diplomáticamente al gobierno de Videla el mismo día de su instalación. Los principales diarios norteamericanos  destacaron el perfil de anticomunista militante del flamante gobernante de facto argentino, resaltando que se esperaba que llevara adelante una política de lucha frontal y sin concesiones contra la guerrilla de izquierda. En los meses siguientes el gobierno norteamericano no dejo de dar su apoyo diplomático y financiero a la nueva dictadura. De la misma manera, la inteligencia norteamericana coordinaba las acciones del llamado Plan Cóndor en nuestro país y con las dictaduras de los países vecinos.

      En enero de 1977, llegó a la presidencia de Estados Unidos el demócrata Jimmy Carter, quien sostenía una plataforma electoral que postulaba la instrumentación de políticas de distensión en la guerra de bloques y en favor de la defensa de los derechos humanos en los países con gobiernos dictatoriales.  Según una cierta “historia oficial” que se instaló en nuestro país en los años de la “democracia de baja intensidad” que siguieron a la dictadura, el gobierno de Jimmy Carter fue un coherente opositor a los gobiernos dictatoriales y un aliado incondicional de los organismos que luchaban contra la violación de los derechos humanos en nuestro país y el resto de América Latina. ¿Esto fue así? En mi opinión, es imposible sostener que durante el gobierno de Jimmy Carter se haya producido un punto de inflexión radical en la política de las relaciones entre Estados Unidos y los gobiernos dictatoriales. ¡No sucedió ni podía haber sucedido! En los años 70, el mundo seguía inserto en la guerra fría y la política de bloques. Cualquier gobierno norteamericano, por más “progre” que fuera, no podía desconocer los fuertes compromisos que como gendarme del orden capitalista tenía en todo el mundo y, en particular, en su clásico “patio trasero”. La política exterior norteamericana fue siempre como un avión con piloto automático. Tanto en la época de Truman o Eisenhower, como durante el gobierno de Kennedy. Igualmente, así fue con el anti-comunista Nixon y el defensor de los derechos humanos Carter. Con halcones como Reagan o Bush y con “palomas” (¡con algo de caranchos!) como Clinton y Obama. Lo anterior no significa que el gobierno de Carter haya tenido una relación óptima con dictadores como Videla, Pinochet, etcétera. Factores de distinto peso en el medio político norteamericano no favorecieron una relación de ese tipo.  La propia necesidad de la diplomacia norteamericana de tomar distancia de la era de Vietnam-Watergate, incluyendo el anterior apoyo desembozado a los gobiernos dictatoriales, obligaron a cambiar el estilo. El ala “izquierda” del Partido Demócrata, fiel a la sensibilidad de su electorado, tomó el tema de la lucha contra la violación de los derechos humanos como una bandera de cierta rentabilidad política. En la segunda mitad de la década de los años 70, la política exterior del nuevo secretario de Estado Cyrus Vance no era, ni podía ser, exactamente igual a la de Henry Kissinger. De hecho, la dictadura argentina comenzó a sentir una cierta frialdad desde el momento en que Carter asumió la presidencia. En mayo de 1977, Videla se fotografió conversando sonriente con Jimmy Carter durante la firma de los tratados Torrijos-Carter en torno a la devolución del Canal de Panamá. (¡Otra asignatura pendiente del imperialismo norteamericano!). Pero en los meses siguientes, la dictadura descubrió que el gobierno yanqui reducía la cuota de uranio enriquecido que vendía a la Argentina, argumentando que nuestro país no había firmado el Tratado de Tlatelolco contra la proliferación de armas nucleares.

Un año después, el Congreso norteamericano incluyo a la Argentina en el embargo de armas que la Enmienda Humphrey-Kennedy había establecido en relación con la dictadura chilena en 1976. Paralelamente, la secretaria de Derechos Humanos del gobierno de Carter, Patricia Derian, comenzó una campaña internacional que denunciaba la existencia de campos clandestinos de detenidos en la Argentina. Nobleza obliga, no puede pasarse por alto que, según el testimonio de numerosos familiares de desaparecidos, algunos funcionarios de la embajada norteamericana en Buenos Aires ayudaron a facilitar la salida del país a personas que estaban en la clandestinidad durante los “años de plomo”. En 1979, las relaciones entre el gobierno de Carter y la junta militar argentina llegaron a su punto más bajo, cuando el gobierno argentino aconsejado por su ministro de economía “Joe” Martínez de Hoz (alias “El Orejón”, “José Mercado”, etcétera) se negó a secundar el embargo de granos a la URSS que el gobierno de Carter propuso a los gobiernos de los países exportadores de trigo para sancionar al gobierno soviético por la invasión a Afganistán. La dictadura militar argentina sería muy anti comunista, pero no comía vidrio. Martínez de Hoz y sus amigos de la Sociedad Rural y CONINAGRO no pensaban perderse las ventas en el importante mercado ruso, principal cliente externo de la Argentina desde los acuerdos comerciales de 1973.

     Sin negar estos datos, considero que la tensión entre el gobierno norteamericano de Carter y las dictaduras latinoamericanas tiene que ser analizada en un contexto estructural. El gobierno de Carter, que condenaba la violación de derechos humanos por medio de la violencia paramilitar, no dejo por eso de defender la política anti-comunista de las dictaduras latinoamericanas, como parte de la defensa continental y su “inclusión en el mundo libre”. Lo que implica que durante el gobierno de Carter la lógica de la Doctrina de Seguridad Nacional siguió en pie, con algunos pocos cambios discursivos. Que la secretaria de Derechos Humanos y aun el Departamento de Estado norteamericano mantuvieran una relación fría con las juntas militares latinoamericanas nunca fue óbice para que las fuerzas armadas yanquis mantuvieran más que aceitadas relaciones con sus pares latinoamericanos. Lo mismo la CIA, que siempre manifestó “respeto y admiración” por la efectividad de los militares argentinos en la “lucha contra la subversión”. En los años de Carter, los militares argentinos y de otros países latinoamericanos siguieron cursando sus estudios de postgrado en la Escuela de las Américas, en la zona del canal de Panamá, y reconocido centro formador de torturadores. Algo semejante sucedía con la Enmienda Humphrey-Kennedy que ordenaba el embargo de armas a las dictaduras de Videla y Pinochet. En ningún momento Estados Unidos dejo de hacer transferencias de material bélico a los genocidas del Cono Sur. La venta de armas yanquis se siguió haciendo por medio de la intermediación de gobiernos aliados estratégicos de Estados Unidos que se prestaban a realizar el trabajo sucio que no podía hacer este país a cara descubierta. Siendo el caso más notorio el de los gobiernos israelíes, tanto los laboristas como los conservadores del Likud, cuyas relaciones con la dictadura argentina fueron inmejorables. Digamos que exactamente hacia lo mismo la Unión Soviética, que en esos años le vendió armas a la Argentina a través de los buenos oficios del gobierno rumano de Nicolás Ceausescu. De la misma manera, los créditos de bancos norteamericanos nunca dejaron de fluir hacia la Argentina, amén de incrementarse mucho las inversiones norteamericanas en nuestro país en esos años en que la violencia del terrorismo de Estado había “pacificado” el medio sindical. Todo esto aún después que el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos confirmara documentalmente el genocidio producido en nuestro país en el informe que siguió a su visita en 1979. En julio de 1980, luego de una crisis política de larga data, una fracción de los militares bolivianos decidió derrocar a la presidenta provisional Lidia Gueiller, para impedir que asumiera la presidencia Hernán Siles Suazo, candidato victorioso de la coalición de izquierda UDP. Este golpe militar contó con la instigación y el apoyo logístico de la dictadura argentina, lo que incluso involucró a personal militar y a paramilitares argentinos en el pustch que derivó en un episodio sangriento, con masacre de civiles y líderes de la oposición. La dictadura de García Meza no fue reconocida por el gobierno de Carter que, de manera salomónica, también se negó a apoyar al gobierno en el exilio que monto Siles Suazo. Años después, distintas versiones han insistido en que la embajada norteamericana en La Paz estaba al tanto de los preparativos golpistas, y que le dio un visto bueno soto voce, e incluso favoreció un acercamiento entre los narco militares y sectores empresariales locales. Insisto en que por más incómodo que le resultara al gobierno norteamericano tener que tratar con estos gobiernos, nunca la “indignación” alcanzo como para buscar someterlos a una cuarentena diplomática que obligara a iniciar una apertura política o a modificar sus políticas represivas. En lo único que el gobierno de Carter se mantuvo intransigente en relación a la dictadura argentina fue en el tema de venta de insumos y transferencia tecnológica en el área nuclear. Pero, como ya explicamos, eso no fue una sanción por la violación a los derechos humanos sino porque Argentina se negaba a suscribir el Tratado de Tlatelolco. Una condición que el gobierno norteamericano exigía, como imposición imperial, a los gobiernos del “mundo sub desarrollado” para apoyar sus proyectos en el área nuclear. Aclaremos también que, por su lado, la diplomacia argentina estuvo, en esos años, alineada con las posiciones norteamericanas en los foros internacionales. Esto fue así durante la crisis de Irán (1978-1979), frente a la caída de Somoza y la revolución sandinista (1979), la crisis de los “marielitos” en Cuba (1980), etcétera. Incluso durante la invasión soviética en Afganistán, cuando si bien la Argentina se negó a apoyar el embargo cerealero, que le dolía en el bolsillo, apoyó diplomáticamente la posición norteamericana en los foros internacionales e, incluso, se sumó al boicot a las olimpiadas de Moscú de 1980, alentado por el gobierno norteamericano. Resumiendo, si bien la tensión política entre el gobierno de Carter y las dictaduras existió, en ningún momento alcanzó para afectar los vínculos más estructurales que hacen a la dependencia semi-colonial de América Latina hacia Estados Unidos, ni tampoco las estrategias a largo plazo de la política exterior norteamericana para la región.    

      Por supuesto, la llegada al poder del gobierno de Ronald Reagan (1980), con su retórica de la “segunda guerra fría”, entusiasmó a los militares argentinos que lo presentaron como un hecho venturoso a través de la televisión estatal y demás medios controlados por la dictadura. El mismo entusiasmo que la “TV milica” había manifestado ante el triunfo electoral de la Maggie “Bloodie” Thatcher en Gran Bretaña en 1979. Argentina mejoró sustancialmente sus relaciones con Washington y hasta mandó a “asesores” a entrenar a los “Contra” nicaragüenses y a los escuadrones de la muerte de El Salvador. Tanta deferencia no alcanzó para que el gobierno de Reagan tuviera una posición favorable, o medianamente benevolente hacia la Argentina durante la guerra de Malvinas, como ingenuamente el dictador alcohólico Galtieri pensó que podría llegar a suceder. Con el “progre” Carter y con el “Halcón” Reagan la lógica de la guerra de bloques se mantuvo incólume. La dictadura argentina no podía aspirar más que a jugar el papel de un efectivo aliado de los norteamericanos, defendiendo el sacro orden capitalista en su espacio nacional y regional. Bajo ningún concepto podía permitirse tener arrebatos anti colonialistas que afectaban a un aliado estratégico de primer orden de Estados Unidos, como era Gran Bretaña.

     Pasaron muchos años. La guerra fría ya no dicta los parámetros generales de la política mundial y ya los golpes de Estado no son el método más efectivo para defender el orden imperialista. Incluso, como dato de color, un presidente negro (¡mejor dicho, mulato!) gobierna en la principal potencia imperial del mundo. Entonces, se preguntará: ¿hay razones para estar tan molestos con la visita del presidente norteamericano en el aniversario de la dictadura militar? Contestamos que sí. Porque los objetivos de la política exterior norteamericana que ensangrentó América Latina durante los años de la dictadura siguen vigentes. Para probarlo están las intervenciones en el Golfo Pérsico (1990, 2003), en los Balcanes, los bombardeos a la población civil en Somalia y los bombardeos en Afganistán llevados adelante por el señor Obama. También la caza y muerte de Bin Laden, que por más despreciable que fuera este personaje, no dejo de ser un clásico acto de intromisión imperial en el territorio de un país extranjero, al mejor estilo de película de Stalone o de Chuck Norris. Ni que hablar de las operaciones de golpe civil, como las que se llevan adelante contra el gobierno de Venezuela, o el aliento al secesionismo pro-imperialista y reaccionario de la derecha boliviana enfrentada al gobierno de Evo Morales. En el mundo post guerra fría los golpes militares están un poco obsoletos…pero los mismos fines se persiguen por otros métodos. Sin que por eso se desdeñe del todo volver a recurrir a los viejos métodos, si los actuales no alcanzan. ¡Es la vieja lógica de cubrir el puño de hierro con un guante de seda!

      Obama es el titular de un Estado que sigue siendo el instrumento de un esquema de dominación mundial que nos mantiene en una posición semi colonial y subordinada. Es irritante que Mr. Obama quiera visitar la ESMA, porque las personas que fueron torturadas y asesinadas en ese lugar fueron víctimas de una dictadura alentada por el gobierno de su país. Se nos dirá que tenemos que ser realistas, que tenemos que abrirnos al mundo y todos los lugares comunes con que el actual y miserable gobierno reaccionario y entreguista lleno de gerentes de empresa nos quiere vender el buzón de: ¡bajémonos los pantalones que luego viene el derrame! El mismo verso que vendió Menem en los años 90 y que terminó en el incendio del país en 2001. Por otro lado, el gobierno norteamericano no se privó en estos años de seguir presionando con métodos nada suaves a nuestro país cuando necesito hacerlo. Baste con recordar la aprobación de la ley anti terrorista por el Congreso argentino en 2011. Una de esas condiciones que la gran democracia del norte les pone a los países “sudacas” y afines para no incluirlos en el “eje del mal”, o alguna de esas tantas construcciones discursivas estrambóticas que son un eximio ejercicio de macartismo inquisitorial aplicado a las relaciones internacionales.

     Es realmente cínica, y nada inocente, la afirmación de Mr. Obama en el reportaje que le hizo la CNN en el sentido que la ex presidente Cristina Fernández sostuvo “políticas anti- norteamericanas” producto de una “mentalidad setentista”. Permítanme que esboce una sonrisa levemente irónica. Considero que el gobierno kirchnerista estuvo muy lejos de tener una política “anti-norteamericana” o de carácter anti-imperialista consecuente. No solo que la ex presidenta, luego de llenarse la boca hablando de soberanía, hizo aprobar la “ley anti- terrorista” y presionó a los diputados díscolos de su bloque para que acataran sin chistar. También fruto de presiones yanquis fue el veto a la Ley de Glaciares ejercido por la presidenta sobre un proyecto aprobado por los legisladores de su propio bloque. Desde el año 2003, los gobiernos kirchneristas llevaron adelante una política petrolera completamente funcional a las inversiones de las grandes multinacionales del sector. Lo mismo hacia hacia los intereses de la minería extractivista. Ni que hablar de los acuerdos leoninos con multinacionales gansteriles como Chevron y Monsanto. Algunos me objetaran que se re-estatizo YPF. Si, cuando ya los españoles de REPSOL la habían fundido y haciéndose cargo de toda la deuda acumulada durante la gestión privada.  No esta demás recordar que el gobierno del ex presidente Kirchner acordó la jurisdicción judicial extranjera para los pleitos con los deudores que generó toda esta situación de la deuda con los “fondos buitres”. La propia ex presidenta se jactó en varias oportunidades de que su gobierno era “un buen pagador”. Todo esto amén que en ningún momento se promovió una política de inversiones que diversificara la estructura productiva del país. Todo se apostó al precio de la soja, a la renta petrolera y minera y, un poco, al sector metal mecánico como actividad complementaria. El gobierno kirchnerista continuó la política de los gobiernos precedentes de mantener tropas argentinas en las fuerzas de la ONU en Haití. Tropas que distintos organismos de derechos humanos han denunciado por ayudar a reprimir movimientos de protesta y cometer otras arbitrariedades. El anti-imperialismo rabioso de los gobiernos kirchneristas solo puede ser sostenido por gente con tendencia a “comprar peleas para los giles” (¡Como diría mi tía Helena que no había leído ni el Patoruzito pero que la chamullaba lunga!). Lo que el señor Obama, en el mejor de los casos, puede llegar a reprochar a la ex presidente es no haber sido todo lo pro-norteamericana que le hubiera gustado a los señores de Washington. Coherente con lo anterior, Mr. Obama elogió al actual presidente Macri que, sin duda, refleja de manera más acabada el modelo del perfecto “mayordomo de los intereses imperiales” (¡Y que los mediocres de siempre me acusen de utilizar un lenguaje arcaico si quieren!). El mensaje es clarísimo. Los argentinos se “portaron bien” eligiendo un gobierno “más sensato y maduro”. ¡Sigan portándose así! ¡Aguanten el ajuste, los recortes y toda la malaria que a la larga la bonanza capitalista se derramara sobre ustedes! ¡Todos, en el mejor estilo de una comedia de enredos yanqui con Happy End! De mientras, el presidente norteamericano anuncio que va a ordenar la liberación de los archivos que existen en su país y que contienen información sobre la represión durante la dictadura.  No debiera dejar de aprovecharse esa información. Pero cuanto mejor hubiera sido que lo hubieran librado hace décadas para haber tenido más elementos para juzgar a los genocidas. La pretensión de Obama de visitar la ESMA, nunca se resaltará bastante, es un re-edición de la vieja y repetida historia del homenaje hipócrita de los victimarios a sus víctimas.

      De mientras, la Argentina de los gerentes de empresa en el poder; de adalides de la “mano dura”; de francotiradores “republicanos impolutos”; de “progresistas” que piden “sensatez”; de monigotes mediáticos que llaman a volver a la “normalidad”; de letrados sesudos que piden libertad a los genocidas; de la eterna clase media de mierda que aplaude los despidos de “ñoquis” y el “fin de los planes”; de los intelectuales “posmo” que cambiaron a Hegel por Osho; y de las divas mediáticas onda “billetera mata galán”; se preparan para darle la bienvenida a Mr. Obama con alfombra roja, Casi como si fuera un remedo de aquella mítica película española de Javier Berlanga (un genial e ingenioso firulete contra la censura franquista!) titulada  ¡Bienvenido Mr. Marshall!    

    Pero existe otra Argentina. La que sobrevivió a todo. La que todavía se defiende y debe ser capaz de ir por más. El día 24 de marzo llenemos las calles para reafirmar nuestro compromiso con la memoria, la verdad y la justicia, y por el juicio y castigo a todos los culpables. Nuestro homenaje a todos aquellos que lucharon, y hasta dieron su vida por la construcción de una sociedad igualitaria, sin explotación ni opresión de ningún tipo. También nuestro repudio a los elementos locales que detrás de la consigna de “mirar para adelante” quieren consagrar la impunidad y el olvido amén de la miseria y la precarización de los derechos de las masas. Repudiemos con el mismo énfasis la imposición imperial representada por el representante mayor del imperialismo que hoy muestra el guante de seda pero que cuando sea necesario no va a vacilar en volver a desnudar el puño de hierro.

¡NO OLVIDANOS, ¡NO PERDONAMOS, NO NOS RECONCILIAMOS…NI CON LOS VERDUGOS DE ADENTRO NI CON LOS DE AFUERA!